De Chile a México: que
del dolor salga algo de vida, algo de verdad
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Chile a México: que del dolor salga algo de vida, algo de verdad*
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Publicado el 28 marzo, 2017
El 29 de marzo de 1985, los hermanos Rafael y Eduardo Vergara
Toledo fueron asesinados por carabineros de Chile, hecho que posteriormente se
consolidaría como un emblema de la lucha contra la dictadura cívico-militar.
Por ello, cada 29 de marzo se han instaurado en la memoria colectiva chilena
como el «día del joven combatiente». Con el pretexto de dicha
conmemoración, Luisa Toledo y Manuel Vergara —padres de los Vergara Toledo y
férreos activistas contra la impunidad— dirigieron algunas palabras a familiares
y amigos de las miles de personas desaparecidas o asesinadas por el Estado
Mexicano y su «guerra contra el narco».
Agencia
SubVersiones
28
marzo, 2017
El 29 de marzo de 1985, los hermanos Rafael y Eduardo
Vergara Toledo fueron asesinados por carabineros de Chile, hecho que
posteriormente se consolidó como un emblema de la lucha contra la dictadura
cívico-militar. Por ello, cada 29 de marzo se ha instaurado en la memoria
colectiva chilena como el «día del joven combatiente».
Luisa Toledo y Manuel
Vergara –padres de los hermanos asesinados– siguen siendo, 32 años después,
férreos activistas contra la impunidad. Con motivo de la conmemoración
del día
del joven combatiente, compartimos las palabras que envían a familiares
y amigos de las miles de personas desaparecidas o asesinadas por el Estado
Mexicano y su «guerra contra el narco»:
Acá en Chile hay más de tres mil personas detenidas- desaparecidas. El
caso de ustedes [en México] es terrible, son muchos los desaparecidos. Pero la
única forma que yo veo y que hemos tenido nosotros conciencia, porque nosotros
mismos lo hemos hecho, es organizarnos, es estar cerca de la otra gente para
que nos acompañen en la búsqueda de nuestros familiares, y para que nos
acompañen, si están presos, en la búsqueda de justicia para ellos.
A pesar de
las distancias geográficas que separan a Chile de México, las cercanías y
afectividades compartidas entre quienes luchan por vivir dignamente son muy
fuertes. Además, en ambos países las políticas de violencia, represión y
desaparición forzada han sido sistemáticas.
Durante 17
años de dictadura, (1973-1990) en Chile se detuvo, desapareció, torturó y
ejecutó a miles de personas. Las víctimas directas de violencia Estatal rebasan
las 40 mil personas; por lo menos 28 mil fueron torturadas y más de 3 mil
fueron desaparecidas o ejecutadas extrajudiciamente.
Entre 2006 y
2017, más de 100 mil personas han sido
asesinadas en México y alrededor de 30 mil se encuentran desaparecidas.
Aunque fue el anterior presidente, Felipe Calderón, quien realizó los primeros
operativos militares de la «guerra contra el narco» hace ya 10 años; durante el
régimen de Enrique Peña Nieto se ha continuado y profundizado la violencia.[1]
Actualmente, mientras sigue sembrando terror en la población, el
narco-Estado se reorganiza y busca endurecer su control territorial para
responder a los propios intereses económicos y políticos de la clase
gobernante. La lucha por la justicia para las personas desaparecidas y
asesinadas en México toma lugar en este contexto, en el que el terror social
sirve de acondicionador para los mercados de devastación y control. Por ello,
es fundamental seguir denunciando las prácticas de tortura y tratos crueles por
parte de autoridades policiales, militares y ministeriales, las ejecuciones
extrajudiciales y los ataques constantes a la libertad de expresión.
