En Venezuela se
hace necesaria una victoria Constituyente
(Especialista en política internacional
y director del periódico Resumen Latinoamericano)
Fuente: Especial y exclusivo
para Al Mayadeen TV Español
26 julio. 2017
Es evidente que el
gobierno venezolano no se equivocó cuando decidió lanzar la convocatoria a
votar por la realización de una Asamblea Constituyente. No sólo porque en su
contenido está implícita una mayor participación de los sectores populares que
siguen empujando el tren bolivariano, sino porque el enemigo local e
internacional se ha dado cuenta que esa instancia significa el paso necesario
para profundizar la Revolución. De allí que traten de impedirla: desde Donald
Trump hasta sus aliados incondicionales de la Unión Europea no han dudado en
exigirle al presidente Nicolás Maduro que desconvoque ese llamamiento
estratégico. Ni qué decir de los amanuenses de los gobiernos de derecha
latinoamericanos, representado entre otros por el cuarteto
Macri-Temer-Cartes-Santos, que no han ahorrado munición gruesa para difamar
todo lo que Venezuela ha venido construyendo en estos últimos 18 años.
¿Pero, qué
es lo que más molesta a todos ellos de esta Constituyente que indefectiblemente
va? Antes
que nada, que apuesta a la paz y esgrime la bandera de reconfigurar una
perspectiva de diálogo nacional en el que a diferencia de otros procesos
contaminados por la democracia burguesa, no sólo se hable con la “oposición". Por supuesto que
ni una palabra con quienes han demostrado un comportamiento fascista,
asesinando indiscriminadamente a hombres y mujeres del pueblo, y cuyo destino
debe ser la cárcel común, pero sí no dejar de conversar con aquellos que se
advinieran a respetar las reglas del juego de la democracia
participativa.
La iniciativa que será votada masivamente el 30 de julio aspira a
convertir en sujetos principales de la nueva etapa revolucionaria, a las gentes
del pueblo, a los pobladores de las comunas, a los habitantes de los barrios, a
los y las estudiantes, campesinos y campesinas, afrodescendientes.
Con todos ellos y ellas, que son quienes vienen poniendo el cuerpo día a
día para sostener las enormes conquistas obtenidas desde 1999, se hace
necesario encarar medidas radicales que apunten a cualificar aún más los
avances obtenidos hasta ahora y diagramar el necesario camino hacia el
socialismo. Esta Constituyente de ninguna manera suplantará a la actual y que
fuera impulsada por Hugo Chávez, sino que reafirmará su vigencia incorporando
aspectos sustanciales para atacar al terrorismo, al fascismo y al racismo que
en los últimos meses se introdujeron como un virus tratando de minar los lazos
de fraternidad y solidaridad social entre pobladores y vecinos. Lo hará a
través de un proyecto de ley que otorgue amplios poderes a la Comisión por la
Verdad, la Justicia y la Paz para que no haya impunidad frente a los crímenes
cometidos a través de las “guarimbas"
desestabilizadoras.
La Constituyente va también a atacar las raíces de la guerra económica
buscando de manera tajante terminar con la especulación, el desabastecimiento,
la regulación de precios y los ataques contra la moneda nacional fomentada
desde Colombia, contando con la complicidad de los colaboracionistas locales de
la contrarrevolución. Además se reforzará la idea de que sea el poder popular
de las Comunas y los Consejos Comunales socialistas quienes tomen la posta para
que la burocracia no siga poniendo palos en la rueda al crecimiento
revolucionario. Es en esas instancias populares donde militan quienes generan
con su trabajo y su sacrificio la posibilidad de que Venezuela siga
avanzando.
