Carmen Cariño Trujillo
Publicado el 30 de Abril de 2012
A cinco años, los asesinatos
de Bety Cariño y Jyri Antero Jaakkola siguen impunes. La situación de
violencia, agresión a los pueblos e impunidad que se vive hoy en México no
tiene precedentes. Frente a esto hacen falta mujeres como ella, para trabajar
desde abajo y con el corazón.
Bety, incansable defensora
de causas justas, trabajó durante más de 15 años en la capacitación y
acompañamiento a grupos y comunidades campesinas e indígenas de la región
mixteca-triqui en el estado de Oaxaca. Desde muy pequeña comenzó a amar y
conocer el campo de la mano del abuelo Francisco, mixteco, empeñado en enseñar
a la nieta el amor a la tierra, al terruño. En el pueblo la costumbre era que
los hijos mayores, varones, ayudaran al padre en las labores del campo, Bety
nunca se negó a realizar esas labores, después de asistir a la escuela,
regresaba a llevar la comida, a sembrar, levantar la milpa, abonar la tierra.
En alguna ocasión me contó que la primera vez que ella supo que tenía que
luchar porque la tierra fuera de quien la trabaja, fue un día en el que después
de pizcar la mazorca, nuestro padre, campesino sin tierra, tuvo que dar la
mitad de la cosecha al dueño del potrero.
Desde niña, su
carisma y facilidad para relacionarse con la gente la llevó a conformar una
organización de niñas llamada “Las
abejas”. Siendo adolecente participaba en las comunidades eclesiales de
base, donde trabajaba por mejores condiciones de vida para la comunidad y por
una iglesia que optara por los pobres.
Migrante, como
gran parte del pueblo mixteco, salió a los 15 años de edad de Chila de las
Flores, su pueblo natal, buscando una oportunidad para continuar sus estudios.
Al terminar la preparatoria consiguió una beca que le permitió realizar una
licenciatura en educación primaria. Fuera se vinculó con organizaciones comunitarias
y barriales, poniendo al servicio de la gente sus conocimientos pedagógicos,
creando escuelas en colonias de migrantes indígenas en el valle de Tehuacán,
indignándose ante la explotación de los trabajadores de la maquila, protestando
junto con las familias que sufren la contaminación de sus aguas por parte de la
empresa Bachoco en Santa María Coapan.
Al concluir la
licenciatura Bety regresó a trabajar en las comunidades. “Me decían tienes que volver”, dijo ella en alguna ocasión, “primero lo veía como un peso pero en la
medida que me politizaba se volvió un gusto regresar, ahora en CACTUS buscamos
que salgan muchos y muchas a estudiar con la esperanza de regresar”. Por
ello, su apuesta por los y las jóvenes y por su educación fue muy importante.
Promovió el área de educación para la autonomía en la que impulsó la creación
de preparatorias comunitarias indígenas y trabajaba con los y las jóvenes
mixtecas para acompañar su proceso de formación y educación, para abrir brechas
para que “al menos se queden tres años
más en sus comunidades y no migren siendo adolecentes o niños, y tengan
conciencia del por qué se van”.
Otra área
importante de trabajo fue el de comunicación indígena que después de la
represión a la APPO en 2006 fue muy importante para luchar por el derecho a la
palabra y a la comunicación, así trabajó arduamente en la conformación de una
red de radios comunitarias de la mixtecam como La voz de las nubes de San Juan Mixtepec; La voz que rompe
el silencio, de San Juan Copala; La voz del monte, de San Sebastián del Monte;
Radio Liberando la Palabra de Tezoatlán de Segura y Luna Oaxaca; La voz de la
libertad de San Pedro Yosotato.
Bety también
trabajaba en el impulso de otras economías, que llamaba economías comunitarias. Para
Bety ésta era también muy importante pues tenía como sujeto central a las
mujeres, aunque había comunidades en las que participaba toda la comunidad,
niños, jóvenes, abuelos, abuelas: “Es muy importante que las comunidades
recuperen su economía, y que no tengan que recurrir a los prestamistas que son
los que se aprovechan de las necesidades de la gente y cobran intereses
altísimos que lo que hacen es hundir aún más la difícil economía de las
familias”, afirmaba Bety. “Hemos ido
alimentando esta esperanza caminando con las mujeres de manera muy fuerte,
muchas de las compañeras para participar en los grupos salían corriendo de su
casa, porque se enojaba el esposo y era a escondidas su participación y con el
paso de los años, sus grupos se han ido fortaleciendo, ahora ellos también
apoyan a las mujeres y ven las cajas como un apoyo importante de
autofinanciamiento y una salida en momentos de fuerte necesidad económica o
ante una emergencia”.
La lucha por la
equidad de género y por los derechos de las mujeres también fue muy importante
para Bety. Para ella era fundamental trabajar por que “todos participemos, hombres y mujeres, y que sobre todo que las
mujeres estemos en la parte que tiene que ver con la toma de decisiones,
queremos que cuando se van a decidir cosas importantes podamos decir nuestra
palabra”. Por ello es necesario “que
nosotras las mujeres sepamos qué está pasando y que lo digamos, lo informemos,
creo que es parte de este nuevo papel que nos toca a las mujeres, más allá de
la crianza de los hijos más allá de lo que se nos ha destinado, creo que si lo
hacemos no estaremos traicionando la fuerza de nuestras abuelas que seguro que
no querían que tuviéramos una vida de esclavas. La crianza de nuestros hijos e
hijas deberá ir buscando otro tipo de relación entre hombres y mujeres, es lo
que estamos haciendo con mucho esfuerzo y con nuestras manos y con mucha
creatividad y fuerza de la gente que participa. Muchas veces sacrificando tu
misma vida por algo que quieres hacer como pasar más rato con los hijos y en
vez de estar más tiempo con ellos estás en la reunión con las mujeres, pero es
parte de estos cambios que debes seguir haciendo”.
