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CATALUNYA: NO QUEREMOS REFORMAR LA SOCIEDAD, SINO CONSTRUIR OTRA

Red Latina sin fronteras
15 mayo, 2016
El movimiento de las cooperativas integrales, nacido en Cataluña, se va extendiendo poco a poco. Sus miembros han renunciado a reformar la sociedad. Prefieren construir otra, «liberada de las dominaciones capitalista, de género y de raza»; una sociedad sin Estado, en la que los ciudadanos ejercen juntos un poder autónomo, a partir de abajo. Las principales herramientas para llegar a esto son la democracia directa, unas estructuras cooperativas y la moneda social como medio de intercambios que escapen al sistema dominante.
Esta utopía es fuerte. Va seduciendo a miles de personas que se emplean, día tras día, a hacerla realidad.
DOSSIER:
.- La Cooperativa Integral Catalana.
.- Calafou: en camino hacia el post-capitalismo.
.- Eco-redes: una dinámica propia.
.- Coopération Intégrale Toulousaine: paso a paso pero con determinación.
Entre 2 000 y 7 000 cooperativistas
La Cooperativa Integral Catalana (CIC, nacida en 2010), que está al origen de aquél movimiento, reúne en toda Cataluña a más de 2 000 personas; y quizás hasta se puede hablar de unas 6 000 o 7 000 personas, más o menos implicadas. En efecto, gran parte de las actividades en torno a la cooperativa integral se desarrollan de modo informal y es difícil registrar las numerosas iniciativas locales, autónomas por definición.
Lo cierto es que el movimiento va difundiéndose en España y fuera. Hay actualmente, en España, una quincena de cooperativas integrales, la mayor parte a nivel de una región o de una ciudad. En Francia, varias cooperativas integrales fueron creadas más recientemente (como la de Toulouse: leer más lejos).
Un funcionamiento más que todo informal
El funcionamiento de la CIC es sencillo: se da prioridad a la iniciativa local mientras la asamblea permanente coordina. Pero a la vez es un poco difícil de concebir porque la organización informal prima sobre las estructuras oficiales. Estas se van creando según las necesidades, de modo pragmático.
La base del funcionamiento de la CIC es la asamblea permanente, que reúne más o menos cada mes a los cooperadores quienes lo desean. Las decisiones se toman según el principio del consenso.
Diariamente, el trabajo de organización lo realizan comisiones (con temas permanentes) o grupos (con temas puntuales). Las comisiones están agrupadas en nodos temáticos, para favorecer la cohesión de sus actividades.
Se ha emprendido un proceso de descentralización con la reciente creación de asambleas «bioregionales», en cada una de las tres regiones de la CIC, norte, centro y sur.
Pero la otra base de la CIC son las eco-redes o redes locales. Las hay 25 en actividad; son autónomas y sus actividades son tan diversas como los procesos que las han dado a luz.
Estas eco-redes están concretamente vinculadas entre ellas por la CAC (Central de Abastecimiento Catalana) y por la moneda social. Esta permite a la CAC funcionar pero también permite numerosos otros intercambios de bienes y servicios. Las eco-redes tienen generalmente sur propia moneda social, a escala local, y ésta es convertible en moneda social de la cooperativa, el Eco.
La Cooperativa Integral Catalana no tiene, por ella misma, existencia jurídica. Está formalmente estructurada en tres cooperativas principales: la CASX (Cooperativa d’Autofinançament Social en Xarxa = Cooperativa de auto-financiación social en red); una cooperativa de patrimonio (Masos pel decreixement), que permite disponer de una estructura jurídica para la posesión de inmuebles; y una cooperativa de profesionales (Xarxa Interprofesional).
Esta última ha servido de apoyo, al principio, a unas 800 personas para crear su propio empleo. Los llaman los «auto-ocupados».
En realidad, se crea una nueva cooperativa cada vez que es necesario: esto para limitar su tamaño (y así facilitar su trabajo) y porque cada cooperativa tiene un nivel de «responsabilidad limitada» que es mejor no rebasar: la responsabilidad limitada es una característica de la forma legal de la cooperativa la cual implica que los «socios» no son responsables económicamente; en caso de riesgo solo queda expuesto el capital social. Por otra parte está la limitación de número de «socios auto-ocupados» que se quiere establecer para cada nueva cooperativa; esta limitación no es limitación de responsabilidad de los socios sino limitación de volumen de facturación por temas de hacienda e IVA.
Hay otro aspecto en la organización: la CIC compensa económicamente («asignación») a 50 militantes quienes hacen para ella trabajo militante de tipo administrativo y organizativo. Las asignaciones van de unas 300 a 900 unidades monetarias, en euros o en ecos (representa este gasto la mayor parte del presupuesto de la CIC).
Así se puede resumir el «sistema» de la cooperativa integral; volveremos después con más detalles sobre algunos de sus aspectos. Lo que se puede destacar es una organización cooperativa con iniciativa en la base, en la acción de los grupos de base que se auto-gobiernan. El papel de la asamblea permanente es tomar las decisiones que atañen al conjunto de los cooperativistas, es coordinar y es velar por el respeto de los principios comunes.
Un contexto histórico determinante
La Cooperativa Integral Catalana se enraíza por una parte en la tradición libertaria catalana y española, con la que los cuatro decenios del franquismo no lograron acabar (1), y por otra parte en la historia reciente de los movimientos sociales españoles.
En el origen de la CIC encontramos lo que se puede considerar como una cooperativa de pruebas, Altercoms (2006-2008). El Primer seminario de sistemas monetarios libres, en el año 2009 (en Alto Montseny), es otro evento fundador de la CIC.
Como lo explica Carlos, de Coopération Intégrale Toulousaine, «la crisis inmobiliaria del final de los años 2000 en España provocó un aumento súbito del paro, hasta el 45% entre los jóvenes (a pesar de su nivel de cualificación generalmente elevado)».
En este contexto se desarrollaron luchas ciudadanas como la de la PAH (Plataforma d’afectats per la hipoteca), surgida en Barcelona en 2009, y que se extendió a toda España. Este movimiento ha obstaculizado, por manifestaciones, numerosos desahucios de propietarios de alojamientos que se encontraban en la imposibilidad de pagar sus préstamos. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, fue una de las fundadoras y la portavoz de la PAH.
Carlos completa: «Siguiendo el modelo de Occupy Wall Street, el movimiento de los Indignados (15 de mayo de 2011) y numerosas otras iniciativas surgieron en España, con el objetivo de intentar salir del capitalismo. Estos movimientos propugnan una democracia real, al contrario de la democracia parlamentaria representativa». (2)
«Con esta idea, los creadores de la Cooperativa Integral Catalana han elegido un sistema de toma de decisiones al consenso y siempre al nivel más local».
«En el enfoque de la Red catalana por el decrecimiento, recorrieron toda Cataluña, en bicicleta, de pueblo en pueblo, para decir cómo se sale concretamente del capitalismo, esto apoyándose en varios principios: comer productos locales, crear cooperativas, organizarse en redes, en autogestión y crear monedas locales».
«Así se unieron 45 pueblos (a partir de 2009). Y se crearon las eco-redes; son redes organizadas a la escala más local, la de un pueblo por ejemplo».
Los fundadores de la CIC se refieren a menudo al Llamamiento Internacional para la Revolución Integral, difundido en 2010, y también al zapatismo: las nociones de poder ejercido directamente por el pueblo y de comunidades locales auto-gobernadas se vuelven a encontrar en las cooperativas integrales.
