Guerra
híbrida contra Venezuela:
¿Hasta
dónde llegará Trump?
Fernando Vicente Prieto
Fuente:
Notas Periodismo Popular
América
Latina Sin Fronteras
03 agosto, 2017
Tras la masiva
votación del 30 de julio y la creciente ilegitimidad interna de las violentas
protestas opositoras, Estados Unidos incrementa la intervención en Venezuela.
¿Sanciones económicas y tambores de guerra en el horizonte?
Las
amenazas venían sucediéndose desde hacía semanas y apenas habían pasado algunas
horas de la elección para conformar la
Asamblea Nacional Constituyente cuando la Casa Blanca
anunció nuevas sanciones. En este caso, las represalias apuntan directamente al
presidente Nicolás Maduro e implican más una medida de propaganda política que
una penalidad económica real, puesto que se dispone el congelamiento de sus
bienes personales (que se encuentren en territorio de EE.UU.) y la prohibición
de realizar transacciones comerciales y financieras.
Al anunciar
la medida el lunes 31 de julio, Herbert McMaster, asesor de Seguridad Nacional
del presidente Donald Trump, señaló que Maduro “se une a un club muy exclusivo”. Sólo cuatro presidentes en
ejercicio fueron sancionados de esta manera. Los otros tres son Bashar Al
Assad, presidente de Siria; Kim Jong Un, de Corea del Norte y Robert Mugabe, de
Zimbabue.
Se trata de
la primera sanción de estas características a un presidente de América Latina y
el Caribe, lo cual da una idea del estado en que se encuentran las relaciones.
Ni siquiera contra Fidel Castro fue emitida una orden similar. Además, otros dos
ex presidentes fueron objeto de represalias similares, previo a la invasión de
fuerzas militares de EE.UU. y Europa: Saddam Hussein (Irak) y Muamar El Gadafi
(Libia). Hoy estos dos países se encuentran destruidos y con una guerra que
parece lejos de resolver la “pacificación”
de la OTAN, la alianza militar liderada por EEUU.
Junto a
McMaster se encontraba el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, quien calificó
las elecciones del 30 de julio como “ilegítimas”
y a Maduro como “un dictador que ignora
la voluntad del pueblo venezolano”. Hasta donde se sabe, ningún periodista
le preguntó su opinión sobre la monarquía que gobierna en Arabia Saudita, uno
de los mayores aliados de Washington en Medio Oriente, donde no hay elecciones
de ningún tipo y hasta las tímidas protestas son reprimidas con crueldad.
Tampoco sobre la situación en Brasil, donde Michel Temer no fue electo por voto
alguno.“
“Un vocero del emperador Donald Trump dijo que
no reconocen la Asamblea Constituyente. ¿Qué carajo nos importa lo que diga Trump?”, había
anticipado Maduro el domingo, luego de la elección. “Nos importa lo que dice el pueblo de Venezuela”.
¿Sanciones
económicas?
Durante los días
previos, todas las especulaciones anticipaban que Trump tomaría una decisión de
mucha trascendencia: en un extremo, bloquear las importaciones de petróleo
desde Venezuela; en una medida intermedia, “sanciones
económicas” que no se precisaron pero que también estarían referidas a la
industria petrolera. En concreto, los trascendidos difundidos el mismo domingo
por The Wall Street Journal apuntaban
a la prohibición de las exportaciones de productos refinados estadounidenses
hacia Venezuela y a restricciones en el uso del sistema bancario y el tipo de
cambio estadounidenses para PDVSA.
El propio
vicepresidente Mike Pence había anunciado el 28 de julio que las represalias
serían aleccionadoras, tras informar de una conversación telefónica con
Leopoldo López, ahora nuevamente en la cárcel tras incumplir las condiciones de
prisión domiciliaria.
Sin
embargo, hasta el cierre de este artículo las medidas económicas no se
efectivizaron. Sucede que una medida que afectará la industria petrolera podría
convertirse en un búmeran, erosionando intereses del propio poder
norteamericano. Expresión de estas contradicciones internas es el pedido
explícito de la American Fuel and Petrochemical Manufacturers (AFPM), uno de
los gremios empresarios más poderosos del país, para que las sanciones no
incluyan las importaciones de crudo venezolano.
“Esto perjudicaría a muchas refinerías
estadounidenses, en particular a las de las regiones de la Costa del Golfo y la
Costa Este, que se han optimizado para utilizar los crudos ácidos producidos en
Venezuela”, explicó Chet Thompson, presidente de la AFPM, en una carta
enviada al presidente Donald Trump el jueves 27 de julio, en plena ola de
rumores, amenazas y -seguramente- un intenso “tira y afloje” entre diferentes lobbys.
