Por Leandro Albani
Fuente: Barómetro
Internacional
Publicación Barómetro 01-09-16
Red Latina sin fronteras
Publicado: 02 septiembre, 2016
Turquía se acerca a Siria prometiendo la “paz”, pero invade militarmente el país con el objetivo de
desbaratar la resistencia kurda. Mientras tanto, Estados Unidos y Rusia juegan
sus fichas en Medio Oriente generando un futuro incierto. “Los tiempos cambian”, dice la popular frase. Y en Medio Oriente,
esos tiempos cambian de forma acelerada con el transcurso de las horas. El
ejemplo más concreto y reciente es el del gobierno del presidente turco Recep
Tayyip Erdogan.
Hasta hace apenas unas
semanas, sobre Erdogan y su administración caían todas las críticas
(principalmente de Siria, Rusia e Irán) por solventar y apoyar al Estado
Islámico (o Daesh). Pero ahora, reuniones del más alto nivel mediante, el
gobierno turco intenta posicionarse como la llave que permitiría devolver la
estabilidad en territorio sirio.
Frustrado el golpe de
Estado del 15 de julio pasado en Turquía, Erdogan viró con su política y, luego
de restablecer relaciones con Rusia, declaró su disposición en colaborar para
derrotar al Daesh y ayudar con la solución del conflicto sirio.
El primer ministro turco,
Binali Yildirim, efectuó varias declaraciones en este sentido. El sábado
expresó que su gobierno busca asumir un papel más activo en Siria durante los
próximos seis meses para evitar una “división
sectaria” del país. De esta manera, Yildirim se refirió más que a “salvar” a Siria, a redoblar los
esfuerzos para derrotar el proceso revolucionario que desde hace más de cuatro
años se despliega en el norte de Siria, la región kurda denominada Rojava.
En los últimos días, desde
el gobierno turco remarcaron que uno de sus principales objetivos es cortar la
acción de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) y del Partido de la
Unión Democrática (PYD), ambos vinculados al Partido de los Trabajadores del
Kurdistán (PKK). Erdogan y sus funcionarios no han parado de repetir que la
lucha debe direccionarse con el Estado Islámico y el PKK, poniendo a ambas
organizaciones en el mismo plano, pese a que se encuentran en las antípodas ideológicas.
En las últimas horas
ocurrieron una serie de hechos que muestran que el proceso político generado en
Rojava corre peligro:
-El 23 de agosto, Erdogan se reunió con Masud Barzani, el
multimillonario presidente del Kurdistán Autónomo de Irak. Barzani, líder
histórico del Partido Democrático de Kurdistán (PDK), es un enemigo declarado
del PKK. Ambos mandatarios discutieron medidas para combatir a la insurgencia
kurda y al Daesh. La relación de Erdogan y Barzani se acrecentó con el correr
de los años, razón por lo cual el dirigente del PDK no emite palabra cada vez
que la aviación turca bombardea las montañas de Kandil, ubicadas en el
Kurdistán iraquí y donde se encuentra la comandancia del PKK. A diferencia del
PKK, Barzani busca a toda costa declarar un Estado kurdo independiente que
comprenda los territorios iraquí y sirio. Debajo de ese suelo están las
principales reservas petroleras de ambos países. Las razones de Barzani se
encuentran en el control de esas riquezas.