Tanto en Chile como en México se sigue violentando
cotidianamente y a jóvenes, organizaciones sociales, mujeres, poblaciones
migrantes y pueblos indígenas. El ambiente de ambos países permite la
impunidad, los cercos de información, pactos de protección y silencio para los
perpetradores, así como una prolija banalización y espectacularidad de los
sucesos. Las funciones persecutorias de la criminalización y del hostigamiento
legitiman la muerte, la prisión y la desaparición sobre grupos específicos de
la sociedad. Las luchas por justicia en ambos territorios no sólo se acotan a
denunciar los terribles actos de violencia con los cuales los Estados ha
operado contra su población sino que también visibilizan y enfrentan las
condiciones sociales, políticas y económicas de origen.
En Chile, durante la
democracia neoliberal se ha continuado atacando a grupos vulnerables y, pese a
que existen políticas de reparación para las víctimas de violencia Estatal en
dictadura, hay cientos de denuncias que se han postergado por trabas
burocrático y procesos entorpecidos por presiones de altos cargos de la justicia. Se han
descubierto pactos de silencio que condicionaron los discursos de reparación
entre ciudadanos y el Estado y protegieron a políticos y miliares, así como a
agentes civiles vinculados a la dictadura (como Agustín Edward, dueño de una de
las más grandes empresas periodísticas del país).
En el caso de
los hermanos Vergara Toledo, después de 21 años de lucha por verdad y justicia,
los familiares y amigos obtuvieron un fallo a favor en 2006, con el que se
encontró culpable a un ex policía de Pinochet, y posteriormente a otros dos. No
obstante y a pesar de que el fallo fue ratificado en 2009, un año después la
Suprema Corte les rebajó la condena y obtuvieron
la libertad condicional durante el 2016. [2]
En este clima de permanente tensión y frente a las políticas
sistemáticas de desaparición, violencia Estatal e impunidad, Luisa Toledo
enfatiza la necesidad de que las luchas por la justicia se extiendan a más allá
de las fronteras:
Empecemos a conocernos como un
espacio común lo que es Latinoamérica. Como lo están haciendo en Argentina las
madres de plaza de mayo o como lo están haciendo acá en Chile las agrupaciones
de detenidos desaparecidos, que desgraciadamente ahora no funcionan mucho
porque se metieron en el gobierno y no tienen esa posibilidad de denuncia.
La
organización y la búsqueda de cómo ampliar nuestros círculos con más gente,
cada vez más gente que nos acompañe (…) [tengan] en cuenta también al resto de
gente que vivimos cerca de ustedes o en este mismo continente, que pudiéramos
comunicarnos, sabernos, saber qué es lo que está pasando con nosotros. Porque
los pueblos estamos sufriendo todos una misma historia.
Manuel Vergara, por su lado, coincide también en la necesidad de
profundizar los cruces internacionales donde convergen procesos de construcción
de memoria y experiencias de lucha de las resistencia tan diversas:
Seguir peleando, no solamente
por el caso de nuestros hijos sino que por muchos casos que han quedado en la
impunidad, compañeros (…) que el dolor nuestro con el dolor de ustedes, los
juntamos, y que salga algo de vida, algo de verdad.
De esta manera, los padres de los Vergara Toledo nos llaman a
generar alianzas y correspondencias insospechadas a nivel mundial entre quienes
han asumido la responsabilidad del cuidado de las más diversas formas de vida
frente a la arremetida del miedo, el dinero y el horror como distópico espacio
común.
NOTAS:
[1] De acuerdo
con el informe presentado por el Registro Nacional de Datos de Personas
Extraviadas o Desaparecidas, entre 2007 y 2012, en el sexenio de Felipe
Calderón, desaparecieron seis mexicanos al día y durante el de Enrique Peña
Nieto, trece personas al día. Ver: «México: el país con más de 27 mil
desapariciones forzadas» en telesur.net
[2]
Rafael Vergara (de 18 años) murió a causa de un balazo en el cráneo realizado
con el cañón apoyado en su cabeza. El ex carabinero argumentó que cumplía
órdenes. Ver: «Confesión de condenado por asesinato de
hermanos Vergara Toledo en 1985 reabre caso» en mostrador.cl
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