La defensa del
territorio y el cuidado de la madre tierra, significaba para Bety motivo de
preocupación pero sobre todo de lucha, por ello levantaba la voz contra el
creciente acoso de empresas mineras que “han
venido a nuestras tierras a concesionar territorios para poder explotar el oro,
plata, uranio, carbón que hay en nuestra región esto es muy peligroso porque
atenta contra nuestra vida, atenta contra la soberanía y el derecho al
territorio, estamos informando en nuestro pueblo que están firmando convenios
para explotar nuestros territorios”.
Ecologista,
defensora de los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres, de los
migrantes, activista en contra de los megaproyectos que buscan saquear los
recursos de nuestra madre tierra; promotora de la defensa de la milpa y la
soberanía alimentaria; participante comprometida en la Asamblea Popular de los
Pueblos de Oaxaca, en la conformación de la APPO-mixteca y en La Coordinadora
de Mujeres Oaxaqueñas, en el Foro Mesoamericano de los pueblos, en la Red
Mexicana de Afectados por la Minería, en la Alianza Mexicana por la
Autodeterminación de los Pueblos. Bety no paraba, hoy podría estar con los compañeros
que luchan contra la Minera San Xavier, mañana solidarizándose con los
habitantes de Temacapulín contra la Presa El Zapotillo o en Guerrero contra la
Parota, así tejía como las mixtecas tejen sus sombreros, las luchas de muchos.
La lucha por
una vida digna para todos era un sueño posible para Bety: “Creemos que podemos construir este otro mundo con nuestras propias
manos y que éste se va haciendo cuando se propone una educación para la
autonomía, una comunicación indígena desde las radios comunitarias, o cuando se
propone recuperar nuestros sistemas autonómicos de economía de nuestros abuelos
que caminaban como arrieros por los pueblos intercambiando productos, decimos,
recuperemos eso porque eso puede ser una forma de vivir en este mundo”.
El trabajo de
Bety no se trataba de una labor altruista, en el sentido que ofrecer “apoyos” a la gente, sino en la
convicción de que era necesario ejercer en los hechos los derechos humanos
individuales y colectivos reconocidos en la Constitución y en los convenios
internacionales, por ello luchaba y promovía el ejercicio del derecho a la
educación, a una vida digna, a un medio ambiente sano, el derecho a la libre
organización y a la comunicación.
Nada la detuvo,
su sensibilidad, coraje, valentía, compromiso, terquedad y solidaridad, le
impidieron quedarse callada ante las injusticias. Ésa fue la mujer que acompañó
la caravana el día 27 de abril de 2010. Sabedora que desde hacía meses un grupo
paramilitar, respaldo por el gobierno del estado mantenía secuestrado a un
pueblo entero.
A dos años los
asesinatos de Bety Cariño y Jyri Jaakkola siguen impunes. El Estado mexicano es
y ha sido responsable de su muerte y de la falta de castigo a los responsables,
al incumplir su obligación de proteger los derechos de los ciudadanos y
defensores de derechos humanos y al no investigar y castigar los crímenes. La
impunidad de la que gozan tanto los asesinos materiales como intelectuales es
resultado de la acción y omisión del Estado mexicano en la medida que
obstaculiza la justicia, no realiza las investigaciones correspondientes,
desecha y desparece pruebas, manipula la información y niega la protección a
los testigos.
La situación de
violencia e impunidad que se vive hoy en nuestro país, la agresión a los
pueblos y territorios y todo lo que esto significa posiblemente no tenga
precedentes. Frente a esto hacen falta mujeres como Bety con esa fuerza,
compromiso, energía y creatividad para trabajar desde abajo y con el corazón.
Por ello no olvidamos y a dos años de su siembra reafirmamos que sus ideales
siguen vivos, que como semilla sigue naciendo y alimentando con fuerza la lucha
de muchos y muchas.
¡En la medida
que ellos sigan apostando por la muerte, nosotros seguiremos apostando por la
vida!
(El 27 de abril
de 2010, hace ya dos años, una Caravana humanitaria conformada por periodistas,
y defensores de derechos humanos, salían rumbo a la región triqui del Estado de
Oaxaca, con la finalidad de recoger los testimonios sobre la situación, que
desde meses atrás, las autoridades del Municipio Autónomo de San Juan Copala
denunciaban sobre sobre el cerco paramilitar que la Unidad para el Bienestar
Social de la Región Triqui (Ubisort) y el Movimiento de Unificación y Lucha
Triqui- Partido Unidad Popular (MULT-PUP) tendían a mujeres y hombres, niños, jóvenes,
ancianos integrantes del MASJC. A escasos kilómetros para llegar a su destino,
en la comunidad La Sabana, la Caravana fue emboscada, en medio de una lluvia de
balas de alto calibre, algunos de los integrantes del convoy humanitario lograron
escapar, otros permanecieron heridos y escondidos en el monte por más de 72
horas, dos de ellos, fueron alcanzados por las balas, Jyri Antero
Jaakkola y Bety Cariño Trujillo. Esta noticia desgarró nuestros corazones, y
marcó también un terrible precedente en la historia de nuestro país, al ser
emboscada una caravana pacífica que proporcionaría ayuda humanitaria a las
aproximadamente 700 personas que desde hacía cinco meses se encontraban bajo el
acecho paramilitar).
Comentarios