Colaboración / foto-ensayo
Voces de Mujeres
Yenifar Gómez Madrid
Agencia SubVersiones
26 noviembre, 2015/
Esta publicación forma parte de los trabajos
realizados durante el proyecto Voces de Mujeres, en el año 2015. El siguiente
es un foto-ensayo realizado por Yenifar Gómez Madrid, activista feminista de
Tenochtitlán, Estado de México, quien nos cuenta la historia de Viviana Muciño,
una mujer que perdió a su hermana, luego de que el esposo y el cuñado de ésta
perpetraran su feminicidio.
El 12 de
febrero de 2004, Nadia Muciño fue asesinada por su esposo Bernardo y su cuñado El Matute. A sus veinticuatro años, dejó
a sus hijos Carlos y José, y a su hija Fernanda; a sus padres, a sus amigos y a
sus hermanos. Sin embargo, esta historia no es la suya, sino la de Viviana, la
menor de sus hermanas, quien a partir de lo que pasó, se convirtió en una
sobreviviente de la violencia feminicida que se vive en nuestro país, y ahora,
más fuerte que nunca en el Estado de México.
En ese
febrero, por motivos económicos Viviana había dejado sus estudios de
bachillerato y sus sueños de convertirse en chef. Su hijo Jaciel recién cumplía
los dos años de edad y ella tenía que trabajar para aportar a su casa y
mantener a su pequeño.
El día
del asesinato de Nadia, Viviana tuvo un dolor muy intenso al lado del estómago
que le fue invadiendo el cuerpo. Por la mañana fue al mercado, en el trayecto
vio a Bernardo, su cuñado, en su camión de transporte público rumbo al metro
Toreo. Poco después se alistó para salir rumbo a la ciudad a entregar un
trabajo.
Ya de
regreso, se percató de que el camión de Bernardo era conducido por alguien
más. Se le hizo raro y por ahí de las
20:00 horas cuando llegó a su casa se dio cuenta de que no estaba su mamá,
Antonia, sino sólo su hermana Rocío y sus hermanos. Media hora más tarde llegó
Antonia, y con la mirada desorientada le contó lo que le había pasado a Nadia.
Viviana quiso ir a verla pero Antonia se lo impidió.
No me dejó ir a su casa. Yo la volví a ver
hasta que me despedí de ella cuando la trajeron para velarla.
Antes de
cerrar la caja, Viviana le colocó una fotografía de ella con Jaciel y unas
pulseras de hilos de colores, como las que tanto le gustaban. Nadia, además de
Antonia, fue el principal apoyo de Viviana durante su embarazo y los primeros
meses del bebé, pues gracias a su sororidad siempre fue un pilar emocional para
ella y para toda la familia.
Nadia es mi hermana, éramos cómplices, éramos
todo. Por ella soy lo que soy. Nadia para mí es todo.
Al paso
de unos días Antonia y Viviana tomaron la decisión de adoptar a los tres
pequeños de Nadia. La carga de trabajo y responsabilidad para Viviana desde
entonces se ha vuelto enorme, pues tiene que sacar adelante no sólo a Jaciel,
sino a sus hermanos menores y a sus sobrinos.
Como en
muchos hogares de este país, el despertador de Viviana suena a las seis. Señal
de que el día ha comenzado. Con una coleta que esconde su bella cabellera
ondulada calienta la comida de la tarde anterior, mientras Jaciel se prepara su
leche con chocolate y al cuarto para las siete salen corriendo hacia la
escuela.
De
regreso a casa hace labores domésticas y comienza a bordar, como le enseñó
Antonia desde hace veinte años. En un espacio de tres por uno ochenta metros
sucede la magia. Sus manos dan forma a corsés de cientos de vestidos, en los
que crea líneas, combina colores y texturas dándole vida a las piedras,
chaquiras, lentejuelas y cristales. La entrega de cada corsé o lienzo la hace
recorrer toda la ciudad con sus botitas amarillas, mochila al hombro y bolsa
cuadrada. El pago que recibe es apenas suficiente para poder subsistir.
