Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UNAM
Por La Casa de Todas y Todos
http://casadetodasytodos.org/?p=226
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17 de abril 2015,
El despojo de la educación
Palabras de La Casa de Todas y Todos, en su participación en el Encuentro “Participación social y medios de comunicación frente a la Violencia del Estado”
Palabras de La Casa de Todas y Todos, en su participación en el Encuentro “Participación social y medios de comunicación frente a la Violencia del Estado”
Buenos días. Agradecemos la invitación a este
encuentro. Venimos a nombre de la Casa de Todas y Todos. Ésta casa está en el
municipio de Apodaca, colindante con la Ciudad de Monterrey, en el estado de
Nuevo León. En la ciudad de Monterrey, en el año 1969, el seis de agosto, se
fundaron las Fuerzas de Liberación Nacional, por un grupo de mujeres y hombres
que acordaron entregar su vida por causas más allá de sus intereses personales.
La Casa sirvió como lugar para estudiar, acordar, organizar, esconder y
finalmente marchar al resto del país, sin importar cuanto tiempo les tomara,
para lograrlo. Adoptaron el lema de Vicente Guerrero: ¡Vivir por la Patria! O ¡Morir por la Libertad!
Decimos que La Casa de Todas y
Todos, actualmente tiene dos ejes principales de trabajo:
la búsqueda de nuestros
compañeros desaparecidos, y
la recuperación de la memoria
histórica del proceso organizativo que conformó a las Fuerzas de Liberación
Nacional;
Aunado a esto, cotidianamente
se hacen en la Casa actividades culturales o políticas, talleres o
exposiciones, enfocadas muchas de ellas a la participación de los pobladores de
ese municipio, nuestras vecinas y vecinos. Como Casa, hemos realizado ya varias
actividades y encuentros con diferentes organizaciones nacionales e
internacionales (Diálogo sobre la guerra fría en la ENAH, encuentros con
organizaciones como el FUNDENL, charlas con organizaciones estudiantiles del
País Vasco, encuentros con organizaciones de Alemania y Francia).
Pero queremos centrarnos hoy
en presentar a ustedes el significado que tiene para nosotros la recuperación
de la memoria histórica, amén de estar en la Facultad de Filosofía y Letras de
la UNAM, donde se cursa esa carrera. Los compañeros que fundaron en ese año de
1969 las Fuerzas de Liberación Nacional, en sus propias palabras y actos,
llevaron adelante la idea de que el camino de liberación de nuestro pueblo está
en buena medida marcado por su historia; que antes que voltear a ver a
experiencias revolucionarias de otros pueblos, había que mirar el camino
trazado por el pueblo mexicano en el desarrollo de sus enfrentamientos contra
tiranías, nacionales o extranjeras. E hicieron de esa perspectiva un principio
político que habrían de desarrollar en las siguientes décadas: es el pueblo quien debe hacer suya la tarea
de su propia liberación, y aquellas y aquellos que decidan realizar un
esfuerzo militante por ese propósito, deben conocer su historia.
En el contexto de los años
sesentas y setentas, enfrentados a un enemigo que recurría a las tácticas más
deplorables para combatir la subversión, los militantes de las FLN recurrieron
a las armas como forma de defensa, salvaguardas de un proceso de organización
que no apostaba por la confrontación directa, inmediata, sino por la formación
de militantes profesionales que extendieran, con paciente templanza, dicho
proceso. Los caminos organizativos de las FLN llevaron a la formación, el 17 de
noviembre de 1983, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional; de su
historia y su camino, dan cuenta ellas y ellos. Y cabe decir que en La Casa de
Todas y Todas no hay más que respeto y solidaridad para la lucha de los pueblos
indígenas zapatistas; fue entre esos dignos pueblos donde la semilla del
Compañero Pedro, fundador y primer dirigente nacional de las FLN, fue arropada
y llevada adelante.