Por fin, en el origen, también está Enric Durán quién, por su aportación teórica, desempeñó un papel importante en la emergencia de la CIC. Entre 2006 y 2008, él había contratado 68 préstamos, ante 39 bancos diferentes, por un importe total de cerca de 500,000 €, que nunca devolvió. Este dinero lo empleó a financiar varios movimientos sociales «y entre ellos el colectivo Crisis, el cual distribuyó dos periódicos con tirada elevada para denunciar el papel de los bancos en la crisis y explicar el concepto de cooperativa integral» (cf. artículo de Emmanuel Daniel en Reporterre de 26/5/2015). Enric Durán ha denunciado el sistema de creación monetaria que, al provocar la deuda, da el poder a las instituciones financieras internacionales para imponer la política liberal (privatizaciones, planes de ajuste estructural…).
Encarcelado durante dos meses y luego liberado bajo fianza, dejó España, negándose a comparecer ante la justicia en condiciones que él consideraba injustas.
Moneda social: para salir del mercado capitalista
La moneda social de la CIC, el Eco, no puede ser objeto de especulación ni producir intereses. Al contrario del Euro y otras monedas convencionales, es creada a partir de la actividad y de los intercambios.
Cualquier cooperativista puede tener acceso a esta moneda virtual por una plataforma informática, Integral CES, una aplicación a la CIC del CES (Community Exchange System). El CES es una red, nacida en África del Sur, que se extiende ahora en el mundo entero (la península Ibérica es su mayor usuario y representa el tercio de los usos). El CES y el Integral CES son compatibles.
Se puede tener acceso al Eco sin otro vínculo obligatorio con la CIC. Al abrir una cuenta, se puede participar al sistema de oferta y demanda de bienes o servicios.
Cada eco-red tiene su moneda social, la cual está vinculada con el Eco.
Los principales usos de la moneda social son los intercambios en y entre las eco-redes, la CAC (Central de Abastecimiento Catalana que abastece, en toda Cataluña, unas 30 despensas locales) y el pago de servicios o productos de los «auto-ocupados».
Respecto al «Eco», un objetivo prioritario de la CIC, al igual que de las monedas de las eco-redes, es liberarse del mercado capitalista, lo que no es el caso de monedas locales que existen en España y en Francia fuera de las cooperativas integrales, y cuyo objetivo principal es favorecer el consumo de productos locales, sin más.
Esta moneda anima pues a cada usuario para que encuentre los productos y servicios que necesita no en el mercado capitalista sino dentro del sistema cooperativo de la CIC o dentro de la comunidad de intercambio que es cada eco-red, y le lleva a ser él mismo una fuente de oferta de productos o servicios. En suma, para vivir con la moneda social, hay que cambiar de vida para lograr encontrar sus principales medios de subsistencia (alojamiento, alimentación, salud, vestidos…) dentro del sistema cooperativo y abstenerse de ciertos bienes de la sociedad de consumo. Idealmente, cada usuario es consumidor y productor, y aporta a la comunidad de intercambio tanto como obtiene de ella; éste es el «principio de reciprocidad», que a su vez actúa como principio de estabilidad monetaria (tendencia al balance cero entre eco-redes) y simplificación del mantenimiento (reducción de operaciones monetarias de cualquier tipo por medio del intercambio).
La CAC, lugar de promoción de la moneda social… o, mejor, de los intercambios sin moneda alguna.
La Central de Abastecimiento Catalana (CAC) pone en relación productores y consumidores para productos con una caducidad mínima de un mes. No tiene ni quiere tener frigoríficos, almacenes o vehículos propios, sino distribuir toda la logística entre los participantes, mediante una buena gestión informática. Por su parte, las despensas locales («rebosts» en catalán), gestionadas por las eco-redes, se encargan de los productos frescos.
Cada mes, los productores anuncian los productos que pueden ofrecer y los compradores (cooperativistas o no), hacen su pedido; la CAC reparte los pedidos de todos los grupos en los rebosts, que son los puntos de entrega de grupos de consumo, comisiones y rebosts.
Actualmente, la CAC tiene unos 500 usuarios, repartidos en más de 30 rebosts (20 son realmente activos) y unos 10 grupos de consumo (en crecimiento). Los pagos se hacen en euros y en ecos. La CAC cobra un 5% del importe de las ventas para gastos y un coste de transporte cooperativizado proporcional al peso del pedido.
Aproximadamente los dos tercios de los productos proceden de productores cooperativistas. Y, últimamente, se ha llegado al 48% pagado en moneda social (el Eco): esta proporción ha duplicado desde que se aplica un respaldo selectivo para la compra en ecos por parte de los productores.
Esto es una cuestión central para la CAC. Ciertos productos son pagados en parte en euros y en parte en ecos; otros totalmente en euros o en ecos. Esto según las posibilidades de los productores de usar los ecos que reciben. Además la CAC tiene que comprar ciertos productos en euros porque es el único modo de encontrarlos. Vadó, uno de las cuatro personas de la comisión CAC, toma el ejemplo de los botes de cristal para conservas, muy usados por los cooperativistas.
Hubo un momento en el que la CAC aceptaba los pagos 100% en ecos, aunque la CIC pagara a los proveedores en euros (en realidad, la CAC es una estructura informal; se apoya en la CIC para las gestiones oficiales). Lo que ocasionó un desequilibrio entre la necesidad de euros y los ingresados.
Para incentivar a los productores y a los consumidores a usar más moneda social, la CAC decidió en agosto pasado limitar el respaldo en ecos (luego convertidos en euros pagados por la CIC) a los productores y consumidores en función de su participación en los intercambios en los seis meses pasados: Cuanto más consumes, más produces, menor es la diferencia entre tu consumo y tu producción y más moneda social aceptas por lo que ofreces en la CAC, más respaldo tienes, es decir, con más ecos puedes pagar tus pedidos a la CAC. Además, el objetivo es reducir lo más posible las operaciones monetarias: cuando más se intercambia, menor es la diferencia que se paga en moneda. Y el hecho de que sea en euros o en ecos, finalmente, tiene menor importancia.
Esta manera de hacer, dice Vadó, se muestra eficaz: «Desde que se empezó el respaldo selectivo se ha duplicado el porcentaje medio de moneda social. La gente escoge a productores que ofrecen más productos en ecos y los productores aceptan más ecos. Es un buen motor. Para mí es clave respaldar a quién participa según nuestros principios ya que se genera una reacción en cadena a favor de éstos».
Otro objetivo de la CIC (y de la CAC), ir más y más hacia el abastecimiento local: «Es un proceso lento, ya casi maduro», dice Vadó. «Queremos que los rebosts canalicen a los productores locales hacia el resto de la red». Se pide pues a los rebosts que identifiquen a los productores de los cuales la cooperativa necesita y que los avalen. Hay un proyecto de sello de confianza: cada rebost pondrá el aval a productores para distribuir en toda la CAC. Los criterios son los mismos de siempre: local, ecológico, ético.
Este proceso es, al mismo tiempo, el de la descentralización de la CAC. El proyecto es que empiecen a conectarse los rebosts próximos para luego crear una central de abastecimiento bioregional (CAB). La CAC, a su vez, se fundiría en una de las centrales bioregionales.
