La
descolonización de la mirada universitaria
Martín Almada
América Latina en
movimiento
25/07/2016
Cualquier reflexión sobre la Universidad ha de partir de su
sentido cultural y también de su sentido social. En lo concerniente al sentido
cultural hay que recordar que las Universidades son herederas de la tradición
de las escuelas catedralicias y de las viejas academias, con un universo ritual
y mítico que se ha mantenido a través del tiempo a la vez que han ido
ofreciendo un saber que después se administra, de alguna manera, mediante una
profesión, el arte o la ciencia. En este sentido su función cultural se ha
mantenido en el transcurso del tiempo como una fuente de conocimiento notable,
aunque siempre al servicio de las clases dominantes.
Pero hoy las
universidades, además de este sentido cultural, han de caracterizarse por un
sentido social. Y ello sin dejar de generar conocimientos y de formar
investigadores en todos los ámbitos, especialmente en el ámbito de lo social
con el objetivo de analizar la realidad y abordar acciones que la transformen.
En países como los nuestros, en donde muchas veces no somos dueños de nuestros destinos,
es absolutamente clave que tengamos conciencia de nuestra propia historia, de
nuestra cultura, de nuestro mundo natural. Esto es fundamental para América
Latina.
Pero muchas veces la
posibilidad de realizar investigación social en nuestras universidades está
condicionada por circunstancias externas, por ejemplo ligadas a intereses de
agencias financieras internacionales, a las líneas o programas de investigación
que se propongan desde empresas multinacionales, etc. En este sentido, la
educación capitalista, aún dominante en los centros universitarios, constituye
un obstáculo que apaga la curiosidad y la creatividad, y prepara a los
estudiantes para que consideren el mundo injusto como un hecho normal, y la
pobreza como una simple fatalidad, cuando sabemos científicamente que todo ello
es consecuencia de la injusta distribución de la riqueza y de una desigual
adquisición de conocimientos.
Esta cuestión sobre el
papel del sistema educativo ante la injusticia del mundo actual ha generado un
gran debate intelectual enfrentando las tradicionales concepciones socialistas
con las ideas del neoliberalismo dominante en la actualidad, que sostiene la
teoría de que todos los problemas económicos y sociales pueden resolverse a
través del funcionamiento de los mercados sin la actuación del Estado y sin
ningún tipo de análisis social de la realidad, dejando a la iniciativa privada
toda actividad económica, aun las ligadas al sistema educativo (la idolatría
del mercado).
Grandes impulsores de esta
teoría neoliberal son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Interamericano de Desarrollo. Estas instituciones financieras
internacionales quieren controlar, conscientes de su importancia estratégica,
todo el sistema educativo de la Región, y pregonan el tópico que la educación
es el motor del desarrollo de los pueblos. Frente a esta concepción, Paulo
Freire, el gran pedagogo brasileño, afirma que “la educación no es la palanca de la transformación, pero la
transformación social necesita de la educación”. Como es habitual, la
educación simplemente reproduce el sistema capitalista para conservar la actual
cadena de la servidumbre. Para romper esta cadena es necesario el cambio en las
condiciones sociales. Por ejemplo, no habrá educación liberadora si esta no va
acompañada de una auténtica reforma agraria en América Latina.
La producción,
reproducción y consumo de conocimientos en las Universidades tienen que estar
fundamentalmente orientados a la construcción de la vida cotidiana del país. En
este ámbito tenemos que aprender a mirarnos, no simplemente como profesionales,
sino como sujetos políticos que intervenimos normalmente desequilibrando la
balanza a beneficio de la clase dominante. Hay que reconocer que la
Universidad, hasta hoy, sigue generando un modelo de egresado ajeno a temas
como este, de la misma manera que permanece ajena a debates esenciales de
nuestro tiempo como el deterioro ambiental y moral.
En las cárceles del
dictador Alfredo Stroessner mis inquietudes sobre estos y otros temas se
convirtieron en acción política, y fui llegando al entendimiento de las grandes
cuestiones en Paraguay, en el Caribe y en toda América Latina. Entre ellas, la
urgente necesidad de globalizar las luchas políticas y sociales tanto como se
globaliza el capital. Tenemos que exigir, por ejemplo, la representación
popular en el consejo de administración de las grandes empresas
multinacionales, y también en el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial, el Banco Interamericano, etc. siendo conscientes que estos centros
financieros internacionales jamás desarrollarán una política favorable a la
mayoría de la población. Tenemos que inventar nuevas formas de representación y
de presencia del poder popular en las grandes corporaciones, que actúan en la
actualidad como auténticas dictaduras.
A propósito de la clase
dominante, cabe destacar la existencia del Club Bildelberg, donde se reúnen los
que realmente gobiernan el mundo al margen de la democracia. Se trata de un
gobierno mundial en la sombra, y lejos de cualquier control popular. Son un ojo
global que todo lo ve, integrado por unas 130 personas de Europa y de los
Estados Unidos de Norte América, y que toma las decisiones que rigen nuestras
vidas por encima de las pretendidas soberanías nacionales. Las Universidades
tienen la obligación de investigar y denunciar este modelo que apunta hacia una
esclavitud global en una época contradictoria donde podemos contemplar el mayor
número de declaraciones de Derechos Humanos de la historia y a la vez el mayor
número de violaciones de estos mismos derechos. Hay que respaldar como
Universidad a los que se enfrentan a este sistema nadando contra corriente a
favor de la justicia, y corriendo por ello indudables riesgos personales.
La tarea de transformar la
educación latinoamericana es inmensa, y caminar a solas es posible, pero bien
sabemos que el camino es largo y se hace más liviano en compañía de otro
caminante. Entre todos hay que conseguir urgentemente una educación alternativa
para despertar la conciencia, una educación que sepa menos de cosas y más de
valores éticos. Y para ello es imprescindible que la ética no sea una condición
ocasional, sino que acompañe siempre a los educadores como el zumbido de una
abeja. Y esta transformación ha de hacerse a partir de la creatividad, el
reconocimiento de la potencialidad del entorno, la autoestima para superar la
colonización de la mirada y el redescubrimiento de elementos tan básicos como
el viento y el sol, recuperando los saberes y creencias ancestrales para
conseguir que EL DIOS SOL ESTÉ RESUCITANDO.
Cuando se haya agotado el
diluvio neoliberal, deberemos enfrentar la inmensa tarea de la reconstrucción
del Estado para la producción de conocimientos y de herramientas necesarias
para fortalecer una cultura de la paz.
Considero importante, para
finalizar, recordar aquí al gran poeta chileno, víctima de la Operación Cóndor, Pablo Neruda, que nos
dejó este mensaje de esperanza: “Podrán cortar todas las flores, pero no
podrán detener la primavera”. Efectivamente, ya no es tiempo de
banqueros ni multinacionales, es tiempo de pueblos y dignidad previa
descolonización de la mirada.
Asunción, 24 de julio del
2016.
Martin Almada
Premio Nobel Alternativo
2002 y Miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Americana de Juristas (AA)
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