De todas
maneras, todas las señales indican que la presión se agudizará. Y aunque es
difícil prever la política exterior de Trump en detalle, el papel cada vez más
influyente de figuras como el senador Marco Rubio no augura un clima de
distensión, sino todo lo contrario.
¿Tambores de guerra?
El republicano Marco
Rubio es uno de los nuevos halcones
que tiene influencia directa sobre la política de Trump. Esta situación genera
incluso críticas de publicistas del Departamento de Estado, como es el caso del
operador de origen argentino Andrés Oppenheimer, quien en su última columna
semanal -que replican los principales periódicos conservadores del continente-
le pidió explícitamente a Trump que no “subcontrate”
a Rubio para atender la política hacia el continente.
Rubio,
junto a figuras como el demócrata Bob Menéndez y la republicana Ileana Ross
Lehtinen, desde enero presiona
en forma pública y privada para endurecer la política hacia el gobierno que
encabeza Nicolás Maduro. Se trata de un sector de ultraderecha con sólidos
vínculos con la CIA y la comunidad contrarrevolucionaria cubana que vive en el
Estado de Florida.
En los
últimos días, el senador Rubio actuó como un virtual vocero de Trump al señalar
que el presidente está dispuesto a tomar las medidas “necesarias” si Venezuela avanzaba con la Constituyente. Por si
quedaba alguna duda sobre el carácter de la amenaza, aseguró que “todas las opciones están delante del
presidente y él está dispuesto a hacer lo necesario, sea lo que sea”.
Considerando
la historia de EE.UU. en el mundo entero, y en nuestro continente en
particular, difícilmente esas palabras no tengan un sustento concreto en cuanto
a acciones de fuerza en el terreno. La guerra híbrida se caracteriza por la
articulación de dispositivos de diferentes características: ideológicos,
político diplomáticos, económicos, militares. En los próximos días veremos cuál
es el camino que preanuncian estas amenazas.
Guerra híbrida contra Venezuela (II): Trump, la CIA y los publicistas
Fernando Vicente Prieto
Fuente: Notas Periodismo Popular
América Latina sin
Fronteras
04
agosto, 2017
ALAI AMLATINA, 04/08/2017.- Las
acciones de guerra convencional siempre vienen precedidas por declaraciones y
acciones político-diplomáticas. En el caso de las potencias con escala imperial
también son habituales las sanciones o los boicots económicos, dentro y fuera
del país.
Todas
ellas, a su vez, son anticipadas por operaciones de prensa que invariablemente
se mantienen hasta el final y a cada momento realizan balances y proyecciones
de cara a la opinión pública.
Por
debajo de la trama más visible se encuentra una tarea decisiva, que tiene que
ver con el conocimiento y la operación sobre el terreno y los diversos actores.
En este plano actúan principalmente las oficinas de relaciones exteriores, las
agencias de inteligencia y las fuerzas especiales de los diferentes componentes
militares. Si hablamos de EEUU, las más conocidas son el Departamento de
Estado, la CIA, aunque hay varias otras estructuras y unidades involucradas,
como los SEALs y Fuerza Delta.
La guerra híbrida implica, básicamente, la combinación de todos los
elementos mencionados hasta aquí, pero además le otorga un creciente peso
relativo a las operaciones encubiertas. Es decir, a las que nadie reconoce como
propias, porque la publicidad de estas acciones -tipificadas en el código penal
de cualquier país como actos criminales- restaría legitimidad a los argumentos
oficiales, que se refieren a nobles objetivos como promover la libertad y la
democracia o atender crisis humanitarias.
En el
libro Conflict in the 21st Century: The Rise of Hybrid Wars (2007),
el teniente de marina retirado Frank Hoffman, con larga experiencia en
academias de Defensa norteamericanas, es uno de los primeros en conceptualizar
la nueva doctrina. “Las amenazas híbridas
incorporan una gama completa de modos diferentes de guerra que incluye
capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos
terroristas con violencia e intimidación indiscriminada, y desorden criminal.
(…) Estas actividades multimodales pueden
ser realizadas por unidades separadas o por la misma unidad, pero generalmente
son dirigidas y coordinadas (…) para
lograr efectos sinérgicos en las dimensiones física y sicológica del conflicto”,
sostiene allí.
La
descripción cuadra exactamente con la situación que se desarrolla en Venezuela
desde hace muchos años, y que tiene como momentos de máximo tensión al primer
semestre de 2014 y a la actualidad.