Vadó subraya otras posibles cuestiones que solucionar: «No tenemos sistema de precios; por ahora generalmente nos basamos en el euro pero no más que para tener una comparación. Vemos pequeños síntomas de lo que puede venir cuando crezcamos: por ejemplo, ciertos productores no reaccionan como esperamos, sintiendo que compiten con otros productores; cuando esto se produce, la solución es hablar juntos en asamblea para compartir situaciones, formas de producción, conocimientos y establecer acuerdos sobre la base del apoyo mutuo».
Es por otra parte necesario controlar el origen de los ecos: «Hubo un desarrollo de moneda social sin límites, inmaduro; la gente buscaba ecos con cualquier medio. Cada vez que vemos un número de cuenta que no conocemos, pedimos asesoramiento a la Comisión de Intercambio y Moneda Social (CIMS) para que evalúe su eco-red y nos diga si para ella es confiable esa eco-red».
Vadó defiende una idea fuerte: La CAC (y sus formas locales) «es un atractivo para los que no conocen la cooperativa; cada uno puede venir sin definir exactamente sus principios y la moneda social no es obligatoria, esto es una buena entrada. Incluso para los grupos de consumo que pagan en euros; así respaldan el sistema. Es una economía dual». Y luego, poco a poco, se aumenta el uso de moneda social y sobre todo, al final, el intercambio sin moneda.
«Auto-ocupados»: al centro de la economía cooperativa
El sistema de los «auto-ocupados» es uno de los factores de éxito de la Cooperativa Integral Catalana. Permite a personas crear su empleo y, por consiguiente, asegurar sus ingresos, en el cuadro cooperativo; así tienen la posibilidad de liberarse del sistema económico que rechazan. Para la cooperativa, los auto-ocupados son un elemento esencial para ir concretando una nueva sociedad.
La CIC proporciona a los auto-ocupados los consejos necesarios para el desarrollo de su actividad y se encarga de una parte de la gestión administrativa.
Son unos 800 auto-ocupados, aunque con una proporción relativamente alta de movimiento (altas y bajas), algo como el 40% cada año. Sus campos de actividad son diversos con una fuerte proporción de profesiones artesanales y de la salud. Muchos (más o menos la mitad) son feriantes (venden sus productos en los mercados).
El mecanismo de los auto-ocupados, al tiempo que respeta las bases legales, beneficia de ciertas disposiciones: los auto-ocupados son considerados como socios voluntarios de la cooperativa (la cual tiene reconocimiento con finalidad social). Por ello no tienen que pagar los gastos habituales de los trabajadores por cuenta propia, como el IRPF, y es la cooperativa la que factura sus prestaciones y paga el IVA si es conveniente.
Por otra parte han de pagar a la CIC una cuota proporcional a su volumen de negocios. Esta cuota es la principal fuente de ingresos de la CIC (o sea casi la única).
Los auto-ocupados no benefician de la cobertura social de la que disfrutarían si tuvieran un estatuto de trabajador por cuenta propia. Si su actividad lo requiere, tienen que suscribir un seguro de responsabilidad civil. Pueden también asegurarse personalmente, por ejemplo para una pensión de jubilación.
La CIC ha creado una bolsa de trabajo («Fem feina») para poner en relación a los cooperadores quienes necesitan ayuda y a los que están en busca de actividad.
Se observa que algunos auto-ocupados tienen tendencia a usar de la cooperativa, y no a implicarse en ella; solo buscan una solución económica. Esto, dice Vadó, «es también una responsabilidad de la cooperativa, el ser más selectiva según el grado de afinidad de los participantes, aplicando un filtro adecuado durante el proceso de acogida».
Salud: una experiencia de centro autónomo
La cooperativa promueve las iniciativas que permitan «recuperar lo público como un bien colectivo – ni estatal ni privado»,  en particular en materia de educación, salud, vivienda, transportes, energía.
En cuanto a la salud, un enfoque cooperativo había sido llevado con el CAPS (Centro de Autogestión Primaria en Salud). Varios profesionales de salud y sociales, interesados por la manera de ver de la CIC, se habían juntado en un centro autónomo, en el piso de Aurea Social (Carrer de Sardenya en Barcelona), en el cual se ubica la sede de la CIC. Ellos atendían al público, proporcionaban asistencia básica y promovían la prevención.
Había un enfoque de lucha contra la exclusión del acceso al cuidado, una exclusión que va creciendo en España (y también, en menor grado, en Francia) por causa de las rebajas de los presupuestos de salud y de las privatizaciones.
También se trataba de construir un sistema mutualista con cuotas y toma en carga compartida de los gastos de salud.
Se acabó la experiencia del CAPS por razones múltiples: dificultades de organización; desajuste entre los recursos de los usuarios y los ingresos de los profesionales; discrepancias en los enfoques terapéuticos (alternativos o no)… Se puede apostar a que experiencias similares no tardarán en surgir. La mentalidad es tomar en manos su propia salud, antes de todo de manera preventiva, al opuesto del sistema de consumo de salud vigente.
Seguridad social y sistema público cooperativo
Actualmente en la CIC no existe sistema de cobertura social, de prestaciones de desempleo o de jubilación. Los cooperativistas cuentan con la solidaridad de sus prójimos en caso de dificultad e impugnan el sistema estatal: «Hay que escoger entre apostar por una Seguridad Social, la del Estado, que no controlamos o apostar por un sistema social que va creciendo», dice Dani, de la comisión Comunicación.
¿A qué podría parecerse una seguridad social cooperativa? «Para mí», dice Vadó, «el proyecto más importante ahora es aprender a gestionar fondos de emergencia o cajas de resistencia para cubrir desastres de las personas y grupos y luego ampliarlo para cobertura interna (salud, retiro…), a lo menos a los más implicados y mejor a todos. Para que sea útil debe participar mucha gente, a nivel de un rebost no va a llegar para cubrir algo».
Prosigue Vadó: «Hay la cuestión de saber dónde se guarda el dinero de estas cajas para empezar. Queremos prescindir de bancos. Se está trabajando en una propuesta de prueba piloto para una caja de resistencia integrada en la CAC, con aportaciones voluntarias; la CAC puede absorber esos fondos para aumentar los productos que compra con su fondo de liquidez. Esto significaría guardar el dinero usándolo no como un banco ni mediante un sistema de préstamos sino como compra-venda colectiva. Permitiría crecer, facilitar acceso a productos que ahora no estamos ofreciendo de forma ilimitada como PC, placas solares, estufas, aparatos eléctricos… Es una urgencia. Habría que hacer una prueba primero».
«Se trata de sustituir la prestaciones del Estado. Solo podremos hacerlo si colaboramos todos».
Esto está vinculado con otro tema: «El sistema público cooperativo de la CIC de salud (como el CAPS), de educación, se detuvo. Mi punto de vista es que no se podía sostener centralizado, solo se puede a nivel más local y recibiendo el apoyo común. Se rechazaba un sistema con cuotas, impuestos; pero sin ellos no tenemos medios para organizarlo. Tenemos un miedo irracional a un sistema colectivo autoritario, cada cosa nos recuerda el Estado y lo rechazamos. Ahora creo que se podría aceptar. Si no se recaudan recursos, no se pueden redistribuir».
L’Albada: para una educación viva y respetuosa
Entre las diversas experiencias de educación, la de L’Albada, en Arbúcies (provincia de Girona, en la periferia del macizo del Montseny), es probablemente la más representativa de los objetivos de la Cooperativa Integral Catalana. En esta escuela asociativa, cuatro «educadors-es/acompanyants», una coordinadora pedagógica y una coordinadora técnica cuidan de cuatro grupos de niños y adolescentes: pequeños, medianos, grandes y adolescentes. Les ayudan unos «voluntarios en prácticas», venidos principalmente de las familias y quienes se reparten en diferentes comisiones de apoyo al proyecto: mantenimiento, limpieza, cocina, materiales.
