Silvia Ribeiro
Investigadora del Grupo
ETC
América Latina en
movimiento
08/08/2016
Desde el 1 de agosto corre la noticia de que Monsanto tuvo que
abandonar la construcción de una de las plantas más grandes del mundo de
semillas de maíz transgénico que sería instalada en Córdoba, Argentina, en la
municipalidad Malvinas Argentinas. Desde ahí, pretendían distribuir a América
Latina y más allá. Es un hecho de enorme trascendencia, pero la empresa no lo
ha querido admitir públicamente, porque la razón de su salida es la persistente
resistencia popular de vecinos, jóvenes y madres, que mantienen bloqueada la
planta desde 2013.
Es una victoria que no
sólo tiene un enorme significado para la lucha de este pueblo de 12,000
habitantes, sino para todo el mundo, para las muchas luchas populares desde
abajo que tantas veces se enfrentan a intereses que parecen gigantescos e
imposibles de derrotar. Es un freno a los venenos de la trasnacional semillera
más grande y resistida del planeta, pero además es un mensaje de aliento a los
que en todas partes luchan por la defensa de sus territorios y comunidades,
urbanas y rurales, por su vida y la de sus hijas e hijos, a contrapelo de la
lógica dominante que intenta convencernos que son luchas imposibles.
La primera noticia la
trasmitió la Asamblea del Bloqueo en Malvinas el pasado 1 de agosto, cuando la
empresa Astori Estructuras llegó al terreno a desarmar las instalaciones por
encargo de Monsanto. (http://tinyurl.com/j28t82f).
Dos días después, un artículo en Profesional relató que fuentes de la
trasnacional explicaron que se van porque había bajado el área de producción de
maíz en el país y con las protestas de los vecinos, ya no resultaba rentable
construir la planta. Monsanto tiene otra
planta de producción de semillas de maíz transgénico en Rojas, provincia de
Buenos Aires y por ello dicen que ahora no sería necesaria una segunda planta,
aunque en 2012 afirmaron sería una inversión de 1,500 millones de dólares.
Vanesa Sartori, vecina
integrante de la Asamblea Malvinas Lucha por la Vida, declaró al portal lavaca.org que el argumento de la baja de
producción es solamente formal, “una
salida elegante” para la trasnacional. Monsanto no puede aceptar
públicamente que gente de a pie, vecinas, jóvenes y madres organizadas contra
los agrotóxicos, hayan podido derrotar a la mayor trasnacional semillera del
planeta.
Aunque Vanesa advierte que
aún quieren confirmación definitiva, agrega que ya “Malvinas se ha convertido en un ícono de resistencia. Es una
demostración de que el pueblo puede organizarse y, por más que parezca que está
todo listo, cerrado y sellado, se pueden revertir esas decisiones. Si la gente
se organiza, puede”. (http://tinyurl.com/jmkbddh).
La lucha contra Monsanto
en esta localidad se inició desde el anuncio oficial de la planta en 2012. El
bloqueo, con un campamento que se mantuvo por casi tres años bajo frío, calor,
lluvia y viento, se instaló al finalizar el festival “Primavera sin Monsanto”, en septiembre 2013. Vecinas y vecinos de
la localidad, jóvenes y las Madres de Ituzaingó –un barrio de Córdoba
fuertemente afectado por los agrotóxicos de la siembra de transgénicos, donde
muchas han perdido hijos y otros familiares por cáncer–, han sido el corazón de
la resistencia, que creció hasta repercutir a nivel nacional e internacional,
apoyados también por médicos y científicos críticos. Han sufrido ataques y
amenazas constantes. El camino no ha estado exento de conflictos y divisiones
internas, como tantas veces nos pasa en las luchas, pero los esfuerzos están
dando fruto.
En el festival de 2013,
informando y acompañando a los vecinos a instalar el bloqueo estuvo el
científico Andrés Carrasco (fallecido en 2014), que denunció los efectos de
glifosato y transgénicos en la salud, por lo que fue fuertemente atacado por
empresas y grandes asociaciones agrícolas. Madres y vecinos lo recuerdan y le
dedican este momento.
La noticia de la retirada
comenzó a circular el 1 de agosto, justamente en una gran jornada de protesta
contra una nueva de semillas, llamada “ley
Monsanto”, convocada por una amplia coordinación de organizaciones
campesinas, sociales, sindicatos, ambientalistas, barriales. Carlos Vicente, de Grain, Argentina, recuerda
que esta ley que ahora va al Congreso, fue anunciada por el gobierno argentino
en 2012 al mismo tiempo que la nueva planta de Monsanto en Córdoba, claramente
como requerimiento de las trasnacionales. La nueva ley pretende eliminar y
criminalizar el derecho de los agricultores a guardar su propia semilla para la
siguiente cosecha. Como si fuera una concesión en lugar de un robo, Syngenta
hasta plantea crear una “tarifa social
sojera” para los agricultores chicos (http://tinyurl.com/h65aqqp).
Sumado al revés en Córdoba
y a la resistencia a esta “Ley Monsanto”,
la empresa está en otra confrontación inusitada para el mundo, en la Suprema
Corte de la Nación en Argentina: el rechazo judicial en mayo 2016 a patentar
una metodología para hacer semillas transgénicas (http://tinyurl.com/jx5apf9).
La sentencia cuestiona que la modificación del ADN de una planta, permita a las
empresas apropiarse de toda la planta, que no es un “invento” sino naturaleza y trabajo campesino. Hay mucha
movilización social en apoyo a esta sentencia, que sería la primera vez que le
niegan por vía judicial a Monsanto patentar semillas transgénicas.
También en México se
mantiene por casi tres años una demanda colectiva contra las trasnacionales que
tiene suspendida la siembra de maíz transgénico. Y también allí y en muchas
otras partes sigue el tejido desde abajo, resistiendo y construyendo, ese capaz
de tornar posible lo imposible.
Comentarios