Pues bien, nos han invitado a
hablar sobre la participación social frente a la violencia del Estado. A
inicios de éste año organizamos un foro en la UAM sobre Criminalización y
Militarización de la Protesta Social pues estamos conscientes del proceder del Estado
y la urgencia primero de escucharnos, encontrarnos y luego ver de qué manera
nos vamos a organizar para hacerle frente a ese enemigo común.
Y es a este respecto que
nuestra recuperación de la memoria histórica entra en juego. La memoria
histórica es un acto vivo, actual; al arrojar la mirada a lo acontecido en
años, décadas, siglos pasados, asumimos con humildad el poco tiempo que tenemos
como individuos para enfrentar a algunos de los más antiguos enemigos de la
sociedad, principalmente la injusticia, la opresión, la explotación,
sintetizados en nuestros tiempos en el Estado criminal y el sistema
capitalista, que globalizado se erige en imperialista.
Mucho de nuestro pensamiento
respecto a lo que consideramos urgente en términos de participación social,
está expresado en una propuesta que hicimos pública en el mes de febrero; el
documento íntegro lo pueden consultar en nuestra página de internet
(www.casadetodasytodos.org), o si gustan les podemos pasar unas copias de ella
que acá traemos. Nos interesa aquí centrarnos en algunos aspectos que
consideramos es importante precisar.
Al hablar de la violencia del
Estado, tenemos que mencionar que ella no se limita a los exabruptos criminales
que cada vez son más constantes en la realidad mexicana, y en amplias zonas del
mundo: esa violencia que lleva hoy nombres que duelen, como Ayotzinapa, México,
o Garissa, Kenya. Nosotros pensamos que el Estado es inherentemente violento,
incluso en el cabal funcionamiento de su normatividad, pues impone las
relaciones sociales de explotación que caracterizan al sistema capitalista.
Aunado a ello, vemos en el
momento actual del sistema capitalista, señales de una decadencia que, aunado a
otros aspectos, podríamos caracterizar por la ausencia de lo que nosotros
entendemos como una filosofía de la historia; esto es, un propósito general, un
sino, del trabajo humano y el desarrollo de lo que económicamente se entiende
como fuerzas productivas. El espacio vacío que resta es llenado hoy con la
administración de la crisis continua.
El capitalismo del siglo XX,
desarrollado en confrontación con el comunismo como sistema alterno, tenía un
planteamiento histórico, un propósito trascendente a la mera consecución de una
mayor ganancia; por ejemplo, Keynes –artífice del Estado capitalista
característico del siglo XX– formulaba dicho propósito como el pleno empleo de
la fuerza de trabajo, y la plena satisfacción de las necesidades básicas. En
torno a ese propósito se desarrolló la racionalidad normativa de lo que se
conoce como Estado benefactor, en el cual el Estado capitalista provee a la
sociedad de los servicios más elementales, a la par que regula el conflicto
entre capital y trabajo.
Eso no significa que bajo esa
modalidad del Estado no hubiese continuos crímenes contra el pueblo; ahí están
Vietnam y el año de 1968 como notorios eslabones en una larga cadena de
ejemplos. No es, pues, una nostalgia reaccionaria la que impulsa nuestro
pensamiento. Simplemente consideramos que es importante notar algunas
trascendentales diferencias.
El Estado capitalista actual
no obedece ya tales propósitos; en la resolución del conflicto entre esos dos
sistemas alternos –Capitalismo y Comunismo– , ambos con el propósito histórico
de derrotar al otro, la ideología dominante ha querido declarar el Fin de la
historia. Y a la luz de ese despropósito, en los últimos treinta años se ha
desarrollado el mayor despojo económico del que se tenga noticia. A los pueblos
del mundo se les ha despojado mediante la violencia armada o violencia
económica, de tierras, recursos minerales y acuíferos; también de bienes que
antes eran públicos, administrados por el Estado, sean empresas estratégicas
como las telefónicas o petrolíferas, o servicios elementales como la salud y la
vivienda.
En el caso de México, las conquistas
sociales que se plasmaron en la constitución de 1917 se han perdido a causa de
reformas que facilitan el despojo, desregulan la relación entre el capital y el
trabajo, y acotan derechos y libertades; por otro lado, bienes públicos que
surgieron bajo la tutela del Estado, han sido privatizados a precios de ganga.
