Antonio
Baquero
Fuente:
El Periódico
Rebelión:
08-11-2016
El lingüista y filósofo
estadounidense advierte que los seguidores del magnate están acumulando armas y
que, si su candidato pierde, conciben el día después de los comicios como un
día de rabia
Referente
intelectual a nivel planetario en la denuncia de los abusos de las grandes
multinacionales y de los excesos de la maquinaria militar de EEUU, el lingüista
y filósofo Noam Chomsky ha aterrizado este sábado en Barcelona para realizar
una conferencia sobre los refugiados, invitado por el Instituto sobre
Globalización, Cultura y Movilidad de la Universidad de Naciones Unidas
(UNU-GCM). Ediciones B acaba de publicar también su último libro, '¿Quién domina el mundo?'. A sus 87
años, reconoce la inquietud que le produce Trump, tanto si pierde como si gana.
-¿Como lingüista, qué impresión le
producen los discursos de Donald Trump y Hillary Clinton?
-No es una cuestión de lingüista.
Personalmente no me gusta ninguno de los dos. Y creo que Trump sería un desastre.
Pero el hecho es que si miran cómo se desenvuelven en televisión, verán que
Trump suele hablar de asuntos que le importan a la gente a la que él se dirige.
Habla su lenguaje y actúa como si fuera a obrar para defender sus intereses
sobre lo que a esa gente le preocupa: el comercio, el trabajo, la inmigración.
-¿Y Clinton?
-Clinton dedica buena parte de su
tiempo solo a atacar a Trump personalmente. Que no está capacitado para ser
presidente, denuncia su modo de actuar… El modo de desenvolverse de Clinton no
es muy bueno. Lo más grave es que ninguno de los dos habla de los asuntos
realmente importantes, ni plantean de qué modo van a enfrentarse a los grandes
problemas. Y los medios no están denunciando eso. Solo se atacan el uno al otro
pero no nos dicen cómo piensan afrontar los problemas.
-¿Hasta qué punto la cobertura de
los medios de todo lo que hace o dice ha propiciado el auge de Donald Trump?
-Ha sido dramático. El foco de los
medios ha estado de una forma masiva sobre Trump. No solo Fox News. También
aquellos medios que se le oponen. Por ejemplo, una semana, como experimento,
miré el ‘New Yorker’, que es una
publicación liberal. Y me fijé en las caricaturas. En todas aparecía Trump. Y
eso en todos los medios. El jefe de la CBS, cuando le preguntaron por qué
dedicaba tanto tiempo a Trump, contestó que Trump ‘era maravilloso para sus audiencias’, lo que suponía más anuncios.
Los medios de comunicación son empresas privadas que quieren ganar dinero. Son
los medios los que han hecho que la figura política de Trump se convierta en
relevante.
-¿Había imaginado alguna vez que
alguien como Trump pudiera llegar a ser presidente de EEUU?
-Es una persona que ha llegado sin
ningún tipo de pasado político ni de experiencia política. Un hombre de
negocios que gana mucho dinero, que pierde mucho dinero. Es un hombre
espectáculo, básicamente. Recuerda un poco a Ronald Reagan que, eso sí, era un
poco más serio que Trump. Tampoco tenía mucha idea del mundo. Era un actor. La
diferencia es que Reagan era un instrumento del Partido Republicano, y del ‘establishment’ y las grandes
corporaciones y tradujo sus preocupaciones. En cambio Trump viene de ninguna
parte, es odiado por el ‘establishment’.
-¿Qué
ha cambiado con Trump?
-Es muy interesante. Si mira en las
últimas campañas, en las primarias republicanas, cada vez que aparecía un
candidato aupado por la base, y con apoyo popular, solía ser un candidato
extremo que, antes o después, era aplastado por el aparato. Hasta ahora, los
republicanos habían sido capaces de liquidar a esos candidatos. Con Trump ha
sido la primera vez que no lo han conseguido. Y lo que refleja es hasta qué
punto la base republicana siente una desafección creciente por el ‘establishment’ del partido.
-¿Por
qué esa desafección?
-Lo que ha pasado es que ambos
partidos, Republicanos y Demócratas, pero sobre todo los Republicanos, se han
ido tan a la derecha, han defendido tanto los intereses de las grandes
empresas, que ya no consiguen atraer votos de la gente. El partido ya no es
capaz de movilizar a grandes sectores de la población.
