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“LA EXPERIENCIA TUPAMARA. PENSANDO EN FUTURAS INSURGENCIAS”: Jorge Zabalza

“LA EXPERIENCIA TUPAMARA. Pensando en futuras insurgencias”:
Jorge Zabalza (con Samuel Blixen, Daniel Viglietti y Néstor Kohan)
Marxismo crítico
Praxis, conciencia y libertad
27/01/2016
Presentación en Montevideo (22/12/2015) del libro “La experiencia tupamara. Pensando en futuras insurgencias” de Jorge “el tambero” Zabalza. Dirigente histórico del MLN-T Tupamaros y uno de los nueve rehenes de la dictadura militar uruguaya, junto a Raúl Sendic. Zabalza es un militante revolucionario que atravesó con dignidad y sin abandonar las banderas los 11 años infernales de tortura, aislamiento y encierro en una jaula (con luz eléctrica 24 horas), sin poder hablar con nadie ni hacer gimnasia, los castigos y el hostigamiento permanente de los verdugos de la dictadura militar en Uruguay junto al resto de la dirección político militar de los Tupamaros. Su libro reconstruye esa historia de lucha pero también aporta un pensamiento político y un balance ideológico pensando en futuras insurgencias, cuestionando la conversión de algunos antiguos tupamaros en gestores del neoliberalismo en Uruguay y artífices del perdón para los militares genocidas.
¡Participar de la presentación constituye UN ORGULLO y UN HONOR! Intervinieron Daniel Viglietti y Samuel Blixen, junto a músicos y poetas que compartieron la cárcel en los peores momentos de Uruguay. También Néstor Kohan de Argentina. Muchísima gente, de la época gloriosa de Tupamaros (MLN-T) y numerosos jóvenes. No nos quebraron ni nos cooptaron. Hagan lo que hagan JAMÁS NOS DAREMOS POR VENCIDOS. La lucha continúa.

Palabras de Jorge Zabalza en la presentación del libro “LA EXPERIENCIA TUPAMARA”
Video:
Este trabajo se agrega a una nutrida serie de ensayos y relatos. De ellos quiero destacar “La revolución necesaria” de Andrés Cultelli y “La derrota en la mira” de Jorge Torres, poco conocidos, pero imprescindibles a la hora de profundizar en los errores de concepción que condenaron el movimiento guerrillero a la derrota.
De igual manera, una visión crítica del proceso no puede prescindir de los varios libros de Clara Aldrighi, de Samuel Blixen, como tampoco de “Los ovillos de la memoria” y “Rehenas”, elaboración colectiva de las compañeras.
No menos importantes es el rescate de valores revolucionarios que hacen los poemas de Miguel Ángel Olivera, las artesanías conservadas en el Museo de la Memoria, el almanaque de Jorge Tiscornia, los artículos de Jorge Rossi, el documental “El círculo”, así como otras expresiones artísticas de muy diversa índole. El presente ensayo saltea el análisis de 1973 y 1974, los años de la agonía luego de los golpes mortales de 1972 pero, al respecto, el autor recomienda la lectura de Clara Aldrighi y Guillermo Waksman sobre los tupamaros en Chile y la historia de vida de Víctor Estradet.
Más allá de los diferentes puntos de vista que puedan existir, el espíritu de “La experiencia tupamara” es complementar estas obras. Su conjunto permitirá a los historiadores hacerse una composición aproximada de lo que fue la historia de la generación que protagonizó el proceso guerrillero en el Uruguay de los ’60 y ’70.
“La experiencia tupamara” viene al mundo en un contexto de derechización electoral. A través de los mecanismos electorales, las grandes mayorías están refrendando de hecho las políticas reaccionarias y destructivas que imponen los bancos y las corporaciones transnacionales. Festejan los terratenientes, los importadores y los especuladores financieros, festeja el gobierno de los EEUU promotor activo del fenómeno. Pese a la música es la misma de siempre, los pasajeros aplauden entusiasmados la orquesta, olvidando que el Titanic se dirige rumbo al infierno.
Actualmente, en América Latina, las oligarquías y el imperio logran sus objetivos sin recurrir al terrorismo de Estado como hicieron en el siglo XX. Para mantener viva la amenaza que acecha desde los cuarteles les basta con sacar a relucir su “brazo policial” cada tanto y puntualmente. Se promete un “cambio” que, en verdad, es el retorno a la ferocidad y el salvajismo. En definitiva para eso burgueses inventaron su democracia, para obtener el consentimiento de las grandes mayorías sin ejercer abiertamente la violencia, para dejar que los pueblos elijan “representantes” que en realidad “representarán” los intereses económicos de la clase dominante.
A la derechización electoral contribuye graciosamente el progresismo, que en los ’90 llegó montado en las movilizaciones populares contra las políticas neoliberales, prometiendo hacer temblar las raíces de la sociedad. La gente creyó que cambiaría el mundo, pero el progresismo se transformó rápidamente en operador de los planes de los grandes capitales. Los caudillos progresistas se encargan de obtener el apoyo popular a gobiernos que amparan y promueven el crecimiento exponencial de las ganancias de los bancos y las corporaciones transnacionales. Mantienen en la pasividad al movimiento de masas mediante políticas asistenciales y la prédica de que el capitalismo es inmortal y la revolución social un imposible. Educan para la paciencia, como enseñaba el compañero Helios Sarthou.

