“Sin mujeres libres no hay pueblos libres”, feminismo
callejero
Por: Eugenia Gutiérrez (colectivo Radio
Zapatista).
Radio Zapatista
México, 8 de marzo de 2017.
¿Quiénes son ellas? Irreverentes, impúdicas, libres.
Salen a las calles a gritar indignación, a presentarla sin poses de revista.
Redactan cartulinas y pancartas incómodas: “Mi
cuerpo, mi territorio”, “Mi vientre,
mi decisión”, “Mi vagina, mis reglas…
con o sin toalla”, “Quítame tus leyes
de encima”.
Otro Día Internacional de la
Mujer en Lucha con más razones que nunca. En tanto, millones se organizan sin
liderazgos contra un anhelo misógino que crece. Ha pasado un año más y las
protestas continúan. Convocan a paros y conferencias. Allí se conocen en el
debate de la humillación común y la necesidad de revertirla. Pero es en las
calles donde somos iguales y nos hermanamos. Día con día, en decenas de
ciudades se marcha de manera multitudinaria, ya sea contra el feminicidio y las
agresiones sexuales o a favor de la soberanía del cuerpo, del placer sexual, de
los derechos reproductivos y de la sencilla libertad de amamantar a una criatura
donde se nos hinche un ovario. En todas las movilizaciones se cruzan dos ejes,
la crítica a la hipocresía capitalista que mercantiliza el cuerpo femenino
controlado y la solidaridad que se compromete con la gama más amplia de
derechos a nivel mundial, contra el racismo, la xenofobia, la homofobia y el
clasismo: “Mi útero no es propiedad
pública”, “Les molesta la teta que no
pueden vender”, “Sin mujeres libres
no hay pueblos libres”.
Las niñas y los niños
abundan, escriben o garabatean, presentan sus propias ideas: “A mí me cae bien la gente buena”, “Feminista en formación”, “Mi abuelita me quiere. Los poderosos, no”.
Algunas andan acompañadas de
varones libres. En muchas ciudades y en idiomas diversos, ellos marchan a un
lado o se intercalan en paso y consigna: “El
hombre de calidad no teme a la igualdad”, “Su cuerpo, su decisión”, “Un
hombre pleno cuida su primera cuna”.
Incontrolables y majaderas.
Prenden fogatas tibias con el Manual de Carreño: “Al diablo con el falo-fascismo”, “Trump, eres un cerdo misógino”, “Soy una mujer asquerosa y prepárate: el
futuro es asqueroso”, “Soy lesbiana,
hetero, bis. Soy mujer y soy feliz”, “Haz
patria. Mata al misógino que llevas en la mente”, “Soy trans, soy negra, soy india, soy atea. Soy lo que yo quiera”.
Muchas destacan su empeño
por la vida, su potencia creadora y creativa: “El odio no prevalecerá”, “Que
el poder sea la paz”, “Soy
inmigrante, latina, musulmana. Soy mujer, soy humana”. Otras se visten de
clítoris o dibujan un órgano reproductor femenino y sonríen al mostrarlo: “Esta máquina destruye el odio… y hay miles
de millones”.
Unas muchachas disfrazadas
de sufragistas, limpias y arregladitas como hace cien años, sostienen quietas
un cartel: “Otro siglo. Misma mierda”.
Las abuelas tatuadas, las madres de ombligo y pezón perforados, las mujeres que
no fueron madres por cualquier razón, dolorosa o no, decidida o no, las mujeres
que abrieron caminos, no pueden creerlo: “Increíble
que tenga que volver a salir para luchar contra esta porquería”.
Las más jóvenes no se autolimitan.
“Te gestó un vientre, te alimentó una
teta. Piensa, siente, respeta”. Nadie les lavará la boca con jabón. “Fábrica de comida para bebés, imbécil”.
Si quisieran, le arrancarían su primera sonrisa a un patriarca, pero tienen
cosas más importantes que hacer. “No te
acerques a mi útero sin mi permiso”, “A
abortar el patriarcado y su educación de mercado”. Muy razonables, también
pintan muros con explicaciones: “No puedo
ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía”.
“Si la violación les molestara tanto como la
menstruación…” Imposibles,
despeinadas, locas. Compadecen a Melania tanto como a Schopenhauer. “No más virginidad patriarquera”. En las
calles que inundan derriban fronteras a madrazos, todas las fronteras,
invisibles y no. Para contrarrestar la violencia policiaca que vivieron dos
mujeres en la playa de Necochea por desnudar sus torsos, se organiza un “tetazo” en varias ciudades de
Argentina. Una manta sugiere: “Si te
acosan en la calle o te violan, ponete en tetas. Así viene la policía”.
Homo sapiens pero del griego, donde “homo” significa igual. “Cuando
la vagina contraataca, los machitos tiemblan”. Un locutor argentino muere
de preocupación. Salpica ira. No entiende nada. Si no somos víctimas, ni
heroínas, ni princesas, ¿qué coños somos?, dirá.
Una escritora mexicana muere
de envidia. Desde El País salpica miedo. No entiende nada.
Olvida que nació en el paraíso de los feminicidas. Dice que el feminismo
callejero le provoca bostezos, que “el
libre ejercicio del pensamiento complejo” ha sido reemplazado “por el aburrido derecho a salir a las
calles con cartulinas”. Y le pagan por decirlo. Si no somos teóricas
neo-epistémicas híper-ontológicas, ¿qué putas somos?, pensará.
“Marcha como niña, pelea como niña. Atrévete”, “No
quebrantarás los logros de mis abuelas”, “Marcho por mis nietas y por las tuyas”, “Nuestr@s hij@s vivirán mejor. L@s tuy@s, también”.
En calles de tierra
ancestral otras mujeres marchan igual de fuerte. Sin luz ni pavimento
vislumbran lo que viene. “Vamos por todo”.
Sus gritos son de silencio profundo, del que más aturde: “No están sol@s. Su rabia es la nuestra”, “Nunca más un México sin
nosotr@s”.
Indefinibles, insolentes,
hartas. Ellas son todas nosotras en cada una.
Comentarios