LA FETICHIZACIÓN DEL PROGRAMA
Sergio Rodríguez Lascano
Zapateando
15
febrero, 2017
“En la producción el hombre se objetiviza a sí mismo,
y en la producción las cosas se subjetivizan a sí mismas”.
Carlos Marx.
y en la producción las cosas se subjetivizan a sí mismas”.
Carlos Marx.
En la historia del pensamiento de izquierda, el debate sobre la
necesidad de un programa y el programa mismo han sido fuentes no sólo de
fuertes discusiones sino también fuente de pérdida de energía humana.
¿Qué es un programa? ¿Era el Manifiesto Comunista un
programa? ¿Cuál fue el programa del partido bolchevique? ¿Cuál el programa de
la revolución rusa? ¿Cuál el programa de la revolución cubana? ¿La elaboración
de un programa es una tarea de la vanguardia?
Parecería que se trata de una típica discusión metafísica.
Pero vayamos por partes:
El Manifiesto Comunista, desde mi muy personal punto de
vista, fue eso: un manifiesto que sentó las bases de una forma de entender el
mundo, las relaciones sociales, la composición de las clases, las diversas
formas en que las ideas socialistas se manifestaban, y la construcción de una
visión nueva que partía de un análisis científico de la realidad social.
No se trataba de un listado de consignas ni de una guía
perfectamente establecida para la acción revolucionaria.
El Partido Obrero Social Demócrata Ruso, en 1903, discutió sobre
la necesidad de un programa y sus miembros elaboraron un programa máximo y un
programa mínimo.
El programa mínimo se hizo con base en la lucha contra la
autocracia y el programa máximo se expresó en una serie de planteamientos de
Lenin, en especial, los siguientes:
.- El reconocimiento del derecho a la
autodeterminación de las naciones oprimidas por Rusia.
.- La condición de pertenecer a una
organización del partido para ser considerado miembro de él.
.- La necesidad de construir un partido cuya
organización interna se basara en el centralismo democrático, con militantes
profesionales que garantizasen la homogeneidad ideológica y la capacidad de
organización, cuyo programa revolucionario era que el proletariado conquistara
el poder político (dictadura del proletariado), para llevar a cabo la
revolución.
.- La lucha por la dictadura del proletariado
como instrumento necesario de la revolución para avanzar hacia el socialismo.
.- La alianza de la clase obrera con el
campesinado para derribar la autocracia rusa, llevar a término los objetivos
democráticos de la revolución y enfrentar las vacilaciones y traiciones de la
burguesía.
.- La liquidación de los latifundios
terratenientes y la entrega de la tierra a los campesinos.
Como muchos saben, en ese Congreso se dio la división entre
mencheviques y bolcheviques. Pero la división no se dio en torno a la parte del
programa que tenía que ver con lo externo al partido, sino con relación a la
propuesta organizativa sobre quiénes eran miembros del partido (que en la práctica
tenía que ver con las bases sustanciales de lo que era la caracterización de la
militancia).
Pero cuando llegó febrero de 1917, del programa -tanto el mínimo
como el máximo- ya nadie se acordaba. Entonces, Lenin hizo un planteamiento que
va a ser la base de la revolución rusa y que no era una elaboración ajena a las
necesidades y sentimientos de la gente. Por el contrario, entró en concordancia
con lo que la gente quería y por lo que estaba luchando: Paz, Pan y Tierra.
Veamos otro ejemplo más reciente: Cuando aparece el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, no tan sólo se da a conocer por la toma de
siete cabeceras municipales del estado de Chiapas sino también porque plantea
una serie de temas torales, que serían los que conformarían un programa. Las 11
demandas originales del EZLN fueron entendidas no como peticiones al Estado
mexicano, sino como las bases sustanciales y fundamentales para reconstruir el
país -que estaba a punto de ser reventado con la entrada en vigor del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte.
Y lo fundamental de ese programa no sólo reside en la justeza de
sus planteamientos sino en la forma en que fue elaborado.
