"...el monopolio del conocimiento y el desprecio a los que ignoran no es revolucionario sino reaccionario"
Reflexionábamos a partir de la lectura de
Malatesta que coincidíamos en que los cambios sustentables sólo se mantienen
cuando hay un proceso de concientización, pensamiento crítico y acceso a la
cultura, las ideas y el conocimiento. Entre más amplio tu panorama es más flexible
y crítico tu pensamiento.
No
bastan masas conformes con la revolución sino buscar la construcción de masas
críticas que defiendan por sí mismas sus derechos, mejor preparadas para la
toma de decisiones y para construir el progreso social.
Una
masa sin pensamiento crítico y sin conocimiento es más susceptible de ser
manipulada por la demagogia de hoy un líder, mañana otro. Y aunque el líder
pudiera tener buenas intenciones es riesgoso que el movimiento social dependa
de una persona.
Y por
supuesto, nos gustó mucho la afirmación de Malatesta de que el monopolio del
conocimiento y el desprecio a los que ignoran no es revolucionario sino
reaccionario.
A las
dificultades que señala Malatesta en la transmisión de conocimiento y técnicas
habría que añadir que se requiere paciencia, método para ello. A pesar de la
incredulidad de muchos, a cualquier edad se puede aprender y esto ya está
demostrado por los recientes avances de la neurociencia; no hay pretextos, hay
que encontrar el modo.
Aquí
los párrafos más interesantes del capítulo “Obreros
e intelectuales” del libro “Artículos
Revolucionarios”:
“Somos revolucionarios y sabemos que una
revolución hecha sin la ayuda de fuerzas y capacidades que no se tienen sin una
previa cultura intelectual podría parecer muy radical, pero sólo sería, en el
fondo, una explosión de ira sin alcance y sin porvenir. […]
[…] es necesario insistir en la belleza de la
ciencia y la utilidad y necesidad de la dirección técnica, e inspirar a los
ignorantes el deseo de instruirse y de elevarse, pero también hay que hacerles
sentir y comprender que la ignorancia no es una razón para que los opriman y
los traten mal, sino más bien un derecho a una mayor consideración como
compensación por la privación sufrida, que se les negó lo que hay de mejor en
la civilización humana.
Y los “intelectuales”, los que han tenido
la suerte de poderse instruir, si toman parte en una revolución por amor
sincero del bien de todos deben ponerse al mismo nivel de los menos afortunados
para ayudarlos a elevarse, y no considerar a la masa como un rebaño que ellos
deben conducir y esquilar, quitándole la posibilidad de educarse en la
iniciativa y la libertad, y, peor aún, obligándola a la obediencia por medio de
gendarmes.
La tendencia natural, diremos así, de los
intelectuales, es la de separarse del pueblo, de constituirse en cenáculo, de
darse aires y terminar creyéndose “protectores o salvadores que el vulgo
debería adorar y mantener”.
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