Sólo el pueblo defiende al pueblo
Paloma Montes
Foto: Heriberto Paredes
Somos el Medio
Desde hace tres años, Giovanni es policía comunitario en
Olinalá, Guerrero. No es el primero en su familia en participar, su tía, Néstora
Salgado, estuvo presa dos años y siete meses, por buscar la tranquilidad de su
pueblo.
En entrevista, el joven de
eterno sombrero y bigote, explica que la delincuencia organizada tenía aterrada
a la sociedad: “los policías municipales
protegían a los delincuentes que cobraban cuotas a los comerciantes. Quien no
pagaba, terminaba muerto”.
Desgastados por el crimen,
los pobladores de Olinalá se levantaron en armas en octubre de 2012: “todo empezó cuando desaparecieron a
comerciante que vendía celulares, a los pocos días encontraron su cuerpo con
huellas de tortura. Luego levantaron a un taxista que no quiso pagar la cuota y
pasó lo mismo, su cuerpo apareció días después, le habían dejado caer piedras
en la cabeza. Los delincuentes querían decirnos algo: esto le va a pasar al que
no pague”.
Mientras sepultaban al
taxista, se corrió el rumor de que ya habían “levantado” a otra persona. En ese momento, recuerda Giovanni, fue
cuando la gente “se alborotó”: “los que tenían armas, las sacaron, los que
no, con machetes o palos”.
Esa misma tarde se logró
la captura de cuatro de los responsables, quienes fueron trasladados a las instalaciones
de la policía municipal. En su afán de hacer justicia, el pueblo decidió ir a
buscar a los dos delincuentes que habían logrado escapar. Horas después, cuando
regresaron a ver a los primeros capturados se enteraron de que habían sido
liberados.
“Los policías les prestaron uniformes a los delincuentes, se
escaparon vestidos de policías. Más y más gente empezó a llegar y decidimos
tomar el control del municipio, desarmamos a la policía y pusimos retenes en
las entradas y salidas”, explica Giovanni.
Conscientes de que el
presidente municipal estaba en contra del pueblo, se tomó la decisión de
recurrir a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC): “buscábamos adherirnos, no queríamos ser
sólo un grupo armado. A partir de entonces se realizaron asambleas para elegir
a los policías y tomarles protestas. Comenzamos a funcionar como Policía
Comunitaria”.
Sin embargo, la detención
de Néstora Salgado debilitó a la Policía Comunitaria: “algunos decidieron ya no participar, por temor a ser detenidos”.
-¿Y tú, consideraste irte?, le pregunto a Giovanni.
–Nunca pasó por mi cabeza
el salirme de la policía. A pesar de la represión y el hostigamiento del
Ejército y la Marina, tengo un compromiso con mi pueblo y con mi tía, la
comandanta Néstora. Al contrario, su encarcelamiento me motivó más.
Actualmente, en Olinalá
existen 10 mujeres policías. “Su
participación es muy importante”, apunta Giovanni, “en los retenes son ellas quienes se encargan de revisar a otras
mujeres”. Pero este grupo de luchadoras tienen ciertas limitaciones, pues
en los recorridos u “operativos más
fuertes” ellas no están incluidas.
Debido a que se trata de
un servicio comunitario, tanto mujeres como hombres participan en la policía en
sus ratos libres o en las noches, cuando se presentan emergencias. Se realizan
rondines cada tercer día. En esos momentos, reconoce Salgado, “tenemos que andar a pesar del temor de
encontrarnos con algún grupo de la delincuencia”.
En medio de la oscuridad
que caracteriza a las montañas de Guerrero, hay momentos de alegría: “la gente reconoce nuestro trabajo, en los
recorridos nos saludan y agradecen”. Desde el surgimiento de “la comunitaria” se redujeron los
delitos en un 80 por ciento.
Antes de concluir la
entrevista, Giovanni insiste en que la Policía Comunitaria de Olinalá sirve “por amor a su familia, por amor al pueblo y
a la libertad. Se pierde lo romántico del amor”.
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