No se trató de una obra de escritorio ni fue producto de una
mente brillante, tampoco de un señor que ahora se define a sí mismo como
señalizador de carreteras (Almeyra). Fue una creación de los pueblos
zapatistas.
Ellos se lanzaron a una insurrección en una situación en la que
cualquier analista sofisticado o simplón de la lucha de clases en el mundo (o
un señalizador) habría opinado (si lo hubiera sabido con anterioridad) que se
trataba de un error inmenso, que ni las condiciones objetivas ni las subjetivas
estaban dadas. Que ya no había retaguardia estratégica de la revolución,
después de que se había desmerengado la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas.
Esa insurrección fue hecha por la parte fundamental de los
pueblos indígenas mayas de Chiapas. Y ellos la decidieron a partir de elaborar
(ellos) un programa que entraba en sintonía con toda la población, tanto
nacional como mundial.
El programa en ese sentido fue una creación heroica de los
pueblos indígenas.
Ahora que se le exige al EZLN que diga ya su programa para las
elecciones de 2018 (¿?), que explique a los demás lo que tienen que hacer,
tiene importancia retomar esta experiencia.
Permítanme antes de pasar a esto, hacer un breve intervalo. Hace
unos años, en 2006, cuando el difunto Subcomandante Insurgente Marcos llevaba a
cabo un intercambio con muchos sectores de la población en los diversos estados
del país -en lo que se conoció como “La
Otra Campaña”- , lo que presenciamos fue un hecho trascendental:
Quienes asistían, por horas, contaban sus dolores y algunas
veces lograban identificar a los causantes de los mismos. Esto era algo
fundamental. Nunca antes nadie los había escuchado. Siempre habían sido citados
para oír una conferencia o para participar pasivamente en un mitin. Era la
primera vez que los invitaban a explicar lo que ellos, lo que ellas, sentían.
En una de esas ocasiones, un militante de esa organización que
colgaba grandes gallardetes con las efigies de Marx, Engels, Lenin y Stalin, se
me acercó y me dijo: “¡Carajo, ya estoy
hasta la madre de oír lo mismo, ya sabemos que sufren, no es necesario
escucharlos!”.
Atrás de estas palabras se ubicaba lo fundamental de una visión
de construcción, organización y de conciencia. El compañero, creo yo, no
entendía el aspecto más importante de lo que ahí estaba pasando: una persona
común -no un militante político, ni un estudioso de Marx, Engels, Lenin o
Stalin (ufff)- tenía el valor y la capacidad de hablar de su
dolor y de identificar a su enemigo. Esos dos hechos representaban un tremendo
paso hacia el frente en el camino de construir su liberación.
Estoy seguro que ese militante de izquierda pensaba: “eso yo ya lo sé, para que voy a perder el
tiempo escuchando todo esto, yo les puedo decir cuáles son sus problemas”.
Desde luego, para esa persona común el que alguien le diga cuáles son sus
problemas no tiene el mismo valor ni el mismo significado que si ella misma lo
dice y lo identifica.
Pues bien, aquí se encuentra uno de los rasgos distintivos del
zapatismo, creo yo. Las y los zapatistas nunca les dicen a los demás lo que
tienen que hacer, ell@s no son una vanguardia. Y a los demás eso les puede
gustar o no, pero lo que me parece escandaloso es que, después de 23 años de
existencia pública del EZLN, todavía se llamen a sorpresa.
Lo más increíble de todo es que muchos de los críticos del EZLN,
sea que hablen de la necesidad de un programa máximo o de un programa mínimo o
de un programa de transición, le exigen al zapatismo que lo escriba, que lo
haga, “que deje de lado su autismo” (jajajaja).
La pregunta lógica que cualquier ser humano con tres dedos de
frente se haría es la siguiente: Si ellos están convencidos de la importancia
de ese programa, si ellos están convencidos que eso es indispensable para que
la “masa” (así dicen varios de ellos)
tome conciencia, ¿por qué no lo hacen ellos y dejan en paz al zapatismo?
