José Luis Avendaño C.
América Latina en
movimiento
22 de agosto de 2016
En medio de una efervescencia social, hoy, 22 de agosto, se
inicia en México el nuevo ciclo escolar 2016-2017. Es mucho más que un simple
malestar, como se definió desde el Poder Ejecutivo. Es producto del paquete de
reformas disque estructurales, concertados por principales partidos políticos a
través del Pacto de México, apenas un día después de la toma de posesión de la
actual administración federal.
La piedra de toque es la
reforma educativa, cuyo contenido es más laboral y de control social, después
de casi cuatro años –en realidad seis sexenios— en que es más que evidente el
fracaso de la gestión política, bajo el dogma neoliberal. Se le echa la culpa a
los maestros del bajo nivel educativo, no acorde con las necesidades de la
globalización, toda vez que a lo largo del siglo XX, muchas veces a
contracorriente de la política corporativa –desde arriba y en beneficio de unos
cuantos— y en condiciones adversas y precarias desempeñaron su papel. No en
balde, se vio al magisterio como un apostolado.
Hoy, en medio de una
campaña de desprestigio, el maestro (el que enseña a reflexionar sobre las
condiciones existentes), que es el eslabón más débil del proceso educativo, es
objeto de represión. No es casualidad que el movimiento en contra de la reforma
se de en el sur y sureste del país, donde tales condiciones son las más
desfavorables, revelándose no únicamente contra las condiciones de miseria sino
también contra los antiguos cacicazgos, que crecieron al amparo del viejo PRI,
que como se ve es el PRI de siempre, de raíz autoritaria.
Contra lo anterior va la
lucha magisterial, que es ya de larga data. Una lucha que no sólo es en México.
Lo mismo es en Chile que en Francia y Estados Unidos. Aquí, en México, primero
fue la reforma y después el modelo educativo, que es como poner a los bueyes
detrás de la carreta. Reforma y modelo, sacados de la manga, que los maestros
fueron ignorados, ninguneados. El sello neoliberal es claro: la imposición, y
si esto no es suficiente, se acude a la represión contra los insumisos.
¿Se rebela el verdadero
maestro contra la evaluación per se? No. Es contra el tipo de evaluación, que
es una especie de poda social, para desterrar a los elementos más conscientes y
críticos. ¿Por qué no hacer una evaluación social de muchos funcionarios, que
llegaron, no por su capacidad, sino por amiguismo? El área del deporte
institucional es el ejemplo más reciente, en que algunas de las medallas
olímpicas obtenidas se obtuvieron a pesar de ellos.
Luis Hernández Navarro, en
La novena ola magisterial, cuenta, a
manera de anécdota, lo que sigue:
“El maestro pregunta por el altavoz: ¿capital de Veracruz? Sus
compañeros responden voz en cuello: ¡Boca del Río! Vuelve a interrogarlos:
¿capital de Guerrero? Jocosos, le contestan: ¡Acapulco! Nuevamente los
inquiere: ¿capital de Oaxaca? Los mentores exclaman: ¡Huatulco! Enérgicos
corean: ¡Urgente! ¡Urgente! ¡Evaluar al presidente!”
Empero, la lucha
magisterial es contra algo más que la simple ignorancia.
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