La asociación apunta un objetivo de 26 niños, que es el punto de equilibrio para cubrir los costes; actualmente conoce ciertas dificultades. Como escuela privada, no recibe subvenciones públicas. La CIC estuvo apoyando económicamente a L‘Albada durante más de un año, pero a causa de varias decisiones de reducción de gastos se detuvo.
Sus bases pedagógicas «están basadas en diferentes referencias y experiencias pedagógicas, sin encerrarse en ninguna ideología rígida».
«El sentido actual de la Escuela» (en Europa), dicen los constructores de L’Albada, «viene de la revolución industrial para tenernos domesticados y enseñados para producir. No está pensado para acompañar los procesos de las personas».
Las preocupaciones de L’Albada son muy diferentes: «No priorizamos el aprendizaje intelectual por encima de las otras capacidades del ser sino que contemplamos la belleza del ser en todas sus dimensiones: tanto la espiritual como la intelectual, como la física psicomotriz o la emocional». (…) «Si no lo interrumpes por tus miedos, tus necesidades, es algo que no tiene fin: es imposible que no hagan o que no aprendan si no se les desconecta las ganas de vivir y de aprender; el impulso de vida es innato en ellos».
Fuente: Documental Dreceres y Albada Viva.
Reforma y revolución integral
Ya está claro que en la CIC la estrategia no es cambiar la sociedad sino cambiar de sociedad. ¿Es verdaderamente imposible cambiar el sistema desde el interior? «Se pueden mejorar ciertas cosas», dice Dani, «pero esto pide mucho esfuerzo; preferimos construir otra cosa, experimentar otros tipos de organización y demostrar que pueden ser posibles. Las cosas fundamentales tienen que ser cambiadas desde el exterior».
Este modo de ver es poco habitual en Francia, en donde la alternativa política se plantea, hasta ahora, mucho más en términos de reforma de la sociedad que de cambio radical. Esto porque al Estado francés todavía lo ven las generaciones más antiguas como el heredero del Estado social que construyeron primero el Frente Popular de 1936 y luego los gobiernos después de la Liberación.
Este Estado social, por cierto está integrado en el sistema capitalista: la riqueza de Francia estriba en parte en la explotación de sus antiguas colonias y en las posiciones de las empresas franco-multinacionales en el mundo. Por otra parte, este Estado social va siendo mordisqueado poco a poco por la globalización y el liberalismo («there is no alternative») activado por los gobiernos sucesivos, de la derecha como del partido «socialista». Pero todavía quedan de él unas bases sólidas y se puede creer que es preciso salvaguardarlas y que sus principios pueden ser útiles para volver algún día a una sociedad más justa. ¿Pero cómo? ¿Por la reforma o por la revolución integral?… ¿o por ambos medios a la vez?
Una parte de las jóvenes generaciones francesas es más abierta a la idea de revolución integral, aunque se habla poco de esta en Francia en aquellos términos. Las iniciativas en este sentido son numerosas, en varios ámbitos (agricultura ecológica, grupos de consumo ecológico, eco-aldeas, sistemas locales de intercambio…). Pero son dispersas.
¿Y mañana?
Volvamos a la Cooperativa Integral Catalana. Nos podemos preguntar cómo va a evolucionar en distintos aspectos. Primero en el del equilibrio entre lo local y lo regional (a nivel de Cataluña) en el proceso de decisión. Vadó comenta el proceso de descentralización emprendido a partir de agosto con la creación de asambleas bioregionales: «En las asambleas permanentes y en las jornadas asamblearias (estas son asambleas itinerantes), había poca participación. Hemos intentado participación virtual pero es difícil para la moderación y la asignación de tiempo. La única solución es la descentralización en asambleas más locales. Es más fácil coordinarse cuando convivimos, hay más confianza. Era una urgencia pasar a lo local».
Hay en la CIC un principio fuerte que es la decisión al consenso. «El consenso», dice Vadó, «es un límite de seguridad para que no se caiga en el sistema de votación con menosprecio de las minorías. En las asambleas de bioregiones hay una propuesta de limitar el derecho de bloqueo: tendría que ser argumentado y no de una sola persona, sería necesario un número mínimo de personas».
«Se podrá también evolucionar con una forma de toma de decisiones más ágil, para tomas urgentes», dice Vadó, pero la base seguirá siendo la democracia real y por consenso.
Otra pregunta principal para con el porvenir de la CIC es ¿Cómo reforzar la independencia para con el sistema Euro?
Opina Vadó: «Hay gastos como el alquiler, la gasolina, de los que no podemos prescindir fácilmente. Hace falta muchos años para poder acceder a ellos en moneda social. Un objetivo realista es mitad-mitad (moneda social y euro). Hay que madurar proyectos grandes de cultivo, de vivienda, de comunidades, producir combustibles biológicos. Antes hay que sentar unas buenas bases; la base más potente es la red de consumo y de producción colectiva».
Vadó pone el acento en un punto: «El sistema económico de red alternativa implica crear comunidades para ocuparse de niños y mayores. La comunidad podría centrarse en una escuela viva, sostenida cooperativamente por las familias que se centran en la educación de sus hijos. Podría también servir de apoyo para la formación de los adolescentes. Esto es estar próximos para compartir recursos y gastos, y eventualmente la vivienda (cada familia debe tener su propio espacio, hay el íntimo y el común)».
Otra pregunta: ¿Se puede que las iniciativas pierdan impulso?
No es el sentimiento de Vadó para quien «la cooperativa está siendo reconocida en muchos sitios ya. Ya hemos generado una estructura estable. A través de la CAC, por ejemplo, hay muchos contactos en toda Cataluña cada mes, hay muchos intercambios y con la descentralización va a aumentar la participación, los intercambios».
Con apenas cinco años de existencia es cierto que la CIC ha avanzado mucho, pero ¿Se debe temer, con el éxito, una tendencia represiva del Estado?
«Desde el inicio la cooperativa ha estado yendo muy rápido y se paró», dice Vadó. «Es como debemos funcionar: hacer crecimiento lento, por proximidad, muy discreto. Cuando te ven hacer, tienen ganas de venir. Dudo que haya tendencia represiva; en cinco años nada ha pasado. La administración no tiene interés en entrar en conflicto, nos daría fuerza, es más fácil para ella esperar que caigamos por nosotros mismos…»
La Cooperativa Integral Catalana es una obra extensa. Será lo que la harán sus miembros, actuales o futuros: «No sobran proyectos», dice Dani. «Lo que nos falta es lo concreto. Hay de todo. Para ser socio, basta pagar 30€ y llenar el formulario; pero luego si no propones nada o si nada te interesa, no pasa nada». Añade: «Cuando hay una estructura vertical, autoritaria, las cosas van más rápido. Nosotros tenemos estructura horizontal…» En la que, por consiguiente, el avance depende del empeño de cada uno pero donde es más probable que el proyecto sea admitido por todos.
La Revolución Integral, dicen sus partidarios, «no es la revolución a la antigua, de tomar el poder o tener control sobre los demás sino que es un proceso revolucionario que se da en todos los ámbitos de nuestra vida; el centro de la Revolución Integral es la persona y las formas de relación humana, social y económica. Esta revolución se hace paralelamente en diversos grupos». Así es como puede ir extendiéndose.
