Nadie que sobrevive a tantos asesinatos puede morir.
Por Alfredo Grande
Fuente: Pelota de trapo
(APe) www.pelotadetrapo.org.ar
Edición:3281
Red Latina sin fronteras
Publicado: 10 diciembre,
2016
Decir que Fidel Castro murió es una verdad, pero encubridora.
Decir que la muerte no puede alcanzarlo es otra verdad, pero rebeladora. Nos
rebelamos ante la muerte que llega con la tranquilidad de saber que alguien
siempre la espera. Nos rebelamos ante los dolores cínicos de quienes lo odiaron
y no pudieron doblegarlo jamás. Nos rebelamos ante la banal presencia de una
canciller que representa a un gobierno que no representa, más bien esconde, el
sentir de millones de argentinos. Nunca morirá la vida. Y Fidel fue la vida que
merece ser vivida. El no dijo que otro mundo era posible. Él lo hizo posible.
Corrió el horizonte de lo posible tanto, tanto, que empezamos a soñar
despiertos y dormimos sin las pesadillas de tantas generaciones muertas, como
advirtiera Marx.
Las generaciones vivas
vivieron revolución. Vivieron coraje. Vivieron alegría. Fidel no fue el que
destruyó la dictadura de un empleado del imperio. No fue el que llegó para
seguir tomando vino viejo en odres nuevos. No fue por más. No fue por todo. Fue
por algo diferente. Nuevo. No hay revolución sin revolucionarios y no hay
revolucionarios si el anhelo de la revolución no está siempre vivo. Pujando
para nacer. Luchando para seguir viviendo. Nos rebelamos ante la idea
convencional y represora de la muerte que pretende que las personas mueren
solamente porque dejan de estar vivas.
Para la cultura represora,
la mortalidad e inmortalidad es un dato de la biología. Yo digo que es un dato
de la historia. Pero no de cualquier historia. Solamente la que escriben los
pueblos que, aunque también se equivocan, lo hacen muchos menos que las élites
carniceras y sanguinarias. Y esa historia, esas historias, esas crónicas para
ser contadas, dignas de un Homero
contemporáneo, no dan espacio para que ninguna muerte tenga lugar ni tiempo.
Nos rebelamos ante el miserable elogio de las derechas cuando señalan que hubo “dos Fidel”. El Fidel bueno, demócrata,
que arrasó con una dictadura, y el Fidel malo, comunista, represor, y también
dictador sanguinario. Un Fulgencio Batista de izquierda. Texto sin contexto. Olvidando, es decir, manteniendo la
complicidad con las derechas de esos tiempos, que Cuba fue expulsada de la OEA.
Y a la Argentina, la presencia del Che en Punta del Este le costó un golpe de
estado. El Imperio pasó de la Alianza
para el Progreso al Plan Cóndor.
El maquillaje demócrata al verdadero
rostro republicano.
Algunos pueblos no tienen
el gobierno que se merecen, sino que tienen el gobierno por el que luchan. Y
las cubanas y los cubanos lucharon por el socialismo. Aunque no supieran qué
era el socialismo. Quizá todavía no lo sepamos. Pero no podemos amar al
socialismo, si no odiamos al capitalismo. Y la cruel paradoja es que amamos al
capitalismo. O sea: amamos los productos con los cuales el capitalismo se
blanquea en la vida cotidiana. La batalla cultural está perdida. Serán
necesarias nuevas estrategias, porque ahora el bloqueo lo tenemos nosotros. Bloqueados
para pensar desde un paradigma excluyente con el paradigma liberal. Cuyo último
invento reaccionario, es el concepto de “post
verdad”. “La post verdad se antoja
una definición más ambiciosa en sus resonancias orwellianas y en el
reconocimiento de un hueco semántico que discrimina la verdad revelada de la
verdad sentida”. La prueba está en que la concepción del neologismo, entre
otros argumentos, proviene de un editorial publicado en The Economist que ya insinuaba el desenlace de las elecciones
americanas a propósito de la emoción. “Donald
Trump es el máximo exponente de la política ‘post verdad’, (…) una confianza en afirmaciones que se
‘sienten verdad’ pero no se apoyan en la realidad”.