La vanguardia de esa campaña de despolitización son los apóstatas. A partir de la autoridad política que proviene del sacrificio de una generación entera, estos ex-guerrilleros están siendo los más eficaces impulsores de la conciliación de clases. La primera línea de la defensa de un sistema que convocaron a derribar. Para ello se encargan de tergiversar la historia y desprestigiar el coraje y el heroísmo de la generación del Che Guevara. Nunca más revolución es su consigna. La sustituyen con la cháchara sin sustancia del pragmatismo y la lógica de los mercaderes del templo. Su más evidente defección ética y moral aparece en la defensa cerrada de la impunidad de los criminales de lesa humanidad, pero su mayor servicio lo prestan en la preparación del aparato policíaco-militar para reprimir las actuales y futuras luchas populares.
El objetivo principal de “La experiencia tupamara” es pensar críticamente el pasado y asumir las responsabilidades que nos caben, reafirmar el valor del pensamiento crítico, la más poderosa de todas las armas revolucionarias. Bucear en el militarismo y el aparatismo que condujeron al fracaso la tentativa revolucionaria de los ’60, para contribuir a la elaboración de las estrategias y las tácticas de las insurgencias que vendrán. Mientras lo viejo no haya sido cuestionado a fondo, las ideas derrotistas, de renuncia y entrega, podrán seguir haciendo su trabajito de zapa y debilitando las intenciones y las esperanzas de liberar a la sociedad de la esclavitud del trabajo asalariado. Corregir no es arrepentirse, es simplemente pensar en desterrar del pensamiento las concepciones que causaron la derrota popular. Saber lo que no se quiere hacer.
A corto o mediano plazo, las consecuencias sociales de la voracidad capitalista agravan a tal punto la situación de los asalariados, que los versos ya no pueden ocultar la realidad, los caudillos progresistas pierden predicamento y dejan de cumplir su función en la superestructura. Algunos sectores oprimidos comprenden que no les queda otro remedio que salir a la calle, a luchar directamente para resolver sus problemas, sin representantes algunos. En esas luchas puntuales hay quienes descubren la naturaleza real del sistema político. Escapan de la trampa electoral y la manipulación demagógica. Cansada de expectativas que no se traducen en hechos se vota a los ortodoxos de derecha, mucho más para castigar que por el hipnotismo de las campañas mediáticas. Muchos de ellos comprenden que el voto es un instrumento inútil para resolver los problemas de la desigualdad y la injusticia social. Pueden enlentecer la toma de consciencia, pero no impedirla. Aún en la pasividad general a que está reducido el pueblo trabajador, cada tanto aparecen muestras de sus reservas de dignidad y espíritu combativo.
Ahí están los núcleos que pelean sin desfallecer por Verdad y Justicia, obligados a debatir tanto contra los argumentos más reaccionarios como contra las políticas de olvido y perdón del progresismo. Ahí están las luchas en defensa de la tierra, el aire y el agua con un componente local muy fuerte: Cerro Chato, Tacuarembó, el Sauce, La Paloma, Paysandú, Lavalleja, Suárez (victoria bien de abajo que detuvo la instalación de una cantera depredadora). El principal obstáculo para crear consciencia viene directamente del gobierno, por lo cual la lucha por el medio ambiente es realmente esclarecedora. Ahí están los municipales de todo el país…. ya saben que a la hora de fijar el monto del salario y mejorar condiciones de trabajo, el patrón es patrón por mucho que se digan comunistas, socialistas o tupamaros. También aprendieron mucho los trabajadores de la enseñanza al verse enfrentados al decretazo de esencialidad y los de la construcción en su lucha por la ley de responsabilidad penal empresarial. Ahí están los “peludos” en Bella Unión mostrando un camino para acceder a la tierra y escapar a la zafralidad, mientras de paso, como antaño, se coloca sobre la mesa la reforma agraria, una solución de fondo planteada en el curso de una lucha reivindicativa.
