Abel Barrera Hernández*
(*Antropólogo. Director
del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan).
Comandanta Néstora, hoy es un buen día para la Policía
Comunitaria de Guerrero. Tu libertad es un paso firme en esta ardua lucha
contra la impunidad. Saliste airosa con tu uniforme de la CRAC. Con el garbo
que te caracteriza, refrendaste tu lealtad y compromiso a los setenta
compañeros y compañeras de la policía comunitaria de Olinalá y Huamuxtitlán.
Abrazaste con gran fuerza y cariño a la comisión de padres y madres de los 43
estudiantes desaparecidos. Fue claro tu compromiso de unirte a su clamor para
que haya verdad y justicia, para que se castigue a los perpetradores. Abriste
el camino para que Gonzalo, Arturo, Bernardino, Ángel, Eleuterio, Abad,
Florentino, Benito y Samuel, presos en los penales de Chilpancingo y Ayutla,
puedan alcanzar su libertad. Venciste al poder infame y demostraste a los
mismos jueces que también para ellos y ellas eres la Comandanta.
Comandanta Néstora, ¿cuánto
cuesta pelear por la justicia en un estado hecho trizas por el poder caciquil?
¿Qué precio hay que pagar con los testaferros de la justicia del estado por
defender los derechos del pueblo? ¿Cuántos delitos cometiste, según el gobierno
caciquil, por ser fiel al mandato de la asamblea de la CRAC, para combatir a
los grupos de la delincuencia?
¿Por qué, siendo una mujer
defensora de su pueblo, fuiste refundida en un calabozo al lado de los
delincuentes de alta peligrosidad? ¿Qué autoridades dieron las órdenes al
Ejército y la Marina para llevarte a Acapulco y treparte al avión para recluirte
en el penal de Tepic?
Comandanta Néstora, ¿por
qué tuviste que pagar tan cara tu osadía de combatir a las autoridades que
delinquen, a los policías coludidos con el crimen, a las autoridades civiles
que trabajan en contubernio con los jefes de la maña y al Ejército actuando en
complicidad para proteger los intereses de la delincuencia organizada? Para los
que ahí nacimos padecemos ese destino funesto de surcar el camino de la
justicia con persecuciones, encarcelamientos y asesinatos de quienes increpan
al poder.
¿Por qué en la cárcel tú
por dos años siete meses, y libres todas las autoridades civiles de alto rango
y militares que desaparecieron a los 43 estudiantes de la normal rural de
Ayotzinapa, a más de un año y seis meses? ¿Por qué en un penal de alta
seguridad una defensora del pueblo, y en las calles y avenidas los
delincuentes, matando y desapareciendo a una población inerme? ¿Por qué te
criminalizan y te estigmatizan como comandanta de la policía comunitaria y se
encubre y protege a los halcones y sicarios que pululan en las principales ciudades
de Guerrero?
En nuestro estado, donde
la delincuencia organizada se ha enseñoreado en las siete regiones de la
entidad y ha socavado el maltrecho estado de derecho, las policías comunitarias
cargan con la alta responsabilidad de enfrentar a un poder que tortura,
desaparece y mata a su gente. ¿Cómo los ciudadanos y ciudadanas de estos
pueblos podemos contener la violencia criminal incubada y alentada por los
grupos caciquiles? ¿Cómo lidiar contra los policías estales que convierten los
separos ilegales de sus comandancias en los centros de operación de las bandas
del crimen organizado? ¿Qué hacer ante un Ejército de ocupación que desde la
guerra sucia ha perpetrado múltiples casos de desapariciones, ejecuciones y
torturas, actuando impunemente como un estado dentro del estado?
Las y los guerrerenses en
medio de este colapso de las instituciones, de la ruindad de sus autoridades
que sin ningún rubor expolian al pueblo pobre y se amafian con las
organizaciones delincuenciales, se han levantado para romper los muros de la
iniquidad y la impunidad. Desde el macizo de la Sierra Madre del Sur, los
campesinos han bajado para demandar al gobierno atención a sus necesidades
básicas, pero las respuestas han sido las balas y la persecución de sus
líderes.
En la Montaña los pueblos
indígenas tuvieron que remontar las adversidades seculares y la estigmatización
de su indianidad, para erigir en medio de las grietas del sistema de justicia
estatal, su propio sistema de justicia y seguridad comunitarias. Un proyecto histórico
enraizado en el corazón de un pueblo indómito, que defiende con ahínco sus
sistemas de gobierno y sus territorios sagrados.
La justicia se hizo pueblo
en la Costa y Montaña, la asamblea se erigió en máxima autoridad y ordenó a los
policías del pueblo que asumieran la defensa de la comunidad. Néstora, este
mandato supremo es el que guio tus pasos. Fue el imperativo legal y ético que
te llevó a recorrer los caminos para encarar a los grupos delincuenciales y a
desmarañar la urdimbre de intereses ilícitos de los gobernantes.
En Olinalá comenzó tu
lucha tenaz contra el cacicazgo atroz de los gobernantes de Guerrero. Por
demostrar decisión y capacidad para desarticular a las bandas del crimen
organizado vinculados con los cacicazgos vetustos, se cobraron muy caro tu
entereza. Con todos los compañeros y compañeras de la policía comunitaria
volcados en las calles, lograste lo que el Ejército, la Marina y la Gendarmería
no han podido hacer en Acapulco, Chilpancingo e Iguala. En la Montaña te
topaste con policías y militares expertos en destruir procesos organizativos,
en hacer la guerra a los pobres y en perseguir a los luchadores sociales.
Constataste que parte del problema son estos cuerpos de seguridad que actúan en
la opacidad y bajo el cobijo de la impunidad. En tu memoria guardas los
momentos tristes y dolorosos de muchas familias que nunca han encontrado una
autoridad dispuesta a escuchar su clamor a asumir su causa por la justicia.
Quedaron marcadas de por vida las muertes de jóvenes asesinados en Olinalá, los
secuestrados, las familias desplazadas y sometidas por la delincuencia. Junto a
la indignación del pueblo que tocó las campanas para detener a la policía
municipal, los señores grandes y jóvenes te nombraron su comandanta, la
coordinadora de todas las acciones de la comunitaria.
En esta lucha aprendiste
que sólo obedeciendo a la asamblea se adquiere autoridad. Que nada tiene fuerza
ni legitimidad si no se trabaja en colectivo. Que el secreto de tu capacidad de
convocatoria es la postura incluyente de las mujeres y de las víctimas y tu
grito libre en defensa de los que sufren.
Comandanta Néstora, hoy
Agustina, hija del pueblo tu’un savi de Ayutla y esposa de Arturo Campos, portó
con gran orgullo la gorra y la playera de la CRAC, porque para los pueblos
indígenas es un uniforme que se respeta. A tu lado levantó el puño y alzó la
voz en nombre de sus compañeras, que hoy también se apostaron en los tribunales
de Chilpancingo para exigir la libertad de sus esposos y emprender la campaña
que has anunciado para dar rostro y nombre a nuestros presos políticos de la
CRAC. El saludo de tus compañeros y compañeras de la policía comunitaria,
reafirmó tu calidad como autoridad comunitaria: a sus órdenes, Comandanta.
Comentarios