Por Academia Mexicana de
Ciencias
Natalia de Marinis
(FCPyS-UNAM)
09 julio, 2015
A diferencia de la migración o el
exilio, que permite tener una mayor conciencia de las causas de la movilidad, el
desplazamiento forzado es una salida abrupta del mundo al que se pertenece,
conformando experiencias muy traumáticas de violencia que se dan antes y
durante el desplazamiento: Natalia de Marinis.
El desplazamiento forzado interno
es un agravio que aún no cuenta con una legalidad oficial que lo reconozca, asegura.
(Academia Mexicana de Ciencias)
Recientes datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados
(ACNUR) indican que en 2014 en el mundo cada día 42 mil 500 personas en
promedio se convirtieron en refugiadas, solicitantes de asilo o personas
deslazadas internamente, dicha estimación es cuatro veces más la cifra
presentada hace cuatro años.
En México, este fenómeno
también ocurre y aunque no es reconocido oficialmente, científicos sociales
dedican sus investigaciones para comprenderlo y explicarlo.
La doctora Natalia de
Marinis, de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), aborda desde una perspectiva histórica el proceso
que sufrió la comunidad indígena triqui de San Juan Copala, Oaxaca, de 2009 a
2012, y que desplazó a cerca de 600 personas de su lugar de origen.
“Los triquis son un pueblo cuya historia ha estado
caracterizada por la violencia, pero también por los movimientos de resistencia
gestados desde el siglo XIX para frenar los despojos territoriales, reivindicar
sus territorios y defender su autonomía”, dice de Marinis.
Una de las razones que
explican por qué esta zona tiene una historia de violencia, se debe a que su
tierra es muy rica en recursos naturales comparada con la condición desértica
de casi toda la Mixteca.
La región triqui ha sido
lugar de cultivo del café, que al no tener un sistema de fincas, implicó la
construcción de un complejo sistema de poder y concentración de la comercialización
de este fruto a manos de caciques mestizos externos a los triquis, que
mantenían segregada a la región para controlar el monopolio del comercio.
–“Lo que llama la atención en estos documentos históricos -explica-, es que a los triquis se les hace ver como
personas salvajes fundamentando prácticas represivas por parte del gobierno,
como el escarmiento público, esto a manera de controlar y regular al resto de
las comunidades indígenas de Oaxaca, construyendo gobernabilidad a través de la
violencia”.
En este contexto, en
2007 el pueblo triqui y 10 comunidades más gestaron un movimiento por la
autonomía que buscó frenar la violencia reconociendo la causa de la misma en la
política electoral.
El proyecto de
autonomía, apunta de Marinis, fue un intento de pacificación que generó el
rechazo de comunidades que seguían bajo el régimen partidista que llevó al
asesinato de más de 30 personas, el ataque a muchas mujeres y el desplazamiento
del centro ceremonial, político y religioso, San Juan Copala, disputado por los
grupos políticos de la región.
Durante el
desplazamiento se realizaron varias mesas de negociación en las que intervinieron
representantes de ACNUR, y la alianza de partidos que puso fin a los 81 años
consecutivos de priismo en el estado de Oaxaca.
–“Lo que se acordó en esas mesas implicaba el retorno de dos
familias cada 15 días, lo que los desplazados no aceptaron debido a la
inseguridad que esto suponía para las familias, pues los dejaba en un alto
grado de vulnerabilidad”.
Las históricas luchas
que vivieron los triquis llevaron a la antropóloga a situar el desplazamiento
de 2009 dentro de un continuo de violencia con el argumento que lo que se dio
durante este nuevo desplazamiento fueron grietas a aquella territorialidad
física y política impuesta por el conflicto, en el que el pueblo triqui se vio
obligado a reconstruir no solo el territorio sino también la manera en la que
ejercían el poder y en el que las relaciones de poder y de género cambiaron.
–“Si bien la violencia y el desplazamiento forzado nos hablan de
destrucción, sufrimiento y pérdidas, también implican búsquedas, agencias y
cambios”.
