Fuente:
Proyecto Ambulante
Publicado: febrero 28, 2015
El
gobierno actual, con mayoría parlamentaria y conducción del Partido
Revolucionario Institucional-PRI-, con buena presencia del Partido de la
Revolución Democrática-PRD- y también del Partido Acción Nacional-PAN-; no es
más que un rejunte de la burocracia que viene gobernando México desde el siglo
XX.
Los vínculos que el gobierno federal ha construido y mantenido con el
crimen organizado y los cárteles de droga, corrompen a diario todos los
estratos estatales, locales y regionales de gobierno. El Sistema Político
Mexicano, en su totalidad, se encuentra inepto para satisfacer las demandas de
la población.
Actualmente viene floreciendo una “alternativa
de izquierda” a cargo del Movimiento Regeneración Nacional -MORENA-,
liderada por el ex candidato a presidente Andrés Manuel López Obrador (quien
tiene vínculos directos con el ex alcalde de Iguala y máximo apuntado como
responsable de la desaparición de los 43 normalistas, José Luis Abarca). Este
partido político que nació allá por 2012 como un movimiento social, y que
recién en julio de 2014 alcanzó el registro como partido político, cuenta con
un programa de tendencia reformista para con las instituciones y de medidas que
beneficiarían al pueblo, aunque no lograrían el cambio necesario.
En este clima de descontento social, indignación, búsqueda de justicia y
del inicio, posiblemente, de la transformación radical del sistema político por
instituciones independientes más confiables y representativas de los derechos e
intereses de las mayorías pobres, se abre el abanico de posibilidades, de las
cuales el pueblo mexicano deberá optar por una.
Todos
los partidos buscan lo mismo, llegar al poder político.
¿Partidos tradicionales, MORENA o la autoorganización?
El
hecho de optar por los partidos tradicionales o por el Movimiento Regeneración
Nacional, permitirá la continuación del sistema de gobierno que ya muchos males
le ha traído a la sociedad mexicana durante décadas. Todos los candidatos
provienen de una casta burocratizada perteneciente al 1% más rico del mundo, y
que de ninguna manera posee intenciones de cambio.
Ningún partido político logrará cambiar el rumbo de la historia. Ante ello,
las clases bajas deben unirse. Las mayorías trabajadoras, los estudiantes y
campesinos, deben aprehender las nutridas experiencias que brindan las
cooperativas integrales de Chiapas; la comunidad de Charán -Michoacán-, la cual
partió como una forma de autofedensa civil y que actualmente se rige bajo un
Consejo Autónomo integrado por representantes de cada uno de los barrios que la
conforman; y sobretodo de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas -MAREZ,
donde es “el pueblo en rebeldía quien
manda y el gobierno quien obedece”, como bien lo indica su eslogan.
En ellos, es la autogestión y la autoorganización quienes conducen la
cotidianeidad de la gente. Ningún político, sino asambleas generales son las
que determinan estrategias económicas para el desarrollo o aprueban leyes para
la sociedad. Es allí, donde el gobierno estatal se vuelve obsoleto, y se visualiza
perfectamente la capacidad propia que tienen los pueblos de autogobernarse. La
sociedad no necesita financiar costosas elecciones y mantener a millonarios
políticos.
Esperanzas en el horizonte
Desde
la desaparición de los 43 normalistas en Ayotzinapa -Guerrero-, en México se
respira un aire distinto. El pueblo, cansado de los crímenes organizados, de
los carteles de droga que dominan regiones enteras, y de la renombrada
ineficacia de un aparato estatal seriamente deteriorado, comienza a desarrollar
alternativas autogestoras, de autoorganización, autodefensa civil y hasta
componiendo una estructura propia de gobierno al servicio de las necesidades
del conjunto poblacional.
Estos métodos se desarrollan en un ambiente de acción directa sin intermediadores,
sin gobierno dependiente de los tradicionales partidos burocratizados, ni
militares extranjeros en territorio soberano. Estos últimos, quienes son
utilizados por las fuerzas imperialistas (caso Estados Unidos y su “Operativo Rápido y furioso”) y por el
narcogobierno de Enrique Peña Nieto como pretexto de lucha contra el
narcotráfico, con el fin evidente de reprimir, desaparecer, incinerar y, así,
terminar con la oposición a su régimen.
Las protestas, que ya llevan meses a raíz del caso de Ayotzinapa, y que se
abanderan con el pedido de la aparición con vida de los 43 humildes jóvenes,
dejan en evidencia que las instituciones del Estado lejos de servir para
resolver los problemas cotidianos de la población, se posicionan férreamente al
servicio de la inteligencia extranjera y los intereses de las empresas
privadas.
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