29 DE JULIO-1 DE
AGOSTO, 1968: El movimiento estudiantil crece a nivel nacional
La
Voz del Anáhuac
29
de julio de 2017
El lunes 29 de julio de 1968 en la mayoría de las
escuelas del IPN se realizaron asambleas generales. En ellas, tras hacer el
recuento de los daños ocasionados por la brutal represión a la manifestación
del 26 de julio, se acuerda ir a la huelga. Se empezó a configurar el pliego de
demandas:
1.- Destitución de los jefes
policíacos (Luis Cueto Ramírez, Raúl Mendiolea y Armando Frías; jefe y subjefe
de la policía capitalina y jefe del cuerpo de granaderos), respectivamente),
2.- Desaparición del cuerpo
de granaderos,
3.- Libertad a todos los
estudiantes detenidos desde el 26 de julio,
4.- Indemnización a los
familiares de los estudiantes muertos y heridos.
Se hizo un recuento de los compañeros
detenidos, heridos, desaparecidos o muertos por cada escuela.
En todas las escuelas del
IPN se desconoció a la FNET. También fueron desconocidos los comités ejecutivos
de las sociedades de alumnos y se acordó formar Comités de Huelga.
Se nombraron representantes
para el Comité Coordinador de Huelga del IPN que se comenzaba a formar.
De algunas escuelas se
nombraron comisiones para visitar las escuelas universitarias, para llamarlas a
unirse a la huelga.
Se integraron guardias
nocturnas por escuela y ante la campaña de linchamiento mediático se vio la
necesidad de formar brigadas informativas al pueblo.
Así comenzaba el movimiento:
auditorios llenos, acuerdos de sostener la huelga hasta que hubiera una
solución a nuestras demandas.
Pero la noche del 29 de julio ocurrió algo inesperado. La
policía y el ejército sitiaron la Preparatoria3 (Barrio Universitario) y
también hubo operativos policíaco-militares en las Vocacionales 5 (Ciudadela) y
7 (Tlatelolco). Las guardias nocturnas de esa noche eran numerosas. Se acordó
que si era contra los granaderos podríamos resistir. Pero contra el ejército poco
podríamos hacer.
En la Preparatoria 3
resistieron cuanto pudieron, pero en cuanto vieron que el ejército tomaría la
escuela, los que pudieron escaparon por las azoteas, saltando a las de los
edificios vecinos.
Dada la fortaleza de la
construcción del viejo edificio colonial, el ejército derribó el portón de un
bazucaso. Ahí hubo muchos detenidos, golpeados, heridos y se aseguró que
también muertos.
En la Vocacional 5 también
estaban dispuestos a resistir, pero al ser rodeada la escuela por la tropa,
decidieron entregarla pacíficamente. Esto no los salvó de ser detenidos y
golpeados.
En la Vocacional 7, al ver
que era el ejército el que ejecutaría el operativo, se decidió que se retiraran
todos los que pudieran, pero hubo quienes permanecieron hasta el último
momento, siendo también detenidos y golpeados.
Nunca supimos por qué en el
operativo de esa noche también se fueron contra la Preparatoria 5 (Coapa).
Esa misma noche el
secretario de la defensa nacional (Marcelino García Barragán), el secretario de
gobernación (Luis Echeverría Álvarez), el jefe del Departamento del Distrito
Federal (Alfonso Corona del Rosal) y los procuradores de justicia de la
república y del DF (Julio Sánchez Vargas y Gilberto Suárez Torres), dieron una
conferencia de prensa en a la que informaron haber ordenado la intervención del
ejército para impedir que “el caos y el
desorden siguieran alterando la paz pública”. Estos funcionarios tomaron
esas atribuciones en ausencia del presidente de la república (Gustavo Díaz
Ordaz, estaba de gira en Guadalajara). Entregarían los planteles tomados a sus
respectivas autoridades, pero amenazando con que si los desórdenes continuaban, no dudarían en hacer intervenir nuevamente
al ejército.
El 30 de julio nos congregamos frente a los planteles tomados por el
ejército, exigiendo su salida. Hasta horas de la tarde salió el ejército.
Recuperadas las escuelas realizamos asambleas. Ahí acordamos continuar la huelga
hasta lograr la libertad de todos nuestros compañeros, la destitución de los
jefes policíacos, la desaparición del cuerpo de granaderos y la indemnización
por nuestros muertos y heridos, que ya sumaban decenas.
El 31 de julio, Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, izó a media
asta la bandera nacional en la explanada de la rectoría y llamó a estudiantes,
profesores y trabajadores universitarios a defender la autonomía. Fue enfático
en reiterar que esto debía ser en la legalidad y sin afectar la vida universitaria.
El 1 de agosto el rector encabezó una manifestación que salió de CU,
pero regresó a la altura de Félix Cuevas al campus universitario, pues se sabía
que calles más adelante estaba el ejército para impedir que la manifestación se
dirigiera al Zócalo.
Esta intervención del rector
de la UNAM fue vista como natural por la población, pues se trataba de defender
la autonomía de la UNAM, pero para el gobierno fue un gesto de insubordinación,
pues pese a ser autónoma, las autoridades universitarias, parte de la llamada
institucionalidad, debían plegarse a los mandatos del Estado. Entre los
universitarios la postura del rector fue aplaudida unánimemente. Hay aún
quienes consideran que fue esto lo que dio legitimidad al movimiento.
Como sea, a partir de entonces
la UNAM se sumó a la huelga. Chapingo, las normales y otras universidades del
país se irían sumando paulatinamente al movimiento.
La toma militar de algunos
planteles en la noche del 30 de julio no trajo los resultados esperados por el
gobierno: más que intimidar generalizó la indignación. El movimiento que nacía
en la ciudad de México pronto adquirió dimensiones nacionales.
Esta es la tercera entrega de una serie de
artículos que estaremos publicando en este espacio con motivo de los 49 años del Movimiento
Estudiantil-Popular de 1968. El relato se basa en testimonios presenciales.
Si
quieres leer también las entregas anteriores puedes hacerlo en:
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