Zapatista, indígena
y sanadora
Entrevista
con Alicia de los Ríos Merino
Fuente:
Sangrre
8 de agosto de 2017
América
Latina en movimiento
17
agosto, 2017
La crisis de representatividad política en
México parece haber alcanzado un punto de hartazgo en la población. ¿Serán las
elecciones de 2018 la bisagra para un país sumido en la violencia, la
corrupción y la impunidad? En ese contexto, una candidatura inédita surge desde
el sur. La zapatista “Marichuy” de la
etnia náhuatl, médica tradicional y defensora de los derechos humanos.
El gobierno de Enrique Peña Nieto ha
hundido a México en una crisis institucional tal que el informe anual del
Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) lo señala como el
segundo país más violento del mundo luego de Siria.
El
IISS reportó la muerte de 23 mil personas en 2016, en tanto son 50 mil los
muertos por la guerra civil siria. La desaparición forzada de personas, como el
caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, o el asesinato de periodistas, se han
convertido en moneda corriente. La Fiscalía de Atención de Delitos contra la
Libertad de Expresión, creada por el Estado en julio de 2010, registró hasta la
fecha 798 denuncias, de las cuales 54 fueron asesinatos. Solo resolvió tres
casos: el 99,71% sigue impune.
En ese México
bañando en sangre se produce la designación por parte del Congreso Nacional
Indígena (CNI) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de María
de Jesús Patricio Martínez, conocida como Marichuy,
mujer indígena y sanadora, vocera del CNI y candidata presidencial para las
elecciones de 2018. Así fue anunciado desde San Cristóbal de las Casas:
“Nos encontramos en un grave momento de violencia, de
miedo, de luto y de rabia, por la agudización de la guerra capitalista en
contra de todas y todos en el territorio nacional. Vemos el asesinato de
mujeres, por el hecho de ser mujeres, de niños por el hecho de ser niños, de
pueblos por el hecho de ser pueblos. La clase política se ha empecinado en
hacer del Estado una corporación que vende la tierra que es de los pueblos
originarios, campesinos, urbanos, que vende a las personas como si fueran una
mercancía que se mata y se entierra como materia prima de los cárteles de la
droga”.
Alicia de los
Ríos Merino, historiadora e investigadora de la Universidad Autónoma de
Chihuahua e Integrante del Comité de Madres de Desaparecidos Políticos de ese
departamento, explicó a Sangrre que
este “es un esfuerzo que debemos
entender como parte de un proceso histórico de largo aliento; además de
una guerra de baja intensidad en las comunidades rebeldes, experimentamos una
intestina guerra de agentes estatales con los cárteles narcos, cuyo botín son
los territorios y los recursos naturales. Aunque nuestras ciudades y paisanos
se cubrieron de luto y miedo, aún entonces los pueblos indígenas siguieron
siendo el blanco de muerte, desaparición y destrucción”.
Para Ríos
Merino, el CNI y Marichuy “ejemplifican
la creatividad necesaria y urgente para frenar la hidra capitalista que empuja
hacia el precipicio. La iniciativa confronta a una serie de prejuicios desde el
abanico de izquierdas: colonialismo, racismo, machismo, vanguardismo, reformismo,
reduccionismo. Ojalá que en esta ocasión estemos a la altura de la emergencia y
podamos caminar con los promotores de esta propuesta” porque a los “hombres y mujeres que no pertenecemos a los
pueblos indígenas en nuestro país, esta iniciativa nos confronta en nuestras
propias urgencias, luchas, agendas y expectativas”.
Ríos Merino da
cuenta del cambio de mirada de los citadinos respecto al surgimiento zapatista
en 1994: “Nuestra mirada se transformó
con el ejemplo zapatista, que desde 1994 nos invitó a organizarnos alrededor de
soñar otro mundo y hermanar resistencias. No ha sido fácil el ejercicio
horizontal de la acción colectiva opositora frente a los embates mortales
capitalistas. Hoy, desde el norte golpeado por la criminalidad del estado y los
ejércitos privados narcotraficantes, nos sumamos a este llamado por el futuro”.
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