Nada de eso supo nunca el
Comandante. Nunca necesitó de la estafa política de la post verdad. Para Fidel, la palabra no era el camuflaje de la cosa.
La palabra y la cosa eran una cosa y la misma cosa. La revolución nunca fue un
relato. Fue una materialidad de cosas, de personas, de leyes, de deseos, de
anhelos. Alfabetización, reforma agraria, expropiaciones, poder popular. La “post verdad” es otra de las máscaras de
las paradojas de la cultura represora. Lo dicho, dicho no está. A lo hecho, no
le pongamos el pecho. No habrá imagen que valga por mil palabras.
Por eso nos rebelamos con
la afirmación de que Fidel murió. Fue
asesinado por los sicarios del imperio, una y mil veces. Cuando asesinaron al Che,
cuando asesinaron al mal llamado socialismo
real, al cual anteriormente habían tratado de asesinar las dignas
democracias de occidente, levantando al nazismo contra el peligro rojo. Tantas veces lo asesinaron, pero resucitó muchas más
veces, y siguió revolucionando nuestras vidas. No somos ingenuos. Los
asesinatos del imperio incluyeron como víctima privilegiada a Fidel. Y a todo
lo que Fidel presentaba. ¿O al asesinar, masacrar, torturar, degradar, a
cientos de miles de trabajadores, estudiantes, militantes políticos y sociales,
el imperio no estaba asesinando a Fidel? Nadie que sobrevive a tantos
asesinatos puede morir.
El cuerpo biológico es
apenas el atajo orgánico que la muerte utiliza para no retirarse derrotada. Nos
rebelamos porque si Fidel fue asesinado cientos de miles de veces, y siguió
luchando, eterna cigarra revolucionaria, no lo matemos nosotros. Que tanto lo
amamos y lo seguiremos amando. No lo matemos cuando nos dejamos tentar por las
variables y constantes electoralistas del sistema. Por las sobras del banquete
democrático y nos resignamos que un salario, que una jubilación, sean
considerados “ganancias”. No quiero
delirarme con derechos que tengo, pero que, al no poder ejercerlos, no los
tengo. Ni los tendré. Lo que es malo. Pero que pienso que los tengo, y eso es
peor. No tengamos un día de furia. Que todos los días sean días de furia, y que
todas las noches sean noches de lucha.
Mi amigo y camarada
Gustavo Robles finaliza su emocionada poesía: Fidel ejemplo, Fidel compañero, Fidel amigo, Fidel camarada, Fidel
Comandante, Fidel Revolución, Fidel Gigante: Ninguna muerte podrá matarte.
Hasta la Victoria Siempre. En el área de confort de mi escritura, que
también puede ser refugio de sabihondos y suicidas, logro la mezcla milagrosa
entre mi anhelo revolucionario, los educadores populares de Pelota de Trapo, los militantes por las
prácticas comunitarias en salud, la cooperativa ATICO, y me doy cuenta de que
tengo muchos hermanos y que, con un poco de esfuerzo, también los puedo contar.
Y que Fidel, al que una vez le estreché la mano, aunque él nunca supo que le
había estrechado la mano a Alfredo Grande, junto a mis hermanas y hermanos
cubanos, Fidel sabe que no hay espacio para muertes ni tristezas, que la
alegría es la lucha, y que la dignidad revolucionaria, que no es moral sino
ética, es nuestra cigarra.
"COMO LA CIGARRA"
Folklore argentino popular. Composición:
María Elena Walsh.
Subido el 23 de noviembre
de 2010
Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo, estoy aquí
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal,
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.
Cantando al sol,
como la cigarra,
después de un año
bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui,
solo y llorando.
Hice un nudo del pañuelo,
pero me olvidé después
que no era la única vez
y seguí cantando.
Cantando al sol,
como la cigarra,
después de un año
bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
cuántas noches pasarás
desesperando.
Y a la hora del naufragio
y a la de la oscuridad
alguien te rescatará,
para ir cantando.
Cantando al sol,
como la cigarra,
después de un año
bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
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