Vivi como la llaman sus amigas se
describe a sí misma, sin dudarlo, en una canción: Let it Be. En su tiempo libre disfruta de pintar figuras de cerámica
como hadas y ángeles. Pocas veces sonríe, pero lo hace siempre que comparte su
experiencia como mamá y activista. A sus 32 años es socia fundadora de la Asociación Civil Mujeres en Incidencia,
Movilidad, Empoderando y Deconstruyendo el Pensamiento (IMED AC). También es
integrante de varias colectivas con quienes emprendió en el 2014 una serie de
acciones por la activación de la Alerta de Violencia de Género (AVG) en el Estado
de México, lo que la llevó a visitar los once municipios más peligrosos de la
entidad.
En este «viacrucis» —como ella lo denomina— cada
vez que sale a las calles para exigir justicia al gobierno, se da cuenta que no
es la única que enfrenta a este sistema patriarcal. En estos años ha conocido a
familiares de víctimas de feminicidio y desaparecidas a quienes asesora,
acompaña y da seguimiento, con la convicción de que el camino es la unión.
Seguido menciona que «eso pudo salvar a
Nadia», ya que cree fielmente que en conjunto se puede cambiar la vida de
al menos una persona.
Viviana y
su familia se han enfrentado a la espantosa maquinaria del Estado en materia de
«impartición de justicia». En el caso
de Nadia, la corrupción entre funcionarios públicos, quienes desde un principio
omitieron datos y anexaron otros con el afán de exculpar a los criminales ha
sido una pesadilla. Esta situación le permitió obtener conocimientos en materia
jurídica, así como involucrarse en colectivas feministas y de mujeres
sobrevivientes a la violencia. Por eso decidió asumirse como activista feminista,
desempeñándose además como defensora de los Derechos Humanos de las Mujeres en
la entidad.
En estos once años nos ha quedado claro que
no pararemos hasta obtener justicia para Nadia. No sólo por ella hacemos esto,
no queremos que ni una mujer más pase por esta situación.
Ella se
mantiene firme, incansable y piensa que tarde o temprano habrá justicia a pesar
de la inacción del gobierno.
Que la memoria de Nadia nos aliente para
seguir y seguir. Sé que en donde quiera que esté, nos está echando porras para
que sigamos en este camino y por ella vamos a seguir haciendo cosas por las
mujeres.
La
alianza con otras mujeres y el apoyo moral de Jaciel cuyo nombre significa «ángel de la bondad y la reconciliación»,
son su motivo para no detenerse.
Ese angelote ha hecho que me haga más
reflexiva, más importante, la experiencia de ser su mamá ha sido hermosa. Él
todo lo ha hecho fácil, no ha sido complicado, salir de viaje con mi niño,
verlo contento, estar con él es lo que más me hace feliz, el amor de mi hijo es
lo más grande que tengo al igual que el de mi familia.
Entre
lentejuelas y luces de esperanza Viviana no se detendrá hasta obtener justicia
para Nadia. Desplazándose de un lugar a otro piensa que algún día las mujeres
estaremos mejor: en un país más seguro.
El darles
voz a mujeres que no podrán hacerlo más es sólo el principio de un largo y
venidero camino. Se lo debemos a ellas que han sido asesinadas y doblemente
victimizadas.
Se lo
debemos a las y los familiares y a todas las involucradas. Entre risas, juegos,
hamburguesas, pastelillos y travesuras Nadia y Viviana crecieron cubriéndose la
una a la otra. Hoy lo único que le queda a Vivi
son las anécdotas y recuerdos que permanecen en su mente y corazón, además de
un osito de peluche que perteneció a su hermana al que ligeramente se le nota
que tuvo ojos y nariz.
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