Guerra
económica, desconocimiento de las instituciones y llamados a la insurrección,
sicariatos y acciones paramilitares, atentados con explosivos, destrucción del
transporte público, entre otros, son ejemplos de acciones políticas encaminadas
al mismo objetivo, que se realizan con el ocultamiento -o la justificación- de
los medios más poderosos del mundo.
Esa es la
base sobre la que se montan las declaraciones político-diplomáticas y en un
extremo, cuando ya sea evidente o no quede ninguna otra opción, la declaración
de guerra, convencional o como “fuerza de
paz y estabilización”, que es lo mismo que la declaración de guerra pero
con mejor cobertura, sobre todo si es asumida entre varias naciones y amparada
por algún organismo multilateral.
¿Hasta dónde llegará Trump?
A la par de la
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y el debilitamiento en
número (y crecimiento en violencia) de las protestas opositoras, en los últimos
días se registró una intensificación de las amenazas de carácter militar por
parte de EE.UU.
El 20 de
julio, en el Aspen Security Forum 2017 realizado en esta ciudad estadounidense
de Colorado, el director de la Agencia Central de Inteligencia, Mike
Pompeo, aseguró que tenía que ser cuidadoso en sus palabras: “Estamos muy esperanzados de que pueda haber
una transición en Venezuela”.
“Desde la CIA estamos haciendo nuestro mejor
esfuerzo para entender la dinámica allí, para comunicársela a nuestro
Departamento de Estado y a otros, como los colombianos. Acabo de estar en
Ciudad de México y en Bogotá la semana pasada, hablando sobre este tema,
tratando de ayudarlos a entender las cosas que ellos podrían hacer para tener
un mejor resultado en su porción del mundo y en nuestra porción del mundo”, dijo.
Pompeo no
hizo más que blanquear algo que era bastante obvio, y que se puede observar a
partir de la ofensiva que estos países, acompañados por Brasil, Argentina,
Perú, Chile, Paraguay y Honduras, entre otros, desarrollan en la OEA, en el
Mercosur y en todos los foros posibles.
En este
contexto es significativo analizar una entrevista a Eric Vergara, presentado
como ex agente de inteligencia norteamericana y “experto en seguridad nacional”, realizada el 27 de julio por el
canal El Venezolano TV, que tiene sede en Miami y filiales en
Madrid y en Panamá.
Vergara
aseguró que tiene fluida comunicación con varias fuentes de la “comunidad de inteligencia” y que EE.UU.
se apresta a realizar una intervención militar junto a “unidades de asunto civil” del Departamento de Estado.
“En 72 horas tenemos a Venezuela controlada,
tácticamente y estratégicamente con control de su gobierno, junto al
Departamento de Estado, el de Justicia de EE.UU. y asuntos civiles comenzamos a
implementar control de los gobierno locales y a meter lideres”, alentó
Vergara, quien considera que esa es la única solución para impedir que
Venezuela se transforme en una nueva Cuba.
“(Después del ataque militar) lo primero que
se hizo en Irak fue mandar unidades de asuntos civiles”, relató.
“Luego se establece un gobierno
intermediario y allí el Departamento de Estado empieza a trabajar no solamente
con líderes de la oposición en Venezuela, sino también con los que están en el
exilio, para implementar un gobierno temporario y (después de todo eso) tener elecciones libres”, dijo. Nadie
mencionó que en los últimos 18 años en Venezuela se hicieron 21 elecciones y
que el período presidencial en curso, según mandato constitucional, recién
finaliza en abril de 2019.
Pero si
faltaba algún elemento para preocuparse, lo ofreció el New York Times el
1 de agosto. En un artículo firmado por Nicholas Casey, el influyente periódico
analizó que las elecciones de la Asamblea Constituyente representaron “un golpe dramático a la oposición
venezolana”, que “no había estado en
un punto tan bajo” desde el fallido golpe de Estado contra Chávez en abril
de 2002.
El
análisis, que no considera como posibilidad el establecimiento de un diálogo
sobre la base del reconocimiento del chavismo y el respeto a la votación
popular, plantea que las alternativas de la oposición son “limitadas”, pero sólo desarrolla explícitamente una: intensificar
las protestas en las calles.
“Aunque dado que el gobierno comenzó a
prohibir las manifestaciones callejeras el fin de semana de la votación
constituyente -afirma falsamente-, no queda claro si esa opción siquiera será viable”. Así finaliza el
artículo, dejando abierta la pregunta de cuál será entonces la opción que “le queda” a EE.UU. para derrocar el
gobierno de Venezuela, como en las últimas semanas han exigido Pompeo, el
secretario de Estado, Rex Tillerson y el propio presidente Donald Trump.
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