Las reformas estructurales del 2014 serán la pauta con que se instrumentalizará
el capitalismo en nuestro país de acuerdo al nuevo entorno mundial.
Vemos que hay un despojo, en
particular, cuya instrumentalización se va desarrollando tendencialmente, y es
quizá el que más riesgo acarrea. El despojo de la educación científica y
pública. A la luz de esta tendencia es que nosotros entendemos la desaparición
de los cuarenta y tres estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y la masacre de
los 148 estudiantes de Garissa, en Kenya.
El sistema capitalista hizo
uso de la ciencia para el desarrollo de la tecnología, para producir más en
menos tiempo y así obtener mayores ganancias. Ha sido la ciencia la que,
asociada a la empresa capitalista, ha transformado al mundo como ningún otro
trabajo humano anterior. Ha sido también, sobre los presupuestos de la ciencia,
que se ha fincado el proyecto humano, en el cual somos libres y soberanos en la
determinación de nuestro destino. Y la expansión de esos procesos no habría
sido posible de no haber existido la educación pública.
La expansión de la educación
pública, de la escuela como elemento nodal de la construcción social moderna,
tuvo sus inicios en el auge del liberalismo, a partir de la segunda mitad del
siglo XIX. Aunque se le llame neoliberal a la forma del capitalismo actual, hay
una variación sustancial respecto a la educación pública; nosotros pensamos que
esta variación no es un cambio menor, no se trata de un despojo más.
En el capitalismo actual
-decadente- se abandona el propósito de extender la educación científica más
allá de determinados centros, exclusivos en su composición y objeto de estudio;
para las más amplias regiones, en el mejor de los casos, tendencialmente se
sustituye ciencia por técnica. Vemos entonces que los espacios de educación
popular son marginados económicamente, el gremio magisterial es agredido, y el
estudiante campesino que reclama sus derechos es calificado de violento. Los
corifeos de la ideología dominante intentan convencernos, por medio de la
reiteración continua, de la idea de que los centros de educación pública, por
no decir popular, son contrarios -de alguno u otro modo- a los intereses de “la sociedad”.
Los ataques violentos contra
estudiantes son la más clara manifestación de este tránsito, en el cual el
capitalismo busca instaurar la ignorancia obscurantista, justo ahí donde, a la
par, se instauran regímenes productivos que anulan en absoluto la libertad;
esto es, justo ahí donde nuestras hermanas y hermanos vuelven a ser esclavos.
Resulta intrascendente, a nuestro parecer, el que la ejecución de esos
violentos ataques sea autoría de elementos de las instituciones del Estado,
elementos del “crimen organizado”, o
elementos de alguna militancia religiosa: en cualquiera de los casos, la mano
del capitalismo decadente es la que ha fomentado que estos hechos ocurran.
Es en este tránsito, donde la
posibilidad misma de imaginarnos como seres libres está en riesgo, que
consideramos imprescindible reivindicar la recuperación de la memoria
histórica; para nosotros, particularmente la que refiere a un proceso
organizativo que, en los hechos, permitió apuntalar una alternativa al Estado
como lo conocemos, y al Capital.
Así, consideramos nuestro
deber actual convocar a un esfuerzo de unidad que permita, a largo plazo,
cancelar las posibilidades de que la esclavitud (como la negación absoluta de
la libertad) y la ignorancia reinen de nuevo sobre los pueblos de la tierra. Un
esfuerzo que permita a nuestros pueblos ser libres y saberse libres.
Ese esfuerzo tiene, a nuestro
parecer, como primeros pasos el establecimiento de espacios de diálogo; un
diálogo en el cual no estén presentes aquellas y aquellos que conscientemente
representan las instituciones y los instrumentos con los que nuestros pueblos
son día a día dominados, explotados, reprimidos, desaparecidos, despojados. Nos
referimos concretamente a la clase política “profesional”,
partidista con cargo al erario público; nos referimos a los gobernantes
municipales, estatales o federales; al empresariado, a los dueños de la banca;
a jueces y magistrados; a las fuerzas policiacas y militares. Todos ellos, en
tanto acuerpan al sistema capitalista que hoy pone en riesgo la libertad y la
vida misma, son el enemigo.