¿Será porque son completamente marginales a la población que
dicen que van a dirigir? ¿Será porque piensan que con ese “método” van a evidenciar el carácter traidor del EZLN? ¿Será porque tienen una idea profundamente
despectiva de los sectores explotados y oprimidos?
Las “sesudas” explicaciones
que hacen en sus reclamos al zapatismo tienen un punto débil: ¿Qué hacen ellos?
Y si acaso están haciendo su trabajo, ¿para qué necesitan al EZLN? Más aún,
¿para qué lo necesitan como el convocante inicial de todo?
El asunto de fondo es que después de 23 años siguen sin entender
nada del zapatismo (lo siento, pero así es). Y, claro, eso no es un pecado ni
una tremenda falla “teórica”, siempre
y cuando no le exijan cosas que están pensadas para que ellos las hagan pero,
por misterios del destino, no las hacen.
El zapatismo y fundamentalmente el CNI están elaborando una
propuesta para construir un Concejo Indígena de Gobierno. Creo yo que con el
objetivo fundamental de platicar, es decir, escuchar y hablar, con la gente
común del pueblo mexicano. Para esta tarea tan importante y trascendental no
van a necesitar asesores, sabios o señaladores de carreteras.
No necesitan de intermediarios. Si los grupos de izquierda están
interesados en este proceso, entonces con el amplio apoyo social que los
caracteriza estarán presentes cuando hablen con esos sectores populares (si
quieren). Pero, creo yo, no van a tener un trato especial.
Entonces, volviendo a lo del programa. Cuando se piensa que el
programa que busca organizar a los de abajo debe ser elaborado por una persona
(por ejemplo un señalador de carreteras) o por un grupo o por un frente de
muchos grupos…, entonces lo que sucede es que el programa se fetichiza, cobra
vida en sí mismo y baila frente a los ojos de los que supuestamente son sus
destinatarios. El programa deja de ser una herramienta y se subjetiviza frente
a los ojos sorprendidos de los receptores del mismo.
Y los “sujetos” a los
que va destinado el programa se convierten en objetos pasivos que van a recibir
la conciencia que viene del exterior.
Creo que esto no es un debate baladí. Se puede hablar de
auto-organización, de autogestión, de autonomía, pero si se piensa que eso se
va a construir a partir de lo que diga una organización, un grupo, o un
individuo (por ejemplo un señalador de carreteras) pues entonces todo lo
primero deja de ser verdad y se convierte en una mueca, o en un gesto, en un
discurso para la galería.
El programa que requiere el pueblo mexicano será elaborado por
el pueblo mexicano o será una caricatura de programa.
Y no porque lo que digan no pueda ser correcto. Hay grupos de
izquierda y personas (entre otros el señalador de carreteras) que son como el
reloj descompuesto, que dos veces al día dan la hora correcta.
Entonces, el EZLN tiene un acuerdo con el CNI sobre cómo construir
una campaña completamente diferente a la de los partidos políticos y los grupos
de izquierda. Tienen sus tiempos y sus geografías. Que si eso significa que
sólo se van a quedar entre el EZLN y el CNI, pues yo creo que no, ellos lo han
dicho claramente, sólo que no se quiere leer bien.
¿Cuándo lo van a hacer? Cuando ellos lo decidan.
Yo sé que muchos militantes de esos grupos de izquierda están
pensando en este momento: ¿Pero qué tal que ya no hay país? No, sí va a haber.
Y la propuesta, creo yo, consiste en reconstruirlo desde sus cimientos
con el objetivo de edificar la otra casa, donde no haya arriba ni abajo; donde
no haya ni explotados ni explotadores, donde no haya ni saqueadores ni
despojados, ni desprecio, racismo y sexismo; donde la liberación del pueblo sea
obra del pueblo mismo y no de salvadores, dioses o cesares (¿les suena?).
Y entonces el programa será producto de la autogeneración del
sujeto y será únicamente una herramienta para avanzar en la organización. Es
decir, ya no les será ajeno a sus destinatarios. Porque no habrá destinatarios.
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