-¿Qué
capas de la población?
-Por ejemplo, los cristianos
evangélicos. EEUU es un país con una sociedad básicamente fundamentalista. Uno
de los problemas para concienciar a la gente sobre el riesgo del cambio
climático es que el 40% no cree que sea un problema. Y no lo cree porque está
convencida de que Jesús va a volver en unos pocos años. También creen que el
mundo se creó hace unos pocos miles de años. Y esto son franjas de la población
que antes no eran una fuerza política y que ahora sí lo son.
-¿Hay
otras causas?
-Sí. Hay una parte de la población
blanca que está aterrorizada con la pérdida de la supremacía blanca en la
sociedad estadounidense. En 10 o 15 años, la mayoría de la población ya no será
blanca. Y EEUU es un país levantado sobre una idea extrema de supremacía blanca.
Y perder esta posición dominante desde un punto de vista social y también
económico es una conmoción. Además, los éxitos en la lucha por los derechos de
las mujeres, o del colectivo homosexual, es visto por una parte de la sociedad
como un ataque a su sistema de privilegios, a su sistema de valores, a los
valores del sistema patriarcal…
-Y
Trump los ha activado.
-Trump ha movilizado esa base
social. Trump va a bajar los impuestos a los más ricos y a las grandes
corporaciones, va a aumentar el presupuesto militar y va a hundir el sistema
público, que no tendrá recursos. Incluso si Trump no llega a ser presidente
puede ser muy peligroso. Sus seguidores están acumulando armas, se han
convencido de que Clinton va a instaurar la ley marcial, que va atacarles y que
tendrán que defenderse. El propio Trump ha hecho circular la idea de que no va
a aceptar el resultado. Muchos de sus seguidores piensan que el día 9, el
posterior a las elecciones, será un día de mucha rabia. Las fuerzas básicas que
han apoyado a Trump no van a desaparecer. Son como la ultraderecha europea. No
van a irse de pronto solo porque hayan perdido. Están profundamente arraigadas.
'¿Quién
domina el mundo?'
En '¿Quién domina el mundo?'
(Ediciones B), el más reciente libro de Noam Chomsky publicado en España, el
autor argumenta que el empecinamiento de Estados Unidos -más bien de una élite
al margen de cualquier control democrático- en mantener una posición de dominio
mundial es un peligro para el planeta. Estos son algunos extractos de su
introducción:
"Entre los Estados, desde el final de la Segunda Guerra Mundial,
Estados Unidos ha sido de lejos el primero entre desiguales y sigue siéndolo.
Continúa dictando en gran medida los términos del discurso global en un abanico
de asuntos que van desde Israel-Palestina, Irán, Latinoamérica, la «guerra
contra el terrorismo», la organización económica, el derecho y la justicia
internacionales, y otros semejantes, hasta problemas fundamentales para la
supervivencia de la civilización, como la guerra nuclear y la destrucción del
medio ambiente. Su poder, no obstante, ha disminuido desde que alcanzó una cota
sin precedentes históricos en 1945. Con el inevitable declive, el poder de
Washington queda hasta cierto punto compartido dentro del «Gobierno mundial de
facto» de los «amos del universo», por usar los términos que utilizan los
medios de comunicación para referirse a los poderes capitalistas dominantes (los
países del G7) y las instituciones que
estos controlan en la «nueva era imperial» tales como el Fondo Monetario
Internacional y las organizaciones internacionales que reglan el
comercio".
"La gran mayoría de la población, en el extremo bajo de la escala
de ingresos/riqueza, se halla, de hecho, excluida del sistema político, y sus
opiniones y posturas son pasadas por alto por sus representantes formales,
mientras que un pequeño sector en la cima posee una influencia
arrolladora".
"En Europa, el declive de la democracia no es menos llamativo,
mientras la toma de decisiones en cuestiones cruciales se desplaza a la
burocracia de Bruselas y las potencias financieras que esta representa en gran
medida. Su desprecio por la democracia se reveló en julio de 2015 en la salvaje
reacción a la mera idea de que el pueblo de Grecia pudiera tener voz para
determinar el destino de su sociedad, destrozada por las brutales políticas de
austeridad de la troika: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el
Fondo Monetario Internacional (FMI), en concreto los actores políticos del
último, no sus economistas, que han sido críticos con las políticas
destructivas".
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