Sabemos que el término “unidad” es problemático para muchas y
muchos, en el actual contexto intelectual, que discurre entre la erosión de las
verdades únicas y la desconfianza generalizada de los grandes relatos. Nosotros
no entendemos el término unidad al son de las burocracias monolíticas, la ciega
e irreflexiva adherencia, o la obediencia estúpida. Pensamos en la unidad como
la decisión conjunta de avanzar en los propósitos acordados para enfrentar a
eso que tenemos como enemigo común: Un estado criminal, a través del cual se
instrumentaliza un capitalismo decadente.
En nuestra propuesta de
unidad, además, consideramos válidos dos elementos que, hay quien afirma, se
habría de considerar superados: Nación e Imperialismo.
Del imperialismo, debemos
decir que consideramos que es una categoría válida para el análisis político y
económico de la situación que vive nuestro país, México, y otros muchos países
del mundo. Sin duda el contexto actual del capitalismo es distinto al del
último cuarto del siglo XIX, con cuyos datos se gestó el análisis clásico del
Imperialismo, y sin embargo, el componente nacional sigue siendo un importante
factor económico a considerar; basta tener en cuenta que cerca de la mitad de
las más grandes empresas multinacionales están establecidas en una nación,
misma que en sus 239 años de existencia ha tenido únicamente 21 años sin
estarle haciendo la guerra a alguien más. Pasar por alto la directriz de los
intereses norteamericanos en el desarrollo de los eventos asociados al despojo
de territorios y bienes públicos en la historia entera de nuestro país, es
insensato.
El elemento nacional ha
servido, y esto nos lo dice la historia, al combate de las injerencias
extranjeras, y a las invasiones que nuestro pueblo ha repelido. Consideramos un
deber la reivindicación de los esfuerzos populares que han servido a la
sobrevivencia de nuestra patria.
Nuestra confianza está en el
pueblo, en los pueblos; no sólo los que integran a México, sino los del mundo
entero. Soñamos con el día en que quizá no haya más banderas, y se viva la
efectiva hermandad de los pueblos; pero mientras los instrumentos financieros,
como la moneda, y los instrumentos militares, como los ejércitos, sigan siendo
los elementos principales de dominación y lleven en ellos la bandera o el
nombre de una nación, es difícil considerar a ambas categorías como elementos
rebasados por la historia.
Dentro de nuestra propuesta,
nos hemos planteado realizar “Encuentros regionales por un nuevo acuerdo
social”. Con paciencia nos hemos ido acercando a quienes están interesadas en
discutir nuestra propuesta, y dichos encuentros están en camino. Pensamos que las
leyes que rigen nuestro país han perdido valor para el pueblo, pues o
directamente lo agreden, o perpetúan las condiciones de su opresión.
Hemos sido testigos de que es
posible llegar a acuerdos sociales justos, claros y profundamente
transformadores de lo real. Vemos además, que la tecnología informática de hoy
puede servir para ahorrarnos -como pueblo– el costoso riesgo de la burocracia,
las representaciones, y la delegación del poder en otro. Justamente, cuando los
pueblos tienen en sus manos las herramientas que pueden permitir una
administración directa y transparente del conocimiento y la información,
herramientas que son producto exclusivo de la ciencia y el trabajo, el
capitalismo –en esta actual decadencia– amenaza con devolvernos a las tinieblas;
la biblioteca de Alejandría ya ardió una vez, y no por ello dejó de existir la
rueda. Ciencia no es lo mismo que técnica.
En la Casa de Todas y Todos
sabemos que el capitalismo no se derrumba por sí mismo. Su origen, desarrollo y
fin no están regidos por una “ley”
natural. Tenemos la convicción de que sólo con la fuerza organizada del pueblo
este sistema capitalista, con estos rasgos de decadencia, podrá ser derruido.
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