Enrique Calderón Alzati
CENCOALT
Centro de Comunicación
Alternativa
20.08.2016
Si bien en los planteamientos gubernamentales no se menciona
de manera alguna que el objetivo real de la llamada reforma educativa sea la
privatización de la educación pública, los indicios de que, en esencia, esto es
lo que persigue el gobierno de Peña Nieto para consumar el mayor de sus engaños
al pueblo de México, son más claros cada día; de manera particular, con los
anuncios recientes que resaltan la gratuidad de la enseñanza y de los libros de
texto.
A un segmento importante
de la población mexicana la idea de que el gobierno pretenda privatizar la
educación le parece lejana y absurda, sabiendo que varios millones de familias
viven en condiciones de pobreza que les impedirían pagar colegiatura alguna,
además de representar una política contraria a la de los anteriores gobiernos.
¿Cuáles son las razones
para privatizar la educación y cuáles los intereses que están en juego? ¿Hasta
dónde podría llegar el proyecto privatizador y cuál sería la suerte de los
niños de las familias más pobres? ¿Cuál sería el futuro del país que se
construiría a partir de la instrumentación de este proyecto? Para contestar
estas preguntas he preparado el artículo que ahora comparto.
Comienzo dando una idea de
las dimensiones del negocio que representa la educación básica, constituida
actualmente por algo más de 25 millones de estudiantes, cuyo costo anual
promedio para el gobierno fuese de 12 mil pesos por estudiante a costos
actuales. Ello significa 300 mil millones de pesos por año. Esto implica que
las dimensiones del mercado educativo permitirían en unos cuantos años generar
fortunas de grandes dimensiones para unos cuantos empresarios amigos de los
funcionarios en turno, y desde luego también para éstos, dados los niveles de
corrupción.
Existen, sin duda,
escuelas privadas de alta calidad; sin embargo, la mayoría presentan resultados
similares o más pobres que los de las públicas (según resultados de Enlace 2008
a 2014), bien sea por carencias de recursos o por el afán de lucro de sus dueños.
Pero el modelo en que están pensando los empresarios, deseosos de invertir en
educación es diferente: la creación de franquicias educativas, cadenas formadas
por centenas o millares de escuelas que funcionen compartiendo una marca y un
emblema en el que la calidad educativa, tan en boca entre las autoridades
actuales, pueda ser fabricada y atornillada en el cerebro de los padres de
familia con mensajes televisivos adecuados, lo que desde luego explica el
interés en la educación de calidad de Televisa y de Mexicanos Primero.
La generación de
franquicias alternas, con costos diferenciados para las familias de diferentes
niveles económicos, constituye hoy una experiencia real, lograda por el
Tecnológico de Monterrey (ITESM) con sus diversos campus y su proyecto
alternativo denominado Tec Milenio, así como la experiencia de la empresa
asiática, dueña de la Universidad del Valle de México, con sus programas
diferenciados para distintos niveles socioeconómicos. Todo sería así, cuestión
de creatividad, mercadotecnia e inversión.
Por otra parte, los apoyos
de la OCDE, el Banco Mundial y el FMI al presidente, por sus reformas estructurales, nos indican que
esos organismos ligados a los grandes capitales financieros, también están
interesados en el mercado educativo mexicano. ¿Cuál es la razón de estos
intereses internacionales? Para encontrar la respuesta debemos ubicarnos en el
fin de la Segunda Guerra Mundial, a partir del cual el capital estadunidense y
de grupos financieros europeos obtuvieron enormes ganancias mediante financiar
la reconstrucción de Europa y Japón (la metáfora de Rico McPato, nadando en una piscina de dinero, era falsa; el
capital requiere ser invertido para crecer). El financiamiento de los grandes
proyectos gubernamentales ayudó sin duda al desarrollo de nuestro país,
constituyendo también sólidas utilidades para los diversos grupos financieros
durante décadas.
Sin embargo, los avances
tecnológicos de la informática y las comunicaciones digitales han permitido un
crecimiento acelerado de las operaciones bancarias, haciendo posible el manejo
de enormes volúmenes de créditos, que al ser colocados en los mercados de
servicios y consumo de particulares, han incrementado las utilidades del
sistema bancario en su conjunto. De esta manera, el sistema financiero puede
triplicar o cuadruplicar sus ingresos, otorgando créditos personales para la
educación, en comparación con esos mismos volúmenes de crédito otorgados al
gobierno.
Por esta razón, los
capitales financieros han destinado una parte importante de sus recursos a
financiar la compra de automóviles, reduciendo a corto plazo las necesidades de
los grandes proyectos de transporte púbico. ¿Cuál era el porcentaje de familias
que podían tener un automóvil en 1960? Pareciera que hemos avanzado mucho, pero
lo que ha sucedido es que hemos construido ciudades donde transportarse es más
un dolor de cabeza que una solución inteligente, generando grandes utilidades
para los bancos, las aseguradoras y sus dueños, acompañados de graves problemas
de tráfico, contaminación y enfermedades para la población.
Un elemento decisivo para
el éxito de estos negocios es la debilidad humana: además de buscar una
solución al problema del transporte, vemos en los automóviles un medio para
obtener estatus social. Me atrevo a afirmar que lo que se pretenderá vender
mediante el negocio de la educación privada será igual, más estatus que
conocimientos y competencias para los hijos, deformando la educación y la
permeabilidad social.
Finalmente, para quienes
dirigen el gobierno la privatización masiva de la educación les representaría
una gran ventaja: la población a atender sería significativamente menor y
además podría ser objeto de adiestramientos básicos y conocimientos mínimos,
asegurándoles el control de esa población mediante un esquema clientelar de
carácter nacional, ni más ni menos que la piedra angular con la que han soñado
varios grupos de poder, la utopía del Mundo
Feliz imaginada por Aldous Huxley, hace más de 80 años.
Esta es una de las razones
y la dimensión de la lucha actual del magisterio disidente que se niega a
aceptar la reforma y el modelo educativo que el gobierno y sus
asociados pretenden imponernos de manera autoritaria, con el apoyo de los más
oscuros intereses. Por ello el soporte de la sociedad toda a los maestros es
fundamental. Debemos impedir la instrumentación de esta política.
Sólo hay algo a lo que los hombres con cargos públicos temen
más que la educación de sus súbditos... Arturo Pérez Reverte, Hombres buenos.
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