Tal vez, como sugiere “La experiencia tupamara”, sea en esos picos de ascenso que se crea la necesidad de organizar nuevos instrumentos políticos. Podrá ser mañana o dentro de cincuenta años, pero en esos conflictos sociales, por muy puntuales y episódicos que sean, los que luchan toman distancia del verso que oscurece la razón y ganan en independencia respecto al progresismo. En estados de subjetividad semejantes estuvieron los orígenes del MLN (T) a principios de los ’60 y los del Frente Amplio en el ’70. Hoy día ya es necesario un instrumento político de nuevo cuño capaz de rechazar y resistir la represión que se prepara en los ministerios encabezados por ex-guerrilleros.
En estos tiempos de sequía y quietud, “La experiencia tupamara” suma esfuerzos a los núcleos que comprenden la necesidad de hacer una revolución social. Se impone esperar
pacientemente el big bang, el momento en que la democracia burguesa deja de satisfacer las necesidades políticas de sus inventores y la clase dominante quiebra la legalidad y las instituciones. Entonces el mucho palo dado pa’que aprendas desata en los apaleados el deseo de quitarse de encima el yugo de clase. El estallido que no depende de la voluntad militante de los núcleos, sino de la extensión y profundidad de la consciencia, es preciso respetar los tiempos y la velocidad del movimiento de masas, cosa que no quiere decir inacción y pasividad sino adecuar la acción al grado de comprensión general, en particular y especialmente, en cuanto a la dosificación en el empleo de la violencia revolucionaria. Es la lección primera y primaria de la historia del movimiento guerrillero en Uruguay.
La “operación retorno”, a lo Macri o a lo M.U.D o a lo que se viene en Brasil, comienza con la criminalización de la protesta por parte de los operadores mediáticos del progresismo. En la batalla de ideas, una de las metas de las élites de derecha es el desprestigio y la satanización de las ideas emancipatorias. Por eso mismo, la acción no debe causar rechazo en los sectores populares más despolitizados, no es inteligente facilitar el ataque de la derecha ortodoxa y sus medios de manipulación mediática, ni hacerle campo orégano al discurso afinado conque el progresismo condena la protesta.

Está entablada entonces la batalla de ideas al decir de Fidel Castro, entre los que quieren mantener el sistema de opresión y esclavitud y los que luchan por la liberación social. “La experiencia tupamara” se aleja de la tesis de conquistar colina tras colina por la vía electoral, tesis cuya máxima aspiración es llegar al gobierno de la república burguesa y encontrarse conque el poder real no estuvo en juego en las elecciones, que por encima de los partidos electorales deciden las grandes corporaciones transnacionales, los bancos internacionales y los aparatos policíaco-militares. “La experiencia tupamara” sale al público afiliada a las ideas de revolucionar la sociedad, de liberarla del Estado burgués, de transformar las mujeres y hombres del capitalismo en las mujeres y hombres de la revolución social. “La experiencia tupamara” piensa en futuras insurgencias, no en organizar campañas electorales.

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