-El mismo martes, Turquía
ingresó por tierra y aire a Rojava, bajo la excusa de combatir al Daesh. El
punto elegido fue Jarablus, el paso fronterizo que el Estado Islámico utiliza
para traficar armas y petróleo. Las milicias YPG/YPJ intentan recuperar el
control de esa zona para unir los cantones de Cizîr, Kobanê y Efrîn, que
conforman Rojava. Ante la avanzada turca, Jalid Isa, representante del PYD,
denunció que el gobierno de Erdogan “está
tratando de convertir su ocupación indirecta de Siria en directa”, por lo
cual exigió que Turquía “se retire
inmediatamente del territorio sirio y detenga su apoyo a los grupos terroristas
en Siria; de otra manera, obligaremos a las fuerzas turcas a salir de nuestro
territorio”. Por su parte, las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS,
integradas por kurdos y árabes) alertaron sobre los “peligrosos desafíos que las potencias regionales están imponiendo a
nuestro pueblo”. En estos momentos, las fuerzas turcas están combatiendo
junto al Ejército Libre Sirio (ELS), grupo considerado “terrorista” por el gobierno de Damasco. A su vez, Rodi Osman,
representante del Kurdistán sirio en Moscú, denunció que Jarablus “fue bombardeada por tanques, artillería y
aviación. En el ataque también participaron miembros de grupos radicales
islamistas, como el Frente Fatah al Sham (antiguo Frente al Nusra), Ahrar al Sham, Sultan Murad, Nureddin al
Zinki y Yeish al Fath”.
-Al mismo tiempo que
Turquía atacaba Jarablus, el vicepresidente de Estados Undios, Joe Biden,
visitó Ankara. Según el portal Russia Today, Estados Unidos y Turquía llegaron “a un acuerdo por el cual los kurdos no
pueden estar en los territorios que se encuentran al oeste del río Éufrates”.
Si las fuerzas kurdas no respetan esto, “Washington
dejará de prestarles ayuda”, afirmó Biden. La Coalición Internacional que
lidera la Casa Blanca es, según el PKK, un aliado táctico en Siria para
derrotar al Daesh. Pero algo que se sospechaba empezó a ocurrir: con las
declaraciones de Biden se ve el primer paso público de Washington para
distanciarse de las Y^PG/YPJ. Estados Unidos respalda militarmente a las
milicias kurdas y a las FDS, pero no comparte la creación de una federación
autónoma en el norte de Siria y tampoco el proyecto político y social que se
impulsa en Rojava.
-Como nunca había ocurrido
antes, las YPG/YPJ se enfrentaron al Ejército sirio durante varios días en la
ciudad de Hasake. Desde que las Fuerzas Armadas sirias se habían retirado de
Rojava, dejando el control a las milicias kurdas, ocurrieron algunas
escaramuzas entre ambos bandos. Aunque se llegó a una frágil tregua entre las
YPG/YPJ y el Ejército sirio, las tensiones no disminuyeron. Polat Can, portavoz
de las YPG, declaró que el ataque ordenado por Damasco intenta “crear enfrentamientos con los kurdos en
Hasake para compensar la pérdida de ISIS de la ciudad Manbij”. Polat Can
fue claro al decir que “los kurdos hoy
están luchando una guerra que podría evitar guerras en el futuro, por lo que no
vamos a negociar más sobre la presencia militar del régimen en la región”.
Cuando todavía los fusiles se mantenían hirviendo, Hakan Fidan, enviado del
jefe de la Agencia Nacional de Inteligencia (MIT) de Turquía, visitó Damasco
para reunirse con funcionarios sirios. El diario libanés As Safir informó que
el general Ismail Hakki Pekin, que sirvió como jefe del Departamento de
Inteligencia de las Fuerzas Armadas turcas, visitó Siria el 27 de mayo pasado.
Por estas horas algo está
cambiando en Siria. Con el acercamiento de Turquía a Damasco, la cuestión kurda
parece que está siendo puesta como moneda de cambio, como ya ocurrió en otros
momentos. Si en Siria se define buena parte del futuro de Medio Oriente, las opciones
no son muchas: o triunfan las ideologías más reaccionarias (encarnadas en el
Daesh y en grupos solventados por Arabia Saudí), o se mantiene el status quo histórico sosteniendo al
gobierno sirio (algo que buscan Rusia y sus aliados), o se abre paso a un
profundo proceso de democratización y transformación social encarnado en la
experiencia de Rojava. Por lo visto, esta última opción no conforma ni a
Estados Unidos ni a Rusia, y mucho menos a Turquía, que hace todos los
esfuerzos para desbaratar la revolución en el norte de Siria y su inevitable
contagio a las otras regiones del Kurdistán.
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