La Constituyente también va para una franja importante de la clase
media que adquirió conciencia de pueblo y de patria durante el transcurrir del
proceso bolivariano. Será en ese marco de unidad popular en el que tocará
defender y activar aún más las Misiones sociales, el acceso gratuito a la salud
y a la educación, la victoria de una nación libre de analfabetismo o la
construcción de un millón y medio de viviendas. Todo ello, logrado mientras se
enfrentaba la más descomunal de las embestidas del imperialismo norteamericano
y sus aliados, del terrorismo mediático y de la burguesía empresarial local que
insiste en destruir a fuerza de violencia todo lo andado hasta el presente.
No hay dudas de que esta semana se libra una nueva batalla en la
historia de la lucha de clases. De un lado, quienes quisieran ver a Venezuela
convertida en una colonia dependiente de Estados Unidos, país que a través del
Comando Sur y la tristemente célebre Central de Inteligencia Americana ha
planificado nuevas fórmulas de intervención tercerizada (como hicieran
infructuosamente en Siria) para derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
Para ello cuentan con sus cachorros de la OEA y sobre todo con ese exponente de
la traición a la Patria Grande que es el Secretario Luis Almagro. Esta franja,
denominada eufemísticamente “oposición”,
no se conformaría, en caso de triunfar, con ocupar el gobierno y las
instituciones sino que desplegarían un rencor y revanchismo tal que
produciría un verdadero etnocidio. Odian a muerte al pobrerío, a los “negros”, “zambos” o “mulatos”,
como suelen denominarlos despectivamente. A esa masa de la población que con la
Revolución se ha dignificado. Es tal el desprecio a los diferentes que no
dudarían en continuar con la tarea de resucitar -como lo han hecho en los
últimos días- métodos medievales para asesinar mediante el fuego a quienes se
les opongan. Muchos de los seguidores de Leopoldo López y Capriles son
herederos de esa secta denominada "Tradición,
Familia y Propiedad", y se creen “cruzados”
contra el “mal” que adjudican a
los “herejes" bolivarianos.
En sus rituales de horror portan cruces y hasta son bendecidos por sacerdotes o
por ex presidentes como Aznar, Felipe González, Pastrana o el boliviano Tuto
Quiroga. Son la Inquisición revivida en el siglo XXI, tan cruel y feroz como
aquella que asoló Europa varios siglos atrás. Sin embargo, a los “demócratas” europeos, arropados por El
País, el ABC o el resto de la prensa canalla, no parece conmoverlos.
Es en función de esta realidad que se hace necesario evitar que esta
turba mercenaria (de lúmpenes mercenarios y paramilitares, muchos de ellos
llegados desde Colombia) logre su objetivo. Para ello el pueblo cuenta con una
herramienta fundamental que hasta el presente no ha sido horadada: la unidad
cívico militar sobre la que tanto insistiera e Comandante Chávez. Pero además,
si hiciera falta, también están las milicias populares, las brigadas de
Autodefensa, el Chavismo Bravío y el coraje de hombres y mujeres dispuestas a
no ceder ni un paso a la reacción.
"No hay retorno para nosotras y
nosotros”, proclamó dos domingo atrás en Caracas, una mujer entrada en años,
mientras hacía una larga cola para cumplir con el ensayo de votación. “Quienes
llevamos a Chávez en el corazón vamos a defender a Maduro porque es uno de los
nuestros”. Con esas palabras definía un sentimiento hecho carne en la mayoría de
los y las bolivarianas. Ha costado mucho esfuerzo levantar este edificio
revolucionario. Tanto como el dolor y el odio que ahora la derecha trata de
inyectar en la población. Seguro que hay mucho para corregir en todo lo
caminado, pero para quienes hace solo dos décadas vivían sumergidos en la
miseria y en la represión de la Cuarta República, la Revolución Bolivariana les
devolvió la autoestima y todos los derechos que le habían sido arrebatados. Se
avanzó allí y se logró entusiasmar en el mismo sentido a otros países del
continente latinoamericano y el rebote llegó hasta Europa. Precisamente,
esa parte de la población, que sigue siendo mayoritaria, es la que el próximo
domingo le gritará al mundo que: “La
Constituyente va y va. De todas maneras va!”.
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