Los cambios
Natalia de Marinis sostiene que a diferencia de la migración
o el exilio, que permite de cierta manera tener una mayor conciencia de las
causas de la movilidad, el desplazamiento forzado es una salida abrupta del
mundo al que se pertenece, es un despojo de los sentidos dados a la vida, al
territorio, a las relaciones, conformando experiencias muy traumáticas de
violencia que se dan antes y durante el desplazamiento.
–“En este caso, iniciando el asedio, algunos indígenas se
desplazaron como pudieron, se fueron a comunidades que son parte del movimiento
por la autonomía o con familiares en comunidades aledañas”.
Pero en otros casos,
aquellos que no contaban con redes de protección se desplazaron hacia la
ciudad, lo que supuso una experiencia diferente signada por mayores exclusiones
y discriminación.
Las mujeres y el
papel del líder
Uno de los cambios más coyunturales que observó Natalia de Marinis con
respecto a las relaciones de género, fue una grieta que apareció y que las
mujeres la hicieron un espacio de participación política distinto y que había
comenzado justamente durante el proyecto de autonomía.
–“Varios antropólogos de mediados
del siglo XX hablan de la figura del líder dentro de una estructura clánica, de
aquellos linajes vinculados a lo sacro, un líder dentro de una organización
patriarcal, en este caso patrilocal, dentro de la comunidad triqui. Pero me
interesé en conocer la manera en que si bien esta figura de líder tenía que ver
con la relación parental o clánica, estaba también permeada por la construcción
violenta de Estado en la región”.
Esta figura sobresalía
frecuentemente en los testimonios de las mujeres triquis, sobre todo por la
manera en que reflexionaban sobre las masculinidades violentas construidas en
el conflicto, sumamente negativas para ellas.
Contrastaba otro tipo de liderazgo
formado por la autonomía durante el movimiento, uno pacifico que había dado
participación a las mujeres. La autonomía, de la mano de otro tipo de
liderazgo, les había permitido expresarse y sentir libertad como mujeres.
“Nosotras –recuerda la investigadora la opinión de una mujer
triqui- no sabíamos hablar de
política, estuvimos excluidas de la actividad política y cuando llegamos aquí
tuvimos que romper ese silencio y esa invisibilidad y hablar desde el sentir”.
Ellas, dice de Marinis, comenzaron
un proceso organizativo en el marco de la defensa de sus derechos como pueblo
indígena y hablaron por primera vez, en el contexto de migración histórica de
los triquis, de desplazamiento forzado.
Por años se habló de la diáspora
triqui o de migración; ahora, añade la investigadora, es un fenómeno que se
reconoce y las mujeres organizadas lo plantearon como un agravio colectivo en
sus demandas por justicia y seguridad.
–“El desplazamiento forzado interno es un agravio que aún no cuenta con una
legalidad oficial que lo reconozca, esto es lo que se está buscando desde
diversas organizaciones de derechos humanos y desde varios espacios académicos”.
El trabajo de documentación de
archivo testimonial y etnográfico que reúne la especialista es el resultado de
su tesis “En los márgenes de la
inseguridad: desplazamiento forzado y relaciones de género en y poder en San
Juan Copala, Oaxaca”, ganadora del Premio de la Academia Mexicana de
Ciencias a Mejores tesis de doctorado en
Ciencias Sociales y Humanidades 2014.
Natalia de Marinis explica que
nombrar la violencia estructural y de despojo que sufren amplias poblaciones en
el país y más allá, requiere de trabajos de memorias y un compromiso desde la
academia.
Apunta que su tesis implica una de
esas apuestas en que la investigación antropológica está repensándose también a
la luz de procesos de construcción política desde la defensa de derechos
colectivos.
–“El trabajo formó parte también de proyectos colectivos de investigación
con antropólogas comprometidas con la defensa de los derechos de las mujeres y
de los pueblos indígenas del CIESAS y de otras instituciones. Esperamos que
estos temas lejos de ser olvidados puedan ser visibilizados y difundidos, y
ayuden a reflexionar sobre el papel de la investigación en contextos de
violencia”.
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