1)   Acerca de este tema, leer el reporte del libro de José Peirats: «Les anarcho-syndicalistes espagnols, 1869-1939» (título original: «Los anarquistas en la guerra civil española»).
La voluntad popular de auto-gobernarse, en Cataluña y en otras partes, también se enraíza, más antiguamente (al menos desde la Alta Edad Media), en el autogobierno de las comunidades, rurales y ciudadanas, a través de consejos abiertos, y en la propiedad colectiva del espacio natural (con resistencias populares contra su privatización hasta el siglo XX), como lo describe David Algarra Bascón en «El Comú Català, la història dels que no surten a la història»  (Ed. Potlatch, octubre 2015). Ver: sitio del libro / información de la CIC acerca del libro / sitio Reconstruir el Comunal.
2) Lo que los diferencia de Podemos, el cual, al mismo tiempo que habla de democracia real, participa en las elecciones. Barcelona en Comú, el movimiento encabezado por Ada Colau para conquistar el ayuntamiento de Barcelona, ha decidido participar, con «Podem», en las recientes elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. Lo que es una manera de jugar a dos manos.
Más informaciones:
Cooperativa Integral Catalana.
Documental «Dreceres».
Manual de desobediencia económica (PDF): manualdesobediencia et site.
Enric Durán: emisión de Rádio Catalunya.
L’Albada: sitio y Documental Dreceres.
Artículos (en francés) de Reporterre: Ni capitalisme ni Etat / Hors Etat et hors marché / En Catalogne, une colonie éco-industrielle.
La Revolución Integral
El llamamiento para la Revolución Integral enumera, entre otras, las ideas siguientes:
.- Contra las dominaciones, construir otras sociedades mediante una revolución integral.
.- Auto-organización en asambleas populares soberanas.
.- Impugnación del Estado en todas sus versiones.
.- Recuperar la propiedad como bien común.
.- Construir un sistema público, cooperativo y autogestionario.
.- Nueva economía basada en la cooperación y la proximidad.
.- Revolución Integral desde los grupos locales con un objetivo global.
Gestión forestal: formación y creatividad
Un ejemplo entre otros muchos de iniciativa cooperativa en la CIC: La Red de Ciencias, técnicas y tecnologías de la cooperativa (XCTIT, Xarxa de ciència, tècnica i tecnologia) propone, para prepararse al invierno, una formación de gestión forestal llamada Ciasbe (Cura integral autosostenible del bosc i de l’entorn). Se dirige a personas, proyectos y comunidades en el área rural, miembros de la CIC o no.
Se trata de aprender el mantenimiento del bosque y, a la vez, los modos de sacar de él recursos energéticos y económicos sostenibles; también se trata de conocer los eco-sistemas y las cuestiones de seguridad de las cercanías (lucha contra los incendios).
En el mismo ámbito, la XCTIT ha trabajado sobre herramientas como una máquina para producir aceite de cadena de motosierra; está trabajando a instrumentos forestales y de transformación entre los cuales un torno de madera sin electricidad.
Más informaciones: XCTIT.
Calafou: en camino hacia el post-capitalismo
Colonia industrial en desuso, bordada por un río muy contaminado, Calafou es un espacio cargado de símbolos. Un grupo de la CIC ha creado allí una cooperativa de vivienda y se ha centrado en las técnicas y tecnologías como instrumento de lucha política.
En el valle del Anoia (en Vallbona d’Anoia, cerca de Igualada), Calafou es una colonia industrial abandonada que produjo, según las épocas, textiles, papel, persianas y sillones de escuela. Es uno de los proyectos mayores de la Cooperativa Integral Catalana. Al llegar allí, una inscripción anuncia: «CA LA FOU, Colònia Ecoindustrial». El calificativo «postcapitalista», que iba siguiendo, fue recientemente borrado.
Está basada la industria capitalista en el agotamiento y la destrucción de los recursos naturales y en la explotación de la mano de obra humana. Los cooperadotivistas de la CIC han decidido «hacer otra cosa de este lugar consagrado al trabajo, construir un mundo nuevo en las ruinas del capitalismo».
El proyecto surgió hace cuatro años. Antes de empezar, las personas interesadas, dentro de la CIC, se dieron un año de reflexión y preparación. «La gente tenía bastante claro el proyecto, pero pasando el tiempo hemos tenido que adaptarlo», explica Efkin, de la comisión comunicación. La reflexión se refirió, entre otras, a las ideas de Enric Durán y de Didac Acosta acerca del postcapitalismo: «El postcapitalismo apenas empezamos a ver lo que puede ser», dice Efkin. Hay la voluntad de hacer este espacio industrial más ecológico. La veintena de nuevos ocupantes del lugar produce artesanalmente.
Una cooperativa de vivienda
Han empezado a restaurar el sitio, el cual es muy extendido (tres hectáreas con grandes edificios). Por ello, la tarea es importante y necesitará tiempo. Concretamente, el grupo ha creado una cooperativa de vivienda: 27 pisos, que eran alojamientos de los obreros, van renovándose poco a poco. La cooperativa de la CIC Masos Pel Decreixement compró el sitio a crédito, por cerca de 500,000€. Los cooperativistas interesados pueden sea alquilar temporalmente un piso (por 175€/mes), sea comprarlo a crédito con opción a compra (por 17 000€). De hecho, si alguien permanece en el piso, el alquiler puede también convertirse en compra a crédito. Es un poco «de cada cual según sus capacidades».
En cualquier caso la compra no da el derecho de propiedad sobre el piso; hay una simple «cesión de uso permanente». El piso no puede ser vendido ni dar lugar a especulación. «El día que estemos solventes, empezaremos a devolver el dinero a la gente que se ha ido», dice Efkin.
Algunos talleres han sido instalados en Calafou. Sus usuarios pagan un alquiler con un importe mínimo barato: «Si quieres dar más, si tienes la posibilidad, puedes hacerlo, es una elección (…) Quedan de cuatro a seis años para acabar de comprar la colonia»
«Nos sentimos diferentes de las comunidades de los años 1970»
La cooperativa, en realidad, es todavía informal: están escribiendo los estatutos. Esto no impide que funcione: «Es un proyecto de asambleísmo descentralizado». La asamblea general, cada domingo, toma las decisiones estratégicas. Hay grupos de trabajo, con cierta autonomía: economía, comunicación, rehabilitación, proyectos productivos, cocina comunitaria, espacios verdes…
Parte de los residentes (unos diez o quince) viven aquí de modo estable, algunos de ellos desde el principio; otros se quedan un par de días o algunos meses. «Depende mucho de la forma de ganarse la vida, que implica hacerlo aquí o fuera».
Vivir juntos con veinte personas no plantea problema particular. «Me gustaría llegar a 50», dice Efkin, «No más, sería inviable».
La cooperativa es «un espacio pacífico, de consenso; no aceptamos violencia de género, de raza, ninguna discriminación… aunque es difícil de vivir aquí cuando se es ciego, con silla de ruedas, anciano o un bebé. Intentamos mejorar la accesibilidad pero el estilo de vida es duro». Algunos cuartos todavía no tienen ventana, otros son difíciles de calentar.
Aquí un aparte acerca de la discriminación de género: en Calafou, como a menudo en la CIC, se habla más fácilmente al femenino («nosotras, las cooperativistas»); aunque en realidad la distribución entre mujeres y hombres es bastante equilibrada, el femenino prevalece. Una manera de desformatear las mentes.
El respeto y la tolerancia son la norma, pero esto es muy espontáneo. La mayor parte de los residentes viene de los movimientos sociales de Barcelona, okupa…
Para mejorar la vida en común, un sistema de amadrinamiento ha sido decidido. Cada persona nueva se ve otorgar una madrina, o un padrino. Al cabo de un mes, se hace una evaluación informal: «Si tienes compromisos económicos, tienes que asumirlos; participar en las asambleas y en un grupo de trabajo es lo mínimo, así que en dos tardes de rehabilitación al mes. Quien no puede asumir lo ve por sí mismo».
Además del alquiler para la vivienda y/o un taller, cada cual participa en los gastos comunes, por 10€ por mes como mínimo (quien puede, da más).
En cuanto a la manera de vivir en común, es libre: «Nos sentimos diferentes de la comunidades de los años 1970. Hay gente que come en su casa, grupos que se organizan para comer juntos… cada uno organiza su propia vida».
Calafou es también un centro de acogida. A numerosas personas les atrae la experiencia y ellas vienen a ver, a discutir. La gente del exterior también participa en las obras de rehabilitación o en reuniones y eventos culturales y militantes.
La vida en Calafou ha cambiado desde el principio. «La comodidad va mejorando progresivamente», dice Sheila. «Incluso en el grupo hay más unión, somos mucho más fuertes, nos curamos más. Y también antes había muchas visitas, era muy desordenado, ahora es diferente».
A cada cual su proyecto
Calafou está por cierto vinculado fuertemente con la CIC, por el espíritu pero también con relaciones formales como la moneda social o los auto-ocupados: en este momento hay dos, quienes trabajan con la CIC para las facturas y los impuestos.
Todos los residentes tienen un proyecto, con gran diversidad. Ariel y Carlos, por ejemplo, realizan páginas web, documentos 3D, gráficos, vídeos, documentales, talleres de formación. Alfredo fabrica herramientas informáticas, organizativas, para la red social de la CIC.
Sheila es artista (espectáculos de circo, animaciones infantiles) y trabaja los fines de semana en una dietética-nutrición. En Calafou, fabrica jabón con aceite de oliva reciclado, agua, sosa y plantas medicinales. El jabón se usa sobre todo en el grupo, se vende poco: «Es para aprovechar una materia, para eliminar aceite, más que nada. Para venderlo, caldría aceite bueno, biológico, de oliva, o crema de karité explotando a los Africanos, y hacer publicidad… No tengo ganas de ganarme la vida así».
Mandi tiene una formación de ingeniera de obras públicas. Realiza instalaciones eléctricas, ha vendimiado, hace licores artesanales («no las he vendido») para poder ganarse la vida «con cosas que me gustan».
Efkin resume un estado mental bastante generalizado: «Tenemos poca voluntad de hacer renta; no queremos trabajar para trabajar ni hacer dinero».
Mientras tanto, no faltan las ocupaciones en Calafou. Además de las tareas de organización común y de las obras de rehabilitación, hay el jardín de plantas aromáticas, el huerto (actualmente un poco parado), las gallinas, la fabricación de jabón, de conservas de garbanzos, de mermelada (para el auto-consumo)…
También hay un taller mecánico, un taller de fundición experimental y un taller de carpintería bien equipado. De él salieron no menos de 500 sillas (en pequeña parte para Calafou). Había un auto-ocupado que actualmente trabaja fuera.
Calafou es también y quizás antes de todo un lugar de experimentos. Esto se refiere por ejemplo al laboratorio de biología, en el cual hubo diversas experiencias: cultivo de bacterias para cálculos binarios; invento de un colorímetro para medir la turbidez del agua como indicador de contaminación…
Hubo también un proyecto de red telefónica internacional a partir de servidores conectados entre ellos.
Filosofía hacker, transfeminismo, apropiación de tu cuerpo…
La filosofía «hacker» tiene mucha importancia en Calafou. «Un hacker no tiene forzosamente un ordenador: ser hacker es poner manos a la obra, romper con la delegación, dejar que otra gente te haga las cosas como en el capitalismo; de aquella manera no sabes nunca cómo se hacen las cosas porque estás dependiente de otra persona».
El laboratorio Pechblenda, de Paula, Klau y Beka se inspira de esta filosofía «hacker». Ellas utilizan las ciencias y técnicas en un espíritu de apropiación del conocimiento y de la pericia, de interdisciplinariedad y de relación con redes tecnológicas internacionales: «La tecnología está en manos del capital; ¿Cómo salir de esta realidad?» También se trata de producir para lo local.
Su trabajo tiene dos grandes orientaciones, la primera más directamente pragmática: se trata de desarrollar tecnologías «para servir proyectos que tienen una utilidad en el espacio que habitamos».
Así han inventado varias herramientas: lámparas led para reducir el consumo de electricidad, electroválvulas, mecanización de sistemas por ejemplo para el llenado de los depósitos de recogida del agua de lluvia, realización de estufas, riego automático… Todo esto, claro, casi siempre con material de desecho.
La otra orientación es «un trabajo artístico-político cotidiano» relacionado, por ejemplo, con el transfeminismo y la noción de no género biológico: «Algunas nacen chicas, otros machos, intersex o híbridos», dice Paula. «Esto se ha borrado según los deseos de la Iglesia; hay que romper con esta estructura del patriarcado».
El grupo ha trabajado sobre la denuncia de la utilización de la mujer como objeto de observación científica y más precisamente sobre las búsquedas de Sims, médico-investigador quien, hacia 1840 en Alabama, realizó experimentos sobre los órganos sexuales de unas mujeres africanas, esclavas, considerándolas como objetos.
Otra pista es la apropiación del conocimiento de su propio cuerpo, mediante la observación ginecológica y el auto-diagnóstico. Para ello, han reproducido un espéculo con una impresora 3D y han creado un sistema de cámara webcam con microscopio. La idea es poder detectar eventuales problemas ginecológicos.
Calafou es un lugar de investigación y de experimentos muy abierto, que sale a varias direcciones. El análisis político nunca es ausente.
Más informaciones: Calafou/Pechblenda-transhack feminismo/Pechblendalab/Gynepunk-les sorcières cyborg.
QLG Serveis Integrals: Convencer por el ejemplo
Los cinco miembros de esta sociedad informal de servicios creen fuertemente en el sistema cooperativo. Utilizan la moneda social, la cual, para ellos, es también un medio para interesar a nuevas personas en la revolución integral.
QLG Serveis Integrals tiene su sede en Sant Jaume Sesoliveres, en la comarca de Anoia. Fue creada de modo sencillo: «Nos dimos cuenta de que éramos cinco auto-ocupados de la Cooperativa Integral Catalana quienes trabajábamos y facturábamos cada uno por separado», explica Juli. «Decidimos unificar nuestras actividades para facilitarlas y no hacer el mismo trabajo siempre».
En efecto, esta entidad informal propone prestaciones muy diversas: teatro (con la Compañía PuntMoc), organización de eventos culturales, «trabajos verticales» (intervención en altura, en fachadas), vehículos recreativos (reparación de auto-caravanas y caravanas), albañil, pintor, ebanista, fontanero, electricista, jardinería, trabajos agrarios.
Para cada una de estas prestaciones «hay uno, el que sabe, y los demás lo ayudan». Esto tiene varias ventajas: variedad en el trabajo, atender demandas variadas, estar siempre ocupados.
«Estamos pensando, quizás, en dejar la CIC para montar nuestra cooperativa», dice Juli. «Somos afines entre nosotros y tendríamos una estructura jurídica. En la CIC, las cuotas (de los auto-ocupados) son bastante altas, es casi un 20% de nuestra facturación; si agregas el IVA es casi el 40%. Si facturas mucho, sube la cuota, más que proporcionalmente, con un porcentaje por cada grupo de ingresos. La CIC se encarga de la facturación, pero aquí la hacemos nosotros, gratuitamente. Con más beneficios, podríamos invertir donde creemos que es mejor».
Juli relaciona la cuota de la CIC con el trabajo de las personas que cobran asignaciones para un trabajo administrativo. «Quizás el primer paso, por la CIC, sería comprar viviendas y en vez de pagar agentes para que puedan pagar su vivienda y su comida, darles vivienda y alimentación, recursos y no dinero. En Grecia, vi muchos colectivos en hospitales, fábricas; el voluntariado era la primera forma de organización. Hay que preguntarse si estamos haciendo la revolución o buscando un trabajo?»
Juli subraya por otra parte el problema de escala de la CIC: «Intentar coordinarse con más de 2,000 socios, es muy difícil. La reforma pendiente de las bioregiones es un buen paso, pero no es suficiente. Hay que ir hacia algo más local; el máximo son 30 personas». Juli precisa: «Lo que la CIC ha hecho hasta ahora es súper. Había que llegar a este punto para darnos cuenta de los errores, para aprender».
Los miembros de QLG Serveis Integrals logran vivir de su actividad. Cobran lo máximo en moneda social (las de las eco-redes de Anoia y del Penedés). «Compro mi alimentación únicamente con la moneda social», dice Juli. «Se puede encontrar, en moneda social, ropa, zapatos, servicios, masajes, un mecánico… En la eco-red de Anoia las ofertas son numerosas, somos activos».
Él prosigue: «Queremos más moneda social. Entre nuestros clientes hay de todo, personas que pagan en ecos y personas exteriores. Encontramos clientes por nuestra experiencia pasada. Discutimos con ellos. Parte de los clientes están sorprendidos cuando les hablamos de moneda social, es la mejor publicidad para divulgar nuestras ideas. Poco a poco en la zona es lo que hacemos».
Y concluye: «Nos equivocaremos miles de veces… tenemos que ir con paciencia».
Eco-red de Anoia: una dinámica propia
Si bien está en sintonía con la Cooperativa Integral Catalana, la eco-red de Anoia vive su vida propia. Pone el acento sobre la necesidad de interconectar las personas, antes de todo a nivel local.
«La comarca de Anoia siempre fue caracterizada por movimientos sociales, sindicales, con la CNT. Y también hay los experimentos de Calafou. La eco-red nació un poco de todo esto, de estas personas», dice Lucie, quien da parte de su tiempo a la eco-red (una parte en voluntariado, otra mediante una asignación).
Esta eco-red tiene tres años de existencia; al principio había pocos contactos con la CIC. Un pequeño grupo de personas organizó-se a nivel local con intercambios de bienes y servicios en trueque y en moneda social. «El trabajo de base era crear relaciones entre las personas».
Anoia tiene su propia moneda social, basada en la antigua plataforma CES: «Es muy eficiente y preferimos quedarnos en esto. Un trabajo de los programadores permitió vincular las bases de datos de manera a hacer posibles los intercambios entre las dos plataformas». Los intercambios son a nivel local y también al de toda Cataluña.
La eco-red anima una despensa (en catalán, «rebost») de productos alimenticios y otros productos. Estos proceden en pequeña parte de la CAC (Central de Abastecimiento Catalana) cuando no pueden ser producidos localmente. «Tenemos casi todo en producciones locales: frutas y verduras, conservas, cereales, leguminosas, queso de cabra, yogures…» Los productores locales también venden a la CAC para abastecer los otros rebosts de Cataluña.
Hay un gran debate acerca de la moneda social: La CAC cobra una parte de las ventas en euros, porque algunos productores, teniendo gastos en euros, necesitan de esta moneda y no pueden cobrarlo todo en moneda social. «Nosotros preferiríamos que la CAC no nos proponga ciertos productos si no los encuentra en moneda social. Para la CAC, es una etapa. La reflexión sigue, a todos los niveles».
Unas veinte personas hacen regularmente encargos en el Rebost. Lucie insiste sobre el hecho de que el Rebost no es solo un punto de venta; se trata de intercambiar, en moneda social, con una mente de «prosumidores» (a la vez productores y consumidores): una condición para participar en el Rebost es insertarse en la eco-red ofreciendo un producto, alimenticio o no, o un servicio.
Se busca pues un funcionamiento de circuito cerrado, para buscar la auto-suficiencia respecto a la sociedad. «Algunos, quienes van siendo más numerosos, son casi auto-suficientes, digamos por el 70%. La eco-red es bastante joven y uno no cambia su vida de un día para otro».
Hay, en Anoia, un embrión de grupo de salud, con varios profesionales (medicina alternativa, china, yoga, un farmacéutico). Por ahora, la falta de un local es un freno. «Pero quizás no necesitamos un grupo de salud; lo importante es procurar a cada cual un acceso fácil a la capacidad de curarse a sí mismo. Es quizás lo que está bloqueando. No se trata de crear una Seguridad Social».
En lo que se refiere a vivienda hubo un principio de experimento: un edificio había sido cedido por un miembro de la red; hubo un proyecto de renovarlo para vivienda social o temporaria. No funcionó, por razones externas. Por ahora no hay otra oportunidad de terrenos o viviendas en cesión.
«Hemos conseguido obtener una implicación de todos en la asamblea del Rebost», apunta Lucie. «Al contrario, todavía un número importante de personas no se acercan mucho a la asamblea permanente de la eco-red (que no tiene forma legal). Allí se habla estrategia pero es muy asequible».
En cuanto a las relaciones entre la eco-red y la CIC, unos 40 a 50% de los miembros de la eco-red están afiliados a la CIC. «No hay obligación; las asambleas son abiertas, cada cual hace tal como quiere. Muchos utilizan las herramientas de la CIC en su vida cotidiana; nos esforzamos en apoyar la CIC a la escala local».
Viene luego el debate acerca de la descentralización de la CIC. «Mi símbolo», dice Lucie, «es que la cooperativa es un organismo vivo; no se necesitan vínculos estructurales. Las bioregiones son una manera de descentralizar, creo que hemos tomado el buen camino: hay más proximidad y es más fácil implicarse en la asamblea. Pero hay que ir más lejos, hasta la base, a nivel de un grupo “familiar” o de un pueblo, de veinte a treinta personas».
«Claro que hay interés en conservar asambleas en las diferentes escalas. A nivel local no se pueden satisfacer todas nuestras necesidades. Pero hay que salir de la base: es un error histórico empezar por una cooperativa para descentralizar».
Lucie añade: «El debate es muy sano. Hay mucha autocrítica, mucha conciencia de lo que está pasando. El grupo tiene verdaderamente la voluntad de cambiar las cosas».
Más informaciones: Eco-red de Anoia.
Coopération Intégrale Toulousaine: paso a paso pero con determinación
Un grupo se constituyó en Toulouse, hace tres años. Empezó por definir sus objetivos y su manera de actuar. La reciente puesta en marcha de una moneda social es un nuevo paso hacia adelante.
Coopération Intégrale Toulousaine (CIT) fue creada en noviembre de 2012, con un centenar de personas. Poco antes, un grupo de Tolosanos habían encontrado a Enric Durán y a otras personas en ocasión de la Marcha catalana por el decrecimiento y un grupo de Catalanes había venido a Toulouse para presentar el proyecto de la Cooperativa Integral Catalana.
La que se llamó hasta aquí Coopérative Intégrale Toulousaine cambió de nombre por decisión de la asamblea de octubre de 2015 para convertirse en «Coopération Intégrale Toulousaine». Esto para hacer patente que se trata de «una red abierta de grupos y de personas autónomos que no implica ninguna afiliación o ningún estatuto de miembro» (lo que sería el caso con una cooperativa).
Después de la creación, la prioridad fue dada a la reflexión teórica, explica Jérôme (del comité de acogida), y fueron constituidos grupos de trabajo, entre otras cosas para escribir los estatutos. El grupo central se redujo luego a una decena de personas al cabo de seis meses, pero queda fuerte. «El trabajo de construcción es ingrato; se puede que esto haya desmotivado a las gentes», dice Jérôme.
Aunque CIT se inspira fuertemente de la cooperativa catalana, el contexto, en Toulouse, es diferente del contexto español: «Allá hay una cultura del encuentro, de hablar juntos, que hemos un poco perdido en Francia».
Hay también importantes diferencias jurídicas con España: CIT no puede tener un estatuto de cooperativa (sería por ejemplo necesario tener al menos dos asalariados en ciertas formas de cooperativas); se constituyó pues una asociación, pero el estatuto fiscal de las asociaciones en Francia no permite instituir un sistema como el de los auto-ocupados.
Como se vio más arriba, el ambiente de CIT queda el de un grupo informal, de una asamblea que se reúne cada mes y tiene a su disposición herramientas y servicios, entre los cuales una asociación, la cual sirve de respaldo para las diversas necesidades legales, relacionadas por ejemplo con la moneda social o la central de abastecimiento.
La moneda social, herramienta de primera importancia
El funcionamiento de Coopération Intégrale Toulousaine se basa en la asamblea general mensual de todos los cooperativistas (el Ágora), con decisiones al consenso: «Esto puede frenar las cosas pero al final, cuando todos estamos de acuerdo, vamos más lejos».
Hay servicios comunes de la cooperativa (comité de organización del Ágora, comunicación, herramientas informáticas, jurídico…). Y grupos autónomos, los que se encargan de diversas iniciativas (central de compras, imprenta, biblioteca, cocina colectiva, «apprentisseurs-ses»…).
Estos grupos evolucionan permanentemente, según los proyectos y el compromiso de cada uno. L’Imprimerie du Bambou es un servicio de reprografía para la realización de diversos documentos. La cocina colectiva pone material a disposición de los que quieren organizar comidas, por ejemplo en ocasión de eventos. Un grupo «apprentisseurses» está constituyéndose: pretende identificar las ofertas de aprendizaje y ponerlas a disposición en el internet (en CIT se prefiere hablar de aprendizaje en vez de formación, «porque éste término alude a una relación de dominación de la que queremos liberarnos»).
La central de compras (Groupement d’achats solidaire épicerie de Toulouse, Gaset), constituida en 2014, es el grupo que reúne el mayor número de personas (unas cuarenta). Hace encargos agrupados a diversos productores. Por ahora se limita a los productos secos, esperando que se pueda disponer de un local. La ausencia de local es un factor limitante; al principio se utilizaba una casa okupa, pero ya no es posible. El lanzamiento de la moneda social y la cooperación entre ésta y el Gaset deberían dar más autonomía a los cooperativistas de ambos grupos.
En efecto, hubo un avance importante este otoño. Después de un período de pruebas de la moneda social dentro de un grupo reducido, esta moneda, la Oseille, ha sido lanzada progresivamente a partir de septiembre. Se basa en la plataforma informática Integral CES.
Hay otras experiencias de moneda local en la región de Toulouse, como el Sol Violette y el Sel Cocagne. En CIT, no quieren un funcionamiento piramidal, ni tampoco indexación sobre el Euro o tener una cuenta en un banco. Tampoco quieren estar en una relación mercantil, en la que el comprador negocia con el productor o el vendedor de servicios. El objeto de la moneda social no es solamente comprar productos locales pero también salir del Euro y desarrollar los intercambios para liberarse del sistema capitalista.
La moneda social de Coopération Intégrale Toulousaine tiene dos niveles: la Oseille, para el intercambio entre personas y colectivos autónomos; y la Groseille, para crear puentes con los comunes de CIT y las personas quienes usan de ellos y los difunden.
Para utilizar la Oseille, es preciso afiliarse a la asociación; se pasa por un amadrinamiento para acoger y suscitar a la gente interesada. Para lanzar el mecanismo, primero hay que emitir moneda: por ello se pide a los usuarios que empiecen a ofrecer productos o servicios antes de comprar.
El valor de la Oseille se refiere a 60 oseille por una hora de servicio.
No se ha resuelto por ahora el debate de saber si hay que pagar lo mismo una hora de albañil y una hora de ingeniero.
El éxito de la moneda social estribará en la realidad de los intercambios, es decir en el nivel de integración de cada usuario en el sistema cooperativo para satisfacer sus necesidades diarias y llevar su participación al colectivo. Pero también estribará en el número de usuarios. La buena dimensión, según Jérôme, serían unos 300 usuarios.
Ubicándose en Toulouse, CIT es más que todo integrada por ciudadanos, y pocas personas tienen formaciones en las profesiones manuales. Se puede entrever claramente la necesidad de completar algún día la oferta de productos agrícolas y de servicios relacionados con las profesiones artesanales, en particular las de la construcción, siendo la vivienda y la alimentación las principales necesidades básicas. Esta oferta puede ser integrada en CIT o encontrada en grupos vecinos.
Un caldo de cultivo lleno de ideas
En el Ágora del 26 de septiembre, fueron evocadas dos reflexiones a largo plazo. La primera es la constitución de una cooperativa de compra de pisos, para crear viviendas. En CIT no son partidarios del alquiler, por ser éste socialmente injusto: el alquiler permite a alguien quien heredó de un capital sacar provecho de él a despensas del inquilino.
Se estudia la compra de edificios que podrían ser poseídos por una estructura cooperativa, para salir del modelo de sociedad privada; pero se necesita dinero para ello…
El segundo tema de reflexión es una cooperativa de trabajo: «El mundo con el que soñamos no pasa por el trabajo», dice un cooperador. «Pero necesitamos dinero para vivir en esta sociedad y para que funcione la cooperativa integral hasta no ser más dependiente del sistema capitalista. El trabajo quema el tiempo y la vida de la gente; en sociedad, es su actividad principal». La cooperativa de trabajo tendría varios objetivos: acompañar administrativamente a los que tienen un proyecto, proporcionar recursos a CIT…
Fueron también evocadas las relaciones con la gente quien, fuera de CIT, lleva iniciativas que pueden ir en el mismo sentido y sobre los medios para crear vínculos con ella.
A escala todavía modesta, Coopération Intégrale Toulousaine es un grupo muy animado, en movimiento. Basta asistir a un ágora para ver cuánto es un caldo de cultivo rico en ideas y un lugar de debate.
Más informaciones: Coopération Intégrale Toulousaine.

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