François Houtart, profesor
al Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), Quito.
Quito, 09 de Febrero 2016
(Para TeleSur y enviado al
Telégrafo y a La Jornada.)
Publicado en América
Latina en Movimiento
13/02/2016
Hace 50 años, el 15 de Febrero murió en la guerrilla, el
sacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo. Los eventos contemporáneos deben
situarse en una perspectiva histórica, porque en materias sociales y políticas,
nada cae del cielo. Son procesos que tienen su génesis. Un actor como Camilo
Torres ha jugado un papel orientador en la historia de Colombia y vale la pena
reflexionar sobre su importancia en la situación actual. Un libro publicado en
Quito lo recuerda [1].
El análisis social de
Camilo Torres
Las conversaciones de paz en La Habana tienen como objetivo
poner fin a la lucha armada, lo que es de una vital importancia en la coyuntura
actual. Pero no significan el fin de las luchas sociales. La burguesía
colombiana ha sido muy hábil en la utilización de todos los procesos históricos
para reproducir su hegemonía: la independencia, los partidos conservadores o
liberales, la industrialización, la financiarización de la economía, el servicio
del imperialismo y hasta el narco-tráfico.
Para Camilo Torres, la
lucha armada nunca fue un fin en sí mismo, sino una solución de última
instancia, frente al fracaso, en el momento histórico que vivía, de los otros
medios: dialogo, reformas, vía parlamentaria. El futuro, después de la paz, no
será un proceso tranquilo, sino una continuación de las luchas sociales en el
campo, en las ciudades y en las zonas indígenas; de las reivindicaciones para
los servicios públicos, el acceso a la educación y a la salud, los derechos de
la naturaleza, contra las multinacionales y el imperialismo. La lucha de clases
no es una ideología, sino un hecho social y en Colombia, ella tiene un aspecto
particularmente agudo.
La unión de las
fuerzas populares
El éxito de la acción política de Camilo fue de reunir varios
sectores de la lucha popular alrededor de un proyecto común, sin abandono de la
identidad de cada uno. Fue un proceso difícil, pero no imposible y ahora es
indispensable. Las corrientes que se excluyen mutuamente y a veces se combaten
de manera más fuerte que contra el enemigo común, es una debilidad grave de las
izquierdas en el mundo y una de las causas mayores de su ineficacia política.
La reconstrucción social, después del fin del conflicto armado pedirá un nuevo
frente de las fuerzas de izquierda, como condición de un progreso social.
Camilo creía en la
necesidad de un liderazgo en la lucha, pero ni exclusivo, ni personalista, sino
como un servicio dentro de un proceso común. El protagonismo individual no era
su filosofía y esta enseñanza es hoy día importante para construir la unión.
Su llamamiento fue para
una acción de conjunto y no para una unidad alrededor de un partido o de una
organización pidiendo a todos los demás de ponerse de bajo de su propia
hegemonía. Un tal proceso exige un desinterés personal e institucional para
buscar el Bien Común de todos.
La ética como
orientación fundamental
La ética social para Camilo Torres tenía varios aspectos. El
primero era la justicia. Era para él inadmisible que ciertos sectores de la
población tengan riquezas considerables, cuando otros se quedaban en la
pobreza. Como no se trata de un problema de naturaleza, sino de construcción
social, la exigencia moral de la lucha para la justicia, es un elemento
fundamental del pensamiento y de la acción.
Otro nivel ético es la
manera de cumplir con la lucha. La no-violencia era para Camilo, un principio
de base, porque significaba el respeto de la vida. Solamente en circunstancias
bien definidas, se puede admitir una resistencia armada de pueblos o de
sectores oprimidos: agotamiento de todos otros medios y posibilidad real de
obtención de un resultado, como lo fue, por ejemplo la revolución cubana.
Los medios utilizados en
la lucha son también una dimensión de peso.
Camilo sabía muy bien que el no respeto de la ética en el curso de la lucha
no solamente era moralmente inaceptable, sino también contraproducente.
La dimensión de fe
cristiana
Cuando Camilo Torres murió en 1966, la Teología de la Liberación,
como disciplina propia, no había nacido. Sin embargo, sus bases ya estaban presentes,
es decir el compromiso de cristianos en las luchas sociales y revolucionarias y
otra manera de vivir la fe en comunidades.
Camilo Torres fue uno de
estos precursores, inspirado en un primer tiempo por la doctrina social de la
Iglesia en su orientación la más radical: condena de los abusos y de los
excesos del capitalismo como fuente de injusticias. Su búsqueda de los valores
del reino de Dios proclamados por Jesús en su sociedad de Palestina, llevo
Camilo más allá: condena del capitalismo en su lógica, lo que es la base de la
teología de la Liberación en su dimensión de ética social.
Es por eso que Camilo se
acercó del análisis marxista que permite descubrir los mecanismos de la
dominación del capital y de mirar la sociedad con los ojos de los oprimidos, lo
que el evangelio nos pide.
Frente a la globalización
de la economía mundial bajo el poder del capitalismo de monopolio, frente a la
extensión mundial de la extracción minera y de los monocultivos, a la
destrucción del patrimonio forestal, a la agresión generalizada contra los
pueblos indígenas, a las políticas de austeridad para salvar el sistema
financiero, una renovación de la teología de la liberación es más necesaria que
nunca y la inspiración de Camilo Torres puede ayudar los creyentes a
redimensionar su fe en esta perspectiva.
Estos cuatro ejes son la
contribución de Camilo a la reconstrucción de la sociedad colombiana después de
los acuerdos de paz.
[1]
Javier Giraldo Moreno, s.j., François Houtart, Gustavo Pérez Ramírez, Camilo Torres Restrepo y el Amor eficaz,
Ediciones